Rutina y bondad brillan en un libro enternecedor

Me encanta Haruf. Lo pienso cada vez que termino un libro suyo. Y no defrauda. Este es el tercero que leo. Antes he leído, y reseñado en este blog, Nosotros en la noche y La canción de la llanura. Este libro es la segunda entrega de la Trilogía de la Llanura.

En este caso, seguimos en Holt (Colorado, EEUU) y profundizamos en la vida de los hermanos McPheron y de Victoria y Katie Roubideaux, mientras nos presentan nuevos personajes que irán adquiriendo protagonismo a medida que avancemos. De fondo siguen las mismas preocupaciones que en el libro anterior (y me atrevería a decir que en toda la obra de Haruf), la fragilidad de los seres humanos, su bondad y su maldito egoísmo, la importancia de la familia (a pesar de todo y de todos), y el aroma embriagador y reconfortante del amor.

Me declaro fan absoluto de Kent Haruf. Os lo voy a recomendar mucho si me preguntáis qué leer. Me conmueve su capacidad narrativa. El tempo de sus historias. La profundidad de sus personajes. Consigue cautivar a través de tramas de lo más insípidas, triviales, insustanciales, fútiles. Porque Haruf parece decirnos que hasta el detalle más nimio, bien tratado puede ser digno de ser destacado. Si me preguntas, ¿qué ha pasado en el libro? Pues han pasado muchas cosas, pero en el fondo no ha pasado nada. Como en nuestras vidas. Haruf consigue convertir la rutina y el tedio en aventura narrada. Su estilo embriagador te envuelve página a página hasta que terminas el libro sin darte cuenta y con una sensación de bienestar de la que no te quieres desprender. Cuesta volver a la vida tras una novela de Haruf.

Os lo recomiendo si buscáis una lectura tranquila, reconfortante y emocionalmente estable, sin grandes sobresaltos, donde prime la bondad a la maldad. Lo disfrutaréis.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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