Lo he leído con lágrimas en los ojos y el corazón encogido. Bellísimo.

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Maravilloso. Bellísimo. Un niño hecho Literatura. La infancia con forma de libro. Un canto a la bondad, la magia, la ilusión, la inocencia, la ingenuidad, la sencillez, la candidez de los más pequeños. Un grito contra la miseria. Un sueño contra la pobreza. Una oportunidad entre la penuria. Una planta de naranja lima que brilla entre la oscuridad de la indigencia. Una auténtica gozada para el alma, el corazón y los sentidos.

El libro cuenta la historia de Zezé, un niño brasileño de cinco años de una familia pobre del barrio carioca de Bangú. El niño es muy travieso y recibe continuamente reprimendas y palizas de todo el mundo (incluida su familia, salvo su hermana Gloria que le cuida y protege del resto), pero en el colegio es un ángel que brilla con luz propia gracias a su imaginación y su corazón de oro. Pero ser travieso, imaginativo, bondadoso, inteligente y sensible no es fácil, y Zezé sufre mucho. Cuando está triste se refugia en su árbol de naranja lima con el que habla y en su amigo Portuga (un adulto con el que pasea en coche y comparten conversaciones verdaderamente gloriosas en las que el adulto suele terminar llorando de pena y asombro) alguien a quien termina considerando su verdadero padre y no el que le ha tocado que se pasa el día sufriendo y pegándole.

Tengo el libro completamente subrayado. Me ha conquistado. No tengo palabras para hablar de él, seguramente tendría que haber dejado pasar más tiempo para hacer esta reseña. Es de una sensibilidad asombrosa. Tengo diálogos enteros destacados, conversaciones en las que Zezé intenta buscar explicaciones a cosas que a él le parecen incomprensibles: que no tengan regalos en Navidad, que le peguen palizas sus hermanos y su padre, que en su casa no tenga ropa limpia, que tengan que irse a vivir a una casa abandonada… Pero mientras busca explicaciones es un niño muy consecuente con la pobreza que le ha tocado vivir y bastante inteligente para su edad. A pesar de todo, intenta ayudar a su familia trabajando como limpiabotas por el barrio y cantando con un trovador que se acerca a la calle a vender sus canciones.

Escribir desde la mente de un niño de cinco años me parece una genialidad, prácticamente imposible. Y José Mauro de Vasconcelos logra algo que hasta ahora solo lo había sentido con Maya Angelou, hacerme llorar por la ternura y la inocencia de un niño viviendo vidas no aptas para alguien de su edad. Me he imaginado perfectamente a Zezé, quizás como Toto en Cinema Paradiso o Moncho en La lengua de las mariposas. Me he creído su historia y ahora espero que le vaya bien y que no haya perdido ni un ápice de su imaginación (la que le mantiene a salvo de tanta desdicha), su inteligencia, su bondad, su ternura y su ingenuidad. Sé que hay segunda parte, y la leeré. Vaya que si la leeré. Y vosotros deberíais empezar hoy mismo a leer esta. Porque no os vais a arrepentir y me vais a dar las gracias (no es necesario) por recomendaros este libro.

 

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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