Reseña de Enero de Sara Gallardo

Una historia cruda, áspera y fría como puños de labriego

 

Enero es el tercer título de Malastierras, una nueva editorial que viene pisando fuerte en el panorama español con títulos como Mi padre, el pornógrafo, del que pronto os contaré cosas. Está teniendo buenas críticas y por eso me lancé. No es una nueva novela, sino que se trata de una reedición; la novela inicialmente se publicó en 1958.

Enero fue la primera novela de Sara Gallardo y la publicó con apenas veintisiete años. De ahí que sorprenda la madurez de esta obra, tanto por la calidad de su prosa como por su forma de retratar un tema atemporal. En Enero, viajamos a un pueblecito argentino de mediados del siglo veinte. Allí, los jornaleros no paran de hablar sobre la cosecha que llegará el próximo invierno, menos Nefer. Si nada lo remedia, ella tendrá su propia cosecha: acaba de descubrir que está embarazada, y solo tiene dieciséis años.

A través de un lenguaje poético y de una sucesión de escenas llenas de simbolismos, vivimos en carne propia la encrucijada de Nefer en ese entorno rural opresivo, que la aboca a un destino que no desea, simplemente porque es mujer y pobre. Sobre su cuerpo no decide ella, ni siquiera su familia, sino sus patrones. El relato es brutal en tres aspectos. El primero es el tratamiento de la pobreza, porque Nefer no abortará, sino que se joderá y la casarán con el violador. El segundo es el amor no correspondido; será en una fiesta donde Sefer ve a su amor platónico, el Negro, con otra chica y ella se esconde sola y es ahí donde Nicolás se la encuentra y la viola. El tercero es el rol de la mujer, pues Sefer es una joven que debe trabajar en casa mientras que su hermano no hace nada, pero ella no tiene alternativa y encima tiene que aguantar las malas formas de su hermana y su madre. Estos tres aspectos (pobreza, amor y machismo) están muy bien tratados con una crudeza áspera y fría como puños de labriego. No es la primera novela que reseño sobre el mundo rural (ha habido otras con mucho más renombre y profundidad como El ruido y la furia, La catedral y el niñoUna educación), violaciones o machismo (Cárdeno adorno, Los golpes o La memoria del aire) o la pobreza (Mi planta de naranja lima). Pero de todas ellas esta novela se desmarca en matices, aunque tampoco las supera. Es una novela distinta, con identidad propia, que se mantendrá (gracias al trabajo de la editorial Malastierras) en el recuerdo de todos sus lectores.

El costumbrismo y el reflejo del hablar campesino (que dificultó la lectura en algunos momentos, quizás también por el argot argentino) pueden llevar al error de catalogar Enero como un relato rural, como de hecho sucedió en la época en que se publicó, principal causa de que cayera en el olvido; pero es mucho más que eso. El campo no es el marco de la novela, sino que es un protagonista invisible, un Dios omnipresente en la vida de pequeños seres, egoístas y cobardes, que luchan sin ningún tipo de esperanza más que el buscar como sobrevivir. Sara Gallardo rompió con la visión utópica del campo, que imperaba en la literatura de la época y, aunque han pasado sesenta años, los miedos de Nefer no han perdido vigencia. El tiempo ha demostrado que Enero es una historia atemporal, como toda la buena literatura.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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