La obsesión por la verdad y la belleza en una obra desenfadada
Es muy gustoso cuando una obra desconocida para mí, de un autor al que era totalmente ajeno, me hace sumergirme tanto en ella que pierdo la noción del tiempo mientras leo. Y es lo que me ha pasado con Que no te quiten la corona de Yannick Haenel editada por Acantilado. Es de esas obras que recomendaré durante mucho tiempo. Sin que suponga un aporte fundamental a la literatura, es una novela muy entretenida, ágil, inteligente y divertida, con una de las cosas que más disfruto cuando leo: las referencias cruzadas con otras obras de arte (del género que sean).
Que no te quiten la corona cuenta la historia de Jean un paisano de cuarenta y nueve años, que vive enclaustrado en un estudio y se pasa los días viendo Apocalypse Now una y otra vez, mientras se emborracha. A pesar de su aparente desidia y abandono, ha escrito un monumental guion sobre la vida de Herman Melville, el autor de Moby Dick, que sólo Michael Cimino, el director maldito de El cazador, podría llevar al cine. Así que a fin de conocerlo se embarca en una búsqueda asombrosa, la de la verdad que resplandece entre el cine y la literatura, que lo conducirá a una serie de aventuras tan cómicas como extravagantes entre París, Nueva York, Colmar y un lago en Italia. La chispeante novela de un escritor que vive la literatura y poetiza la vida. Jean está obsesionado con el ciervo blanco de Cimino, una metáfora de la verdad ante la que bajar las armas, cesar la caza, como en la escena final de El cazador. Jean intuye que ha encontrado el camino para llegar a ver el ciervo blanco.
Me gustan las novelas que se nutren de referencias culturales. Últimamente me ha pasado con La amante de Wittgenstein, y ahora me ha pasado con esta obra de Haenel. Un autor que tiene la destreza de recoger en poco menos de trescientas páginas un combinado tan explosivo como el que figura en esta novela, solo puede merecer mi más absoluto respeto; porque además derrocha buen gusto. Haenel mezcla cine (a Coppola y su infinita Apocalypse Now, a Cimino y su complejidad cinematográfica, a Klaus Kinski y su hipnótica y atractiva fealdad), música (Joy Division, Jim Morrison y The Doors), literatura (Melville y Moby Dick, Lowry y Bajo el volcán, La rama dorada de Frazer, Ovidio y La Metamorfosis -con el reconocible pasaje de Artemisa y Diana Cazadora- o Shakespeare y La tempestad) y pintura (El jinete polaco de Rembrandt o El retablo de Isenheim de Grünewald). Parece difícil, pero es que todas estas obras maridan muy bien. La novela es inteligente, mantiene un sentido del humor decadente y magnético que consigue atrapar al lector en esa obsesión por la búsqueda de la verdad y la belleza a la que está sometido Jean. Una pequeña joya que os recomiendo vivamente.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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