Llega el otoño y con él los buenos ratos de lectura. Da igual que sea en una cafetería con un café caliente que en el sillón de tu casa con una luz tenue y el gato a los pies o en el autobús con el abrigo puesto mientras llueve en la calle. Esta recopilación de cuentos de Gabriel García Márquez será una buena elección para esos ratos otoñales. Todos están fechados en 1962 (aunque en algunos casos son anteriores) y algunos de ellos ambientados en la infinita Macondo.
De los ochos relatos que componen la edición me quedo con dos. El que más me ha gustado es el de «Un día después del sábado«. Creo que está construido magistralmente; diría que con cierta tensión psicológica y con un ritmo propio de Hitchcock (quizás la referencia me haya venido a la cabeza por la presencia central de los pájaros). La presencia del cura, de la propietaria del hospicio, de la muchacha, todos personajes muy interesantes y genialmente dibujados a grandes trazos por la pluma del Gabo. No puedo contar mucho de la trama porque os spoilearía y en este caso sería de muy mal gusto por mi parte, pero os puedo decir que con este cuento García Márquez obtuvo el primer premio de su vida como escritor. Fue con ocasión de un concurso literario organizado por la Asociación de Escritores y Artistas de Colombia, en 1954. El otro relato que quisiera destacar es el que da nombre a la recopilación: «Los funerales de la Mamá Grande«. Comienza anotando que Mamá Grande fue «la soberana absoluta del reino de Macondo durante 92 años y murió en olor de santidad un martes de septiembre pasado, y a cuyos funerales vino el Sumo Pontífice«. En este cuento García Márquez hace gala de un refinado sentido del humor y empiezan a brotar ese brillante realismo mágico que tan buen resultado le granjeará años más tarde. Política, religión, sociología, filosofía… están presentes en este relato profundo y divertidísimo. No es casual que sea el último, porque durante todo el libro se va configurando un mundo imprescindible para que podamos extraer a este último relato todo su jugo. Y así, llega ese final apoteósico en el que la diosa madre seminal fecunda todo con una muerte llena de vida, y confiere a Gabriel García Márquez el valor y el poder para soltar de golpe todas las amarras e instalarse en esa locura lúcida suya tan característica.
Como he leído en alguna otra referencia sobre este libro, «hay algo en ellos [en los relatos] que trasciende por mucho el ámbito del relato«. Y es totalmente cierto. Va fraguándose desde las primeras páginas. De que esas narraciones de ladrones, funcionarios de medio pelo, dentistas, viudas encerradas a piedra y lodo, coroneles, hacedores de jaulas maravillosas o de flores artificiales, pájaros que mueren inexplicablemente, curas seniles, mujeres todopoderosas, vegetación desbordada y calor asfixiante, son en realidad inmensos bloques con los que el escritor ha comenzado a erigir un mundo propio que incluso ya nombra: Macondo.
De García Márquez ya se ha dicho todo y por voces y plumas mucho más autorizadas que las mías. No aporto nada nuevo. Solamente una admiración sincera por el que considero el mejor escritor de todos los tiempos. Ningún otro autor me ha hecho tan feliz leyendo sus libros. Así que siempre os lo recomendaré. Y todavía me quedan cosas suyas por leer, me las voy dosificando para no terminar nunca. Habrá más. De momento, haceos el favor de leer a mi tocayo. Es inmenso.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
Tienes toda la razón. Cualquier relato de Gabo es magistral. Personalmente disfruté más con «Doce cuentos peregrinos», pero esta compilación es, por supuesto, genial.
Estoy contigo en que hay que dosificar sus lecturas para que no se nos acaben nunca.
¡Gracias por la reseña!
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Esos relatos no los he leído aun, ¡ojalá caigan en mis manos pronto! Gracias a ti por pasarte y dejar un comentario! 😘
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