Reseña de Exhalaciónd e Ted Chiang

Un ejemplo de brillante relación entre ciencia – ficción y filosofía

Hay libros a los que no llegaría si no fuera por mis libreros de referencia, infames y corsarios a partes iguales. El que hoy os traigo es recomendación de Rafa y Guille de Letras Corsarias. Cuando salió Exhalación de Ted Chiang editado por Sexto Piso fueron muy insistentes y perseverantes en la recomendación. A pesar de un libro de relatos y, para más inri, de relatos de ciencia ficción me animé a comprarlo. Lo de leerlo ya ha sido otra historia, porque el libro ha estado casi dos años en la estantería de pendientes hasta que hemos encontrado nuestro momento.

Exhalación es un artefacto literario que plantea preguntas y disyuntivas difíciles de resolver utilizando las infinitas variables que permite la ciencia ficción. A través de los diferentes relatos, Chiang reflexiona sobre la noción de libre albedrío, la relación con algunas tecnologías como la escritura (esta idea rompe un poco la cabeza, pero es totalmente cierta), con nuestro pasado y nuestros recuerdos, con dios (siempre con minúscula) o nuestras propias decisiones. Voy a detenerme en algunos de los relatos que más me han gustado.

El primero de los cuentos, El comerciante y la puerta del alquimista, creo que tiene algunos aciertos destacables como la ambientación (me ha transportado a los mercados de comerciantes de chatarra de Tatooine) o la idea de los viajes temporales con la paradoja de que nuestro futuro y nuestro pasado no son caminos inconexos, “pasado y futuro son lo mismo, y no podemos cambiar ni uno ni otro, solo conocerlos más a fondo (…) Nada borra el pasado. Existe el arrepentimiento, existe la enmienda, y existe el perdón. No hay más, pero con eso basta”.

Otro relato que me fascinado ha sido La verdad del hecho. La verdad del sentimiento. En este relato se presenta una tecnología que permite grabar todo lo que nos sucede en video. Un video al que podemos recurrir en vez de nuestra memoria que está salpicada de recuerdos que, a su vez, entendemos están salpicados de sentimientos que enturbian los acontecimientos tan y cómo sucedieron. Esto genera algunas situaciones difíciles de gestionar para los personajes. Hay un pasaje en el que uno de los protagonistas reflexiona de la siguiente forma, “se me antoja que un vídeo continuo de la totalidad de mi infancia estaría repleto de hechos pero vacío de sentimientos, simplemente porque las cámaras no capturarían la dimensión emocional de los acontecimientos. Para la cámara, aquella tarde con mi abuela sería indistinguible de otro centenar de tardes”, sin embargo, continúa más adelante, “la gente está hecha de historias. Nuestros recuerdos no son la acumulación imparcial de cada uno de los segundos que hemos vivido; son la narrativa que hemos ensamblado a partir de momentos escogidos (…) y las narrativas que construimos, a su vez, conforman nuestras personalidades”.

El último relato que quisiera destacar es La ansiedad es el vértigo de la libertad. En este relato Chiang propone una tecnología, el prisma, y unas líneas temporales paralelas a la nuestra en la que se desarrollan nuestros “para-yo”, nosotros mismos si hubiésemos tomado decisiones distintas. El prisma permite conocer cómo están viviendo nuestros “para-yo”. En esta situación se generan celos, envidias y frustraciones continuas al mirar a otros yos que tienen éxito en el amor, en el trabajo, o en cualquier otra situación por tomar una decisión distinta a la que yo tomé. Es decir, nos permite convivir con ucronías de nosotros mismos, poder responder a la pregunta ¿Y si…?. ABRO PARÉNTESIS. Sobre esto, la primera temporada de El condensador de fluzo en La 2 tenía una sección con Javier Cansado un poco loca pero que te obliga a pensar. CIERRO PARÉNTESIS. El prisma es un arma compleja de manejar, pero Chiang deja abierta una ventana a la esperanza con la reflexión de una psicóloga que se dedica a tratar con personas afectadas por los visionados de sus prismas, “creo que las decisiones cuentan. Cada decisión que tomamos contribuye a nuestro carácter y conforma la clase de persona que somos. Si queremos ser alguien que devuelve el dinero de más a la cajera, las acciones que llevemos a cabo ahora afectan a la probabilidad de llegar o no a ser esa persona. La rama en la que tienes un mal día y te quedas con el dinero de más es una que se bifurca en el pasado; tus acciones ya no pueden afectarla. Pero si actúas con empatía en esta rama, eso es significativo, porque tiene un efecto en las ramas que se separarán en el futuro. Cuanto más a menudo tomemos decisiones basadas en la empatía, menos probable es que tomemos una egoísta en el futuro, ni siquiera en las ramas donde estamos teniendo un mal día”.

Hay otros relatos como el de las mascotas digitales educables o la carta de una arqueóloga a dios son también muy interesantes, pero en todos Chiang considera el factor humano como determinante en sus ficciones mediadas por la tecnología o la ciencia. Es eso lo que nos hace pensar. Este libro tiene algo de Black Mirror y mucho de ensayo filosófico y la virtud de Chiang es generar esos mundos a través de una literatura de ficción (el ensayo también lo es) cercana. Un libro muy recomendable para cualquiera que le guste estrujarse el cerebro mientras lee y creo que puede funcionar muy bien en un club de lectura o en una conversación entre amigos a los que les plantees las situaciones que propone Chiang. Es un libro de digestión interna y discusión compartida. Muy muy recomendable. De lo mejor que he leído últimamente.  

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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