Reseña de Bajo el volcán de Malcolm Lowry

Una obra maestra sobre la autodestrucción y la bajada a los infiernos de un alcohólico

 

Poco a poco voy llenando vacíos literarios. Tenía ganas de leer a Lowry. Tenía pendiente este novelón. Bajo el volcán es una novela, en parte autobiográfica, escrita durante diez años por un joven Lowry. ​ Es considerada como su obra maestra y como una de las mayores obras de la literatura de todos los tiempos. En el año 1999 la editorial Modern Library incluyó a la novela en el puesto undécimo de su lista de las 100 mejores novelas en habla inglesa del siglo XX.

La acción de la novela transcurre en el Día de Muertos de 1938. El protagonista es Geoffrey Firmin, un excónsul británico enganchado al tequila y al mezcal, que sobrevive en la ciudad mexicana de Cuernavaca. Durante ese día le acompañan su exmujer Yvonne y su hermanastro Hugh. Ambos guardan oscuros secretos que Geoffrey descubre y ellos arrastran. Pero quién más sufre es Geoffrey y de esa bajada a los infiernos trata el libro, al menos en el plano más superficial, porque el propio ​Lowry en el prólogo del libro explica que “esta novela tiene como tema las fuerzas que moran en el interior del hombre, y que le llevan a asustarse de sí mismo. El tema es también el de la caída del hombre, el de sus remordimientos, el de su incesante combate hacia la luz bajo el peso del pasado, el de su destino. (…) Es uno de esos muchos planos de significación, la borrachera del cónsul debe simbolizar la borrachera universal durante la guerra, o durante el período que la precedió, o no importa cuándo. A lo largo de los doce capítulos el destino de mi héroe puede ser considerado en relación con el destino de la humanidad”.

Yvonne vuelve al lado de Geoffrey, pero este ya está nadando en tequila y mezcal, “bien sabe Dios que ya te he visto en tal estado, decían sus pensamientos, decía su amor en toda la penumbra del bar, ya demasiadas veces para que de todas maneras me sorprenda. Me estás rechazando de nuevo. Pero ahora hay una diferencia radical. (…) ¿por qué no puedes volver atrás? ¿Tienes que quedarte por siempre y para siempre en esta oscuridad estúpida, buscándola, aun ahora, allí donde no puedo alcanzarte, en la oscuridad de la separación, de la desunión para siempre? ¡Oh, Geoffrey! ¿Por qué haces esto?” Y Geoffrey es un ser atormentado que “vivía en el centro mismo de su culpa, una culpa que, a todas luces, lo sustentaba de un modo inexplicable…”. Geoffrey ha caído en el alcoholismo, sufre una enfermedad atroz, una enfermedad que “no solo está en el cuerpo sino en aquella parte a la que le llamaban alma”. Y es que el excónsul es consciente de su desastrosa situación, quiere cambiar… pero no puede, el alcohol le atrapa y le inunda por dentro. Suele decirse que es una novela que habla sobre el alcoholismo. Desde luego su protagonista padece esa enfermedad, pero eso no es sino una consecuencia de sus verdaderos problemas: el vacío existencial, la desorientación vital, la caída de un hombre maduro en un mundo carente de referentes morales. Ese desasosiego que siente Geoffrey está muy bien tratado en un momento en el que va paseando solo y lo que tiene a su alrededor le susurra improperios, “eres un traidor, parloteaban las hojas de los plátanos. Y también un cobarde, añadieron caprichosas notas musicales (…) Por tu culpa, dijo el viento”. A su caída contribuye Yvonne en su intento desesperado por recuperarle, pero en el fondo solo le hunde más con preguntas como “¿no te queda nada de ternura ni de amor por mí? (…) ¿No puedes pensar en otra cosa sino en las copas que vas a beber?” En los breves instantes en los que Geoffrey recuperaba la lucidez era capaz de ilusionarse con Yvonne y le reconoce su amor “Sí te amo”, pero también la imposibilidad de llevarlo a término “solo que… (nunca podré perdonarte lo bastante, ¿era eso lo que pensaba decir?)”.

Bajo el volcán también es la historia de dos alter egos de Lowry, o de dos momentos o estados de ánimo. Porque el hermanastro del Cónsul, Hugh Firmin, es también en gran medida el escritor, en este caso su parte positiva, seductora y eufórica. Como no podría ser de otro modo, la relación entre “los dos Lowrys” no será fácil: Hugh, el viajero, el héroe militante, el escritor prolífico, el amante de éxito, luchará por recomponer varias veces al excónsul a lo largo del día en que transcurre la novela. El excónsul, a su vez, reprochará a Hugh la insensatez y el romanticismo, así como otras cuestiones sentimentales más concretas. En última instancia, el fracaso de Hugh en su intento de “enderezar” a Geoffrey revelará que el heroísmo edulcorado, la brillantez y la militancia del primero no se encuentran tan lejos del sopor alcohólico y violento de Geoffrey, y esconden a un personaje consentido, que prolonga su adolescencia mimada soñando con una izquierda imaginaria.

La novela tiene momentos estelares, uno de ellos es esta metáfora sobre las segundas oportunidades en el amor: “Después de que la humedad y los desperdicios ejecutaran su obra las dos mitades separadas de aquella roca reventada se desmoronarán. Era inevitable (…) ¿Sería así en efecto? ¿Acaso no había algún medio para salvar a esa pobre roca, de cuya inmutabilidad poco antes nadie se hubiera atrevido a dudar? ¡Ah! ¿Quién hubiera osado imaginarla sino como una sola roca íntegra? Pero aun concediendo que se hubiera partido, ¿no habría manera (…) de salvar al menos las mitades separadas? No la había”. Lo que hace que Bajo el volcán merezca varias relecturas es la mezcla de lucidez, compasión, miseria y rabia que marca cada intento de recuperación y cada recaída presente en la pesadilla que viven los personajes. Seguramente Tom Kirstensen leyó Bajo el volcán antes de escribir su gran Devastación. Al menos a mí me recuerda bastante a esa bajada a los infiernos que vive Ole Jastrau, el protagonista de Devastación. Por otra parte, Lowry mantiene esa dejadez y esa desazón que sufren los Beat con personajes cargados de infiernos personales con repercusiones sociales más o menos determinantes que intentan ahuyentar a través del alcohol y las drogas. Entre estas referencias también hay que encuentra similitudes con el Ulises de Joyce por el horizonte temporal de la novela (transcurre en un día), incluso hay quienes señalan que Bajo el volcán iba a formar parte de una trilogía en la que Lowry mostraría los tres escenarios de la Comedia de Dante a través de tres novelas distintas, donde Bajo el volcán representaría al Infierno.

Lowry tardó 10 años en terminar esta obra maestra del siglo XX ambientada en México y escrita en una prosa exquisita y seguro que ahora permanecerá en mi memoria por más tiempo. Os animo a dejaros llevar por el efecto narcótico de la narrativa de Lowry y el efecto evasivo de la realidad que comparten el alcohol y la prosa de un alcohólico. De hecho, dicen que la novela jamás hubiese sobrevivido al delirio autodestructivo del autor si no llega a ser por su editor y amigo leal, Albert Erskine, quien creyó como nadie en su talento. La disfrutaréis y estaréis unos días sin querer probar una gota de alcohol. Dos veces bueno.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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