Sin ser el mayor logro de la autora, la moraleja es importante
Este libro fue mi última colaboración con Bookish hace unos años y lo tenía olvidado en una estantería. Antes de leer este, pasó por la librería y leí Hamnet y, recientemente la autora acaba de publicar El retrato de casada. Así que, manteniendo mi insistencia en no dejarme arrastrar por las novedades editoriales, hoy os traigo Sigo aquí, de Maggie O’Farrell, editado por Libros del Asteroide y publicado en 2019. De momento, puedo adelantaros que me quedo con Hamnet.
En Sigo aquí van pasando diferentes situaciones vividas por la autora: un parto se complica más allá de lo razonable; a una niña le diagnostican una enfermedad incurable que la tiene encamada durante más de un año; una adolescente es agredida por un extraño mientras pasea por el campo; el avión en el que una joven viaja a Asia se precipita al vacío; una mujer se salva por los pelos de ser atropellada. Estos y otros episodios son “roces con la muerte”, sucesos que pudieron terminar en desastre, diecisiete momentos clave de su vida que revelan una manera de ser y estar en el mundo. Para la autora, “las experiencias cercanas a la muerte no son nada único ni excepcional. No son tan raras; me atrevería a afirmar que todo el mundo las ha tenido en algún momento, aunque no se diera cuenta (…) Pululamos por ahí todos como atontados, viviendo un tiempo prestado, hurtando los días, librándonos del destino, resbalando por los resquicios sin saber cuándo va a caernos el hacha encima (…) Percibir esos momentos te cambia. Aunque intentes olvidarlos, darles la espalda, ningunearlos con un encogimiento de hombros, se cuelan dentro de ti pese a todo. Se instalan en tu interior y forman parte de lo que eres”. Si me tuviera que quedar con alguno de ellos serían el del Cerebelo (enfermedad propia) y el de la Hija; me parecieron muy cercanos y que se leen con un nudito en el estómago. El de la enfermedad propia, cuando O’Farrell era una niña, me ha tocado la patata; con mucho acierto defiende la autora que “cuando eres pequeña, nadie te dice que vas a morir. Tienes que averiguarlo por ti misma. Las pistas pueden ser: que tu madre llore pero finja que no; que te separen de tus hermanos; que los médicos te miren con una expresión concentrada, grave, y con cierta fascinación; que tus familiares hagan largos viajes para venir a verte. Otras señales seguras son: habitaciones de aislamiento en el hospital, terapias agresivas y grupos de estudiantes de medicina. Véase también: grandes regalos”. Doy fe de todo esto. Yo lo he vivido y es tal cual. Y es que todo lo que se cuenta es cierto, pero la forma en que se cuenta es la forma en la que se contaría de no serlo; en este sentido, la autora explica en una entrevista en El País que “lo he enfocado como una novela, y no una sobre la muerte, sino una sobre lo que significa estar vivo, haberme librado todas esas veces de no estar en ninguna parte ya, alegrarme por todo este tiempo de descuento”.
Son muchos los piropos que se llevó este libro en su momento, y seguramente todos sean merecidos, sin embargo, hay muchos pasajes que yo olvidaba casi al terminar el capítulo. Plantea algunas reflexiones pertinentes y quizás lo más importante del libro es que habla de la muerte con mucha naturalidad lo que permite al lector darse cuenta de lo frágiles que somos, de lo cerca que estamos de no ser nada, y eso nos debería servir para enfocar nuestra vida de otra forma, quizás más hedonista. No sé, a mí el tema de la muerte me suele animar a vivir y, si leer es vivir dos veces, no nos muramos dos veces pero leamos todo lo que podamos antes de morir.
¡Nos vemos en la próxima reseña!