Dinamita, sangre y carbón en la crónica de la época

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A bote pronto, todo lo que se refiera a Asturias me interesa. La gente, los viajes, la comida, el arte, la industria, la política, todo. Y si mezclas, periodismo, acontecimiento histórico, revolución y minería, más aun. Así que adquirí el libro con las expectativas altas. Y las sensaciones finales son antagónicas. Antes de entrar en este análisis, os quería recomendar una novela gráfica que relata con maestría esta misma revolución pero desde dentro, desde el lado de los mineros. Se llama «La balada del Norte» es de Alfonso Zapico y es genial. La edita Astiberri y de momento lleva dos tomos, aunque se prevé un tercero.

Tres periodistas en la revolución de Asturias es un compendio de tres crónicas elaboradas por periodistas de la época. Chaves Nogales (del que ya había leído algo antes), Díaz Fernández y Pla. Cada uno desde su cosmovisión dibuja un retrato de la revolución minera de 1934 muy particular. Sin dejar de ser crónicas, están cargadas de intencionalidad política. El libro comienza con la visión más pegada a la realidad, pues José Díaz Fernández estuvo dentro de la revolución, se paseó por Mieres y por Oviedo, subió a Campomanes y tuvo ocasión de reunirse con algunos cabecillas. Su visión es la más cruel y realista de la historia. El resto están exageradas. La de Pla es tan alarmista como conservadora. La de Chaves Nogales es más ecuánime, pero se deja llevar por la perspectiva estadista de los acontecimientos.

Es difícil leer una crónica periodística de un acontecimiento histórico. Lo primero porque los estilos no son los actuales (si Larra levantara la cabeza). Lo segundo porque están escritas con las balas sobrevolando las Hispano – Olivetti, sin perspectiva histórico – política (y yo ahora sí la tengo). Lo tercero y último, porque mi carga ideológica entra a jugar el partido y se generan discrepancias de posicionamiento. Me explico. Por un lado, siempre voy a estar de acuerdo con la lucha minera, una lucha de clases siempre merece mis respetos, y más si se ejecuta a cara de perro, con todo lo que tienes porque no tienes nada que perder, dice Chaves Nogales, «avanzaban hacia las fuerzas de Asalto que, con el fusil echado a la cara, les cortaban el paso, y yendo a pecho descubierto con el cinto lleno de cartuchos de dinamita y el cigarrillo para irlos prendiendo, en los labios. Tiraban un cartucho, y como sabían medir exactamente su fuerza explosiva, se retiraban solo lo estrictamente indispensable, mientras el adversario huía aterrorizado, perdiendo posiciones«. Por otro lado, en 1934 las cosas no estaban precisamente calmadas y la República se tambaleaba. Que sí, que el Frente Popular ganaría las elecciones de 1935, pero en el 36 estalla la Guerra Civil. Y el bando incívico y antipatriótico justificó su alzamiento por cuestiones como la revolución minera, así que…joder, sabiendo lo que pasó después, no puedo dejar de criticar a los mineros. Pero claro, ahora, con la perspectiva del fracaso posterior. En fin, un guirigai esto de leer crónicas históricas y disfrutarlas sin una mente crítica. Y en medio de todo este embrollo, tenía ganas de leer algo de Josep Pla, tan reconocido autor catalán. Pues bien, me ha decepcionado su crónica. Todo el prestigio que le acompaña (y que no soy quien para ponerlo en duda) se ensombrece por su partidismo. Tiñe su crónica con su visión conservadora de la política española, lo que le impide ser riguroso con los acontecimientos. Llega a exaltar al General Yagüe y al General López Ochoa, y trata a los revolucionarios como unas bestias sin alma ni razón; solo le concede cierto beneficio a Belarmino Tomás, pero quizás por ganar en credibilidad, no porque pensara que Belarmino era un hombre sensato.

Aun así, en este libro sobresale sobre los acontecimientos el estilo de los autores. Destaco dos momentos. El primero, el cierre de la crónica de Díaz Fernández, me parece preciosa: «Unos cayeron combatiendo y otros fueron capturados. Rotos, hambrientos, desamparados, fueron sucumbiendo sin gloria ni heroísmo. El Nalón y el Caudal, los dos ríos mineros, astrosos y lentos, llevan desde entonces en sus aguas la sangre de los parias, mezclada con la escoria y el carbón de la mina«. El segundo, la capacidad de análisis y el positivismo bien encauzado de Chaves Nogales, quien haciendo balance de la situación asturiana, destaca algunas claves que impidieron que se propagase más allá del Pajares: «Principalmente por lo que yo creo más importante de todo: el sentido de humanidad que tiene el pueblo español, revolucionario o no. Luego porque, a pesar de cuanto se viene predicando en contra, no es creíble que estén agotadas todas las posibilidades de humana convivencia entre los de arriba y los de abajo, los pobres y los ricos, los burgueses y los proletarios, como ellos dicen. Los jefes revolucionarios que lucharon contra sus propios secuaces para salvar la vida de los prisioneros no lo hacían románticamente, como puede creerse, ni por un impulso caballeresco de defender al débil -seamos también materialistas-, sino porque no habían perdido todavía la esperanza de que en un mismo lugar puedan convivir en lo sucesivo los de un bando y los de otro, los que quieren provocar una utópica revolución social y los que tienen el deber de contarle el paso. En medio de la ferocidad de la lucha, esta débil esperanza es la que ha evitado que Asturias se anegase de sangre«.

Lánzate al libro si te gusta la temática, si te atraen las crónicas periodísticas y te divierte la posibilidad de ver un mismo hecho histórico desde las plumas de tres reconocidos periodistas de la época.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

 

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