Reseña de Demasiada felicidad de Alice Munro

La visión estoica de Munro en diez maravillosos relatos

Ya sabéis que no me prodigo mucho en la lectura de relatos. Si seguis el blog, veréis algunas entradas interesantes (Borges, Aira, Zweig, García Márquez…), pero suelo huir de las historias cortas, me gustan los tochos y las tramas bien trabadas. Sin embargo, desde que recientemente leí Exhalación, me he reencontrado con los buenos relatos. Aun tengo pendiente a Cheever y algunos otros, pero voy a intentar ir tapando estas carencias. Así que esta vez os traigo uno de esos libros de relatos fundamentales: Demasiada felicidad, de Alice Munro, editado por Lumen. Alice Munro recibió el Premio Nobel de Literatura en 2013 y su obra se ha relanzado, así que hay que aprovechar las reediciones nuevas que están muy cuidadas.

Demasiada felicidad contiene diez cuentos, mezclando realidad con ficción. Munro se basa en anécdotas y textos de su conocimiento para construir las historias plasmadas en sus cuentos, en los cuales, sus personajes nacen, viven, sufren y mueren con naturalidad, sin emociones intensas ni complejas artimañas a pesar de estar narrando infanticidios, envenenamientos, robos, automutilaciones o suicidios. El último de los cuentos, el que da nombre al libro, está basado en la matemática rusa Sofia Kovalévskaya y es brillante. En él, Munro ataja una deuda histórica con las científicas, en este caso las matemáticas, como la que Rosa Montero salda con Marie Curie. Otros relatos como Dimensiones, Juego de niños, El filo de Wenlock o Pozos profundos me han parecido sobresalientes. Hay uno más que me parece destacable, Radicales libres, en el que Munro consigue mantener la tensión hasta el final, al estilo del Funny Games de Haneke, pero con un desenlace menos macabro, en clara sintonía con esa manera tan particular de sufrimiento que produce en sus personajes. En el blog de Tulectura de la Universidad de León, señalan que los personajes de Munro “sobreviven al desastre, a la desgracia,  se sobreponen como pueden,  no son víctimas ni héroes, y siguen adelante con sus vidas” y destacan de su estilo que “la escritura es de una sencillez expresiva tan engañosa que con frecuencia  conduce a la perplejidad del lector, quien no se explica cómo comprendiendo todo lo que el relato muestra en primer término, no es capaz de entender qué es lo que está sucediendo de verdad en la historia, aunque sospecha que se le está escapando una parte crucial de la misma”. Por su parte, en el blog del Club de lectura del Ayto. de Tres Cantos destacan que la violencia que introduce Munro “varía el destino de sus personajes sin caer en la redención epifánica ni en la condena moralista. Parece que los cuentos de Munro no acaben: no es que sus finales sean abiertos sino que sus protagonistas siguen su camino, convirtiéndose lentamente en un punto que se funde con el horizonte”. Estamos ante un ejemplo de afrontamiento estoico de las dificultades; estoico en el sentido más filosófico de la palabra, una filosofía muy viva aun hoy en día, incluso de actualidad por las recomendaciones lectoras de Luis Enrique, el seleccionador nacional de fútbol.

Como veis, esta es la principal aportación de la autora, una aportación que le ha valido un Nobel y el aplauso generalizado de todos los lectores. No es fácil lo que hace y la sensibilidad y precisión con la que lo hace. Merece mucho la pena leer a Munro y dejarse llevar por la deriva de sus personajes. Saldréis vivos de la lectura, pero con alguna cicatriz, como con los buenos libros.

¡Nos vemos en la próxima lectura!

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