Un libro que te removerá por dentro y por fuera

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En la reseña anterior, rescataba una cita de la autora en la que afirmaba que con Burroughs y demás genios dementes de la Generación Beat descubrió como una revelación que «la suciedad también pudiera ser sublime«. Y es la mejor reflexión sobre la obra de Burroughs que vais a leer. No hay forma de explicarlo mejor. William Burroughs nos transporta al inframundo de la droga desde su experiencia más visceral y autodestructiva.

Burroughs no se corta nada. Como en Yonqui, nos muestra qué hay entre bambalinas en la vida de un drogodependiente. Pero en El almuerzo desnudo creo que llega a límites más desagradables que con Yonqui, es más repugnante, insultante y vomitivo. Con una desinhibición agresiva nos muestra rincones de ese inframundo que no tengo claro que los lectores quisiéramos conocer, pero Burroughs nos los presenta en todo su esplendor: trapicheos, engaños, las mejores técnicas para drogarse, efectos secundarios imaginables de las drogas. Y, por si nos estaba pareciendo poco, también se habla de sexo violento, pederasta, comprado y -la mayor parte de las veces- indeseado, pero inducido por las drogas. Entre todo este universo de mierda, perversión y delito, Burroughs tiene tiempo para hablar de política, medicina, filosofía, opresión, guerra…

Cada relato de la novela, está lleno de alucinación y paranoia. Los relatos son muchas veces independientes, tal y como advierte el propio autor en el Prefacio «La Palabra está dividida en unidades que juntas formarán una pieza y así deben ser tomadas, pero las piezas pueden ser consideradas en cualquier orden ya que están unidas en sentidos contrarios, dentro y fuera, arriba y abajo, como en una combinación amorosa interesante. Este libro expulsa la páginas en todas direcciones, caleidoscopio de panoramas, popurrí de melodías y ruidos callejeros, pedos y protestas y las cortinas metálicas del comercio que se bajan, aullidos de dolor y angustia y aullidos de simple lamentación, gatos copulando y rechinaste berridos de la cabeza de toro cortada, murmullos de brujo en trance de nuez moscada, cuellos rotos y mandrágoras que aúllan, sollozos del orgasmo, heroína silenciosa como el amanecer en células sedientas«. Toma ya. Ahora di que el libro es una mierda.

El libro es puto oro. Y es puto oro solo porque de vez en cuando Burroughs estalla en su genialidad y escribe cosas como «la imagen rota del Hombre avanza minuto a minuto, célula a célula… Pobreza, odio, guerra, delincuencia policiaca, burocracia, locura, síntomas todos del Virus Humano«. Y es puto oro por su increíble capacidad de generar imágenes potentísimas en muy poco espacio. Y creo que uno de los mejores ejemplos de toda la novela es el siguiente: «Y Hassan dio con un policía decente cada vez que le pescaron. En su expediente hay tres páginas de apodos que aluden a su prolijidad a cooperar con la ley, a «colaborar» como dice la pasma. Otros lo llaman de distinta manera. Ab el Amante de la Bofia, Marv el Chivato, Hebe el Cantante, Alí el Bufare, Sal el Soplos, el Hispano Llorón, la Soprano de Lujo, la Ópera del Bronx, el Mónago de los Polis, el Contestador Automático, el Charlatán Sirio, el Mamón Berreante, la Mariquita Musical, el Culo Chungo, la Loca Chivata, Leary el Estupa, el Duendecillo Cantarín… Gert Lengua Suelta. Puso una vez un sex-shop en Yokohama, vendió droga en Beirut, hizo de pincho en Panamá. Durante la II Guerra Mundial pasó a cosas mayores, se hizo con un Centra Lechera en Holanda y cortó la mantequilla con grasa de máquinas usada, controló el mercado de vaselina en el norte de África, y acabó por dar el gran golpe con los abotones. Prosperó y proliferó, inundado el mundo de medicinas adulteradas y mercancías falsificadas de todas clases. Repelente contra tiburones falsos, antibióticos cortados, paracaídas de desecho, contravenenos pasados, vacunas y sueros caducados, botes salvavidas agujereados«. ¿No os parece brutal? Pues cada relato, cada párrafo, es así. Recomiendo especialmente el capítulo dedicado a la burocracia, se titula ‘Interzonas’ y es divertidísimo.

Bueno, si el libro os sigue llamando la atención, lanzaros a él. No os vais a aburrir, eso seguro. Este libro llega a un límite al que no llega casi ningún otro libro que haya leído. Muy pocos escritores se han atrevido a ser tan brutalmente directos, por una parte, y tan descontroladamente libres en cuanto a la forma, la estructura o el estilo. Naturalmente, el libro fue inmensamente polémico cuando se publicó, por su contenido sexualmente explícito, homosexual y pedófilo. Pero si lees a Burroughs tienes que ser capaz de sacudirte todo tipo de constructo social que hayas aprendido en la escuela (y ser suficientemente decente como para no considerar el sexo homosexual algo deplorable, si es así, debes leer este libro y luego sacudirte el ramalazo fascista que tienes en la solapa). Dicen que Burroughs lo escribió en un estado lamentable, y que solo lo consiguió cerrar en un periodo de abstinencia. Seguro que terminó exhausto. Como exhaustos lo terminamos aquellos que nos lanzamos a su lectura. Porque aquí hay que venir libre de prejuicios, de miedos y de limitaciones. Burroughs exige ser leído a tumba abierta, a cara de perro, a pijo sacao. Y solo así, lo exprimirás y lo disfrutarás al máximo. Y entonces, seguro que no te olvidas de este libro. Porque marca, deja una huella indeleble en el recuerdo lector.

 

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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