Reseña de Alta fidelidad de Nick Hornby

Un libro para melómanos

Hace más de dos años que me apunté este libro en mi lista de “pendientes”. Llegué a él por una recomendación a partir de la lectura de El amor dura tres años de Beigbeder. Alguien me dijo (no recuerdo quién) que Alfa fidelidad era el opuesto a él. Tenía muchas ganas de leerlo y estaba descatalogado. Así que, gracias Anagrama por volverlo a editar en esta tirada del 50 aniversario (¡enhorabuena!).

Hornby nos cuenta la historia de Rob Fleming, un apasionado de la música, propietario de una tienda de discos en Camden en la que solo vende los discos que le gustan. Su amor por la música pop le lleva a algunas acertadas reflexiones, “las personas más desgraciadas que yo he conocido, románticamente hablando, son las que tienen un desarrollado gusto por la música pop. Y no sé si la música pop es la causante de esta infidelidad, pero sí tengo muy claro que han escuchado esas canciones infelices desde hace más tiempo del que llevan viviendo una vida más o menos infeliz. Así de claro”.

En su tienda trabaja junto a sus dos amigos Dick y Barry, tan inmaduros y obsesionados con la música como él. Los tres se entretienen compitiendo entre ellos para demostrar sus conocimientos musicales, grabando recopilaciones en cassete de sus canciones favoritas y haciendo listas (de cinco ítems) de todo lo que les gusta y lo que odian (algunas son divertidísimas). A sus casi 36 años, su novia Laura lo abandona por su incapacidad para comprometerse seriamente con algo, dejando a Rob destrozado. En ese momento de desesperación, Rob toma muchas decisiones estúpidas, pero hay una que me parece genial (y que no descarto en algún momento hacer yo mismo con mis libros): “esta noche me apetece algo muy distinto, así que voy a intentar recordar el orden en que los he ido comprando: de esa forma espero escribir mi propia autobiografía, pero sin tener que molestarme en coger la pluma”, este nuevo sistema de clasificación le produce sensación de seguridad porque nadie más podrá encontrar jamás un disco en su colección y “tendrás que pedirme que te lo encuentre, y por alguna razón esto me resulta de lo más reconfortante”. Hay más momentos en los que Rob habla de sus discos como yo podría hablar de mis libros, “¿Qué hay de malo en quedarte en casa con tu colección de discos? No tiene nada que ver con coleccionar sellos, o posavasos de marcas de cerveza o dedales antiguos. En una colección de discos hay todo un mundo, un mundo más simpático, más guarro, más violento, más apacible, más lleno de color, más sórdido, más peligroso, más adorable que el mundo en el que vivo; en él hay historia, geografía, poesía y otras mil cosas que debería haber estudiado en el instituto o en la facultad, incluyendo música”. Tal cual. Así de nítido lo veo también en el caso de los libros.

La historia de amor es una disculpa para profundizar en la personalidad de Rob. Su desesperación aumenta cuando descubre que Laura ha comenzado una relación sentimental con Ian Raymond, un vecino al que Rob siempre ha odiado. Tras la ruptura, una de las decisiones estúpidas que toma Rob es ponerse en contacto con sus antiguas novias, descubriendo que la mayoría de ellas guardan un mal recuerdo de él. Y es que Rob va a ser un puto engreído, un niñato gilipollas, egoísta y zoquete con todo el mundo (especialmente con Laura) y no sabrá cómo gestionar la situación, “Si consigo que admita que todavía existe una posibilidad, por pequeña que sea, de que podamos arreglar las cosas, todo me resultará mucho más llevadero: si no tengo que ir por la vida sintiéndome dolido, incapaz, hecho una pena, creo que podré sobrevivir sin ella. Dicho de otro modo, soy infeliz porque ella no me quiere; si logro convencerme de que me quiere un poco, volveré a estar en condiciones, porque entonces yo no la querré, y así podré seguir en busca de otra”. Gañán. Laura pronto sentirá remordimientos por haber abandonado a Rob algo que termina por descuadrar a nuestro protagonista, “Podría terminar con una noche de sexo, y la perspectiva, todo hay que decirlo, no me desagrada. ¿Qué mejor modo de exorcizar los demonios del rechazo que follarte a la mujer que te rechazó? Lo que pasa es que eso no sería acostarte con una persona, no; sería acostarse con toda una cultura unipersonal y más que nada triste”. Pero Laura es una mujer cargada de paciencia (¿todas las lauras son iguales?) que se mantiene cerca de Rob intentando que él confíe más en sí mismo, “por eso estamos juntos, porque tú tienes mucho potencial, y yo estoy contigo para conseguir que todo eso salga a relucir”. Eso es amor, porque cualquier otra persona te hubiera dicho, “céntrate y me llamas”; así que os deseo a todos y a todas una “laura” en vuestra vida (la mía se llama Cristina, también vale). Poco a poco va consolidándose una relación más madura y el tono de las conversaciones es más interesante y menos quinceañero, “Rob, quiero que te des cuenta de que a mí lo que no me define del todo es la relación que pueda tener contigo”. A todo esto, durante su separación Rob conoció a una cantante americana, una persona genial y luminosa de la que se sentía profundamente atraído: Marie. Con la mirada adolescente que Rob tiene de las relaciones, se planteará ser infiel a Laura con Marie… pero aquí su personaje parece que se quita el velo hormonal de su mirada y se da cuenta de que “es absurdo, porque siempre que Laura me deje me sentiré hundido. Eso lo tengo muy claro. Por eso debería alegrarme que haya vuelto, ¿no? Así es como ha de ser, ¿no? Y así es como más o menos funcionan las cosas. Se trata de no comerse el coco a todas horas”.

Amor y música son los dos ingredientes principales de esta novela. Creo que funciona mejor la música que el amor. Al menos a mí me han parecido más interesantes las conversaciones, las divagaciones filosóficas, las notas de humor y, sobre todo, el criterio musical de los personajes. Digamos que la historia de amor es una más en un libro más (no lo presentaría como el contrapunto a El amor dura tres años, como me comentaron hace tiempo en Instagram). Lo que hace especial al libro es la música. Lo comenté en la reseña de Hacia la belleza de David Foenkinos, me gustan los libros que hablan de otras artes, en el caso anterior la pintura, ahora la música. Se habla mucho de música, se discute de música, casi al nivel que se discutía de literatura en el Club de la Serpiente, y eso es un gustazo para el lector. Al menos para mí. Esos ratos son los que hacen del libro una oportunidad para disfrutar de la lectura. Leed este libro si sois de los que vivís el Record Store Day como cualquier 4 de mayo dentro de la Estrella de la Muerte, si sois de los que ordenáis vuestros discos cada poco o de los que os pasáis tardes enteras mirando las portadas de las ediciones limitadas que guardáis como oro en paño.

Por cierto, hay película. No la he visto, solo me he atrevido con el tráiler. Y creo que es mejor el libro. Por el tráiler, parece que se centra demasiado en la historia de amor y en el tono de humor. Merece más la pena el libro. Seguro. Salvo honrosas excepciones, mejor el papel que el nitrato de celulosa.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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