Reseña de Nada se opone a la noche de Delphine De Vigan

Un librazo sobre la infructuosa búsqueda de encontrar un porqué al suicidio

Últimamente me prodigo poco por estos lares. Puede parecer que abandono. Quién sabe. Quizá lo esté haciendo o quizá simplemente sea que tengo menos tiempo para leer. No lo sé. La falta de tiempo siempre la he achacado a la voluntad, y ahora que priorizo otras actividades tengo la sensación de que la literatura está pasando a un segundo plano. Volveré, seguro. No estoy dejando de leer, simplemente lo hago menos. Seguramente el algoritmo me castigue y desapareceré de muchas de vuestras vidas virtuales, pero seguiré recomendando libros, a otro ritmo, pero seguiré. Podéis seguir nuevas pistas, el olor a papel y las huellas de las páginas dobladas os dirán dónde estoy. De momento hoy os traigo un librazo, Nada se opone a la noche de Delphine De Vigan, editado por Anagrama y publicado en 2012. De Vigan obtuvo con este libro el Premio Renaudot de los Institutos de Francia, el Gran Premio de la Heroína Madame Figaro y el Premio de novela Fnac, entre otros. Esta edición de los Compactos 50 tiene la portada ilustrada por Paula Bonet y, ciertamente, la imagen está muy escogida, ahora entenderéis por qué.

La novela cuenta la historia de la propia autora y de las mujeres de su familia. Especialmente de Liane -su abuela- y de Lucile -su madre- a quien encuentra muerta en misteriosas circunstancias. Tras este acontecimiento, de Vigan se propone recomponer la historia familiar a partir de los recuerdos, los testimonios y las pocas evidencias de las que dispone. Los cientos de fotografías tomadas durante años, la crónica de su abuelo George registrada en cintas de casete, las vacaciones de la familia filmadas en súper ocho, o las conversaciones mantenidas por la escritora con sus hermanos, son los materiales de los que se nutre la memoria de su familia, los Poirier. Cuando le preguntan a De Vigan por qué novelar si todo es verídico y autobiográfico, ella defiende que es una autora de ficción “sé que por las pesquisas fluctúo entre el periodismo y la literatura, al modo de Truman Capote, o de la Marguerite Duras de El dolor, sí, pero lo que escribo no es la verdad: es mi verdad, mi mirada sobre ella y quiero tener la libertad de aproximarme a los personajes. Me siento más cercana al estilo de Emmanuel Carrère”.

Para Delphine de Vigan escribir sobre su madre es cerrar heridas abiertas muchos años atrás, y recuperar la novela familiar es emprender un camino de catarsis y de superación del duelo. Pero es también un ejercicio de alto riesgo, puesto que en el curso de esta investigación expone ante los miembros de su familia, como si ellos no fueran más que lectores anónimos en la multitud, su propio secreto más terrible. Los capítulos sobre la historia familiar son trepidantes, cargados de tensión y con altas dosis de dolor, mucho dolor. Pero creo que me quedo con los capítulos en los que la autora reflexiona en alto con el lector, cuando expone todo lo que la escritura del texto le está suponiendo a nivel personal, familiar y social.

He dicho que se trata de una crónica familiar, pero es un libro mucho más oscuro. Es un libro sobre el suicidio y sobre el incesto, sobre el dolor, la soledad, la impotencia, los miedos, la angustia, los tabús familiares, las miradas hacia otro lado, los silencios cómplices, las noches sin dormir… De Vigan cree que el libro le ha servido para ayudarla a aceptar la idea del suicidio, y quizá sea lo más bonito del libro, aceptar que a la gente que amas hay que dejarla ir… hay que saber respetar esa voluntad sin culpabilidad. Y digo esto sin tener ni puta idea de lo que supone un suicidio en mi familia, pero la literatura te ayuda a entender aquello que no vives y en este caso, De Vigan nos trasmite esta idea. Sobre el suicidio, en este blog hemos reseñado otros libros como Ceniza en la boca, El sentido de un final,  Beckomberga oda a mi familia o Muerte de un silencio, pero me sigue faltando el libro más universal sobre el suicidio, El mito de Sísifo de Albert Camus, que lo tengo en las estanterías, pero que me sigue costando acercarme a él.

Hace un par de años leí No y yo, de la misma autora, y siendo dos libros distintos, sé reconoce el estilo de De Vigan. Un estilo sencillo, sin grandes virguerías, preocupada por dotar a los personajes de honestidad sin perder complejidad, acepta el reto de contar historias corrientes y consigue hacerlas extraordinarias. Seguiré de cerca su obra y volveré a ella más pronto que tarde.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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