Un libro que disfrutarás si no le exiges nada
No tardé más de unos pocos días en ir a comprar este libro a Letras Corsarias. Me enteré por las redes sociales de Anagrama que saldría, leí la sinopsis y me animé a comprarlo. No y yo de Delphine de Vigan es una novela cargada de valores y descargada de recursos literarios. Una obra sencilla con una historia entretenida. A veces a la Literatura no hay que pedirle más.
No y yo es la historia de dos chicas alejadas de la sociedad cada una a su manera. Lou, la protagonista, es una chica con superdotación intelectual que no termina de encajar entre sus iguales. No, la coprotagonista, es una joven de dieciocho años que vive en la calle. Tras un encuentro fortuito, Lou se queda prendado de No por la sencillez del trato, “toda mi vida me he sentido siempre fuera, no importa dónde me encontrara, fuera de la imagen, fuera de la conversación, desfasada (…) y sin embargo ayer estaba ahí, con ella, habría podido dibujarse un círculo en torno a nosotras, un círculo del que yo no estaba excluida, un círculo que nos envolvía y que, durante unos minutos, nos protegió del mundo”. La relación entre ellas irá enriqueciéndose gracias a que Lou prepara un trabajo para el instituto sobre las personas sin hogar. A Lou le apasiona la Lengua, especialmente la Gramática porque “revela el sentido oculto de la historia, disimula el desorden y el abandono, enlaza elementos, aproxima a los contrarios, la gramática es un método formidable de organizar el mundo como querríamos que fuese” y vive cómodamente en esa realidad de verdades ocultas. Sin embargo, el trabajo para el instituto y, especialmente, la relación con No le abrirá la mente y descubrirá la realidad áspera, fría e incómoda de las personas sin hogar, “mi cuaderno está lleno, he hecho más y más búsquedas en Internet, he analizado cifras, estadísticas, tendencias, pero nada de eso tiene sentido, nada de eso es comprensible, ni siquiera con el mayor coeficiente de inteligencia del mundo, aquí estoy, el corazón destrozado, sin voz, frente a ella, no tengo respuesta, estoy aquí paralizada, cunado bastaría con cogerla de la mano y decirle ven a mi casa”. Esta idea de llevársela a casa es una idea que le ronda la cabeza constantemente a Lou que no se explica que “uno sí puede llevarse los perros a casa, pero a los sin techo no”. La indignación de Lou crece y se plantea la deriva de la sociedad y la insolidaridad con quienes nos rodean, “somos capaces de enviar aviones supersónicos y cohetes al espacio, (…) de almacenar en un chip microscópico miles de millones de datos. Somos capaces de dejar morir a gente en la calle”.
No y Lou mantendrán su relación con momentos álgidos y otros más dramáticos, pero su amistad será inquebrantable. Una vez entregado el trabajo y obtenida una muy buena calificación y el aplauso (inesperado para Lou) de la clase, la amistad se enfría pero no desaparece. La retomarán y se redoblará la apuesta de Lou por No, ahora con una percepción más crítica del mundo, perdiendo la fe por la Gramática, “antes creía que las cosas tenían una razón de ser, un sentido oculto (…) Pero es una ilusión pensar que hay buenas o malas razones, y en eso la gramática es una mentira por hacernos creer que las oraciones se articulan entre sí según una lógica que el estudio revela, una mentira perpetuada desde hace siglos, pues ahora sé que la vida no es más que una sucesión de pautas y desequilibrios cuyo orden no obedece a ninguna necesidad”. El egoísmo, la individualidad, el pasotismo y el silencio sobre los sin hogar ahora son actitudes violentas para Lou, “antes de conocer a No, creía que la violencia estaba en los gritos, en los golpes, la guerra y la sangre. Ahora sé que la violencia también está en el silencio, que a veces es invisible a simple vista. (…) La violencia es aquello que se nos escapa, que calla, que no se muestra, la violencia es aquello para lo que no hay explicación, eso que permanecerá oculto para siempre”.
La novela narra una historia bonita, con mucha carga pedagógica gracias a un potente aparato axiológico y reivindicativo. De Vigan la construye sin alardes técnicos ni virguerías. Sin personajes rompedores, sin entornos inolvidables, ni giros de guion inesperados. A pesar de la fragilidad patente a lo largo de toda la historia, la amistad entre ellas sobrevive. El perfil de Lou como chica superdotada se parece al que aparece al personaje protagonista de Algún día este dolor te será útil de Peter Cameron (perdonadme por la reseña, está cogida de Instagram cuando no escribía estas parrafadas) y se aleja del perfil de la protagonista de El último samurái de Helen DeWitt recientemente reseñado. No sé si el libro ha cumplido las expectativas porque estas se me han olvidado. La historia me atrapó y creo que el texto funciona bien. Pasaréis buenos ratos y guardaréis un buen recuerdo de la novela. Tampoco entrará en vuestros estantes de libros destacados, pero no os arrepentiréis de haberlo leído. A veces a los libros no hay que pedirles más que eso.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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