Una reflexión sobre la novela de ficción como artefacto para cambiar el mundo
Temo estar siendo demasiado insistente con Javier Cercas, pero es que llevo una temporada que todo lo que cae en mis manos escrito por él me encanta. Hoy os traigo, El punto de ciego. Las conferencias Weidenfeld 2015 editado por Literatura Random House en 2016 y al que he llegado como se llega a las cosas que merecen la pena, de potra. Pero celebro cada casualidad que me llevó a coger entre mis manos este librito tan cargado de ideas interesantísimas. Por cierto, si queréis una crítica a la altura del libro no leáis esta y leed la de Alberto Manguel en Babelia.
En 2015 Javier Cercas ocupó en la Universidad de Oxford la cátedra Weidenfeld de Literatura Europea Comparada, honor en el que le habían precedido figuras como George Steiner, Mario Vargas Llosa o Umberto Eco; basándose en las conferencias allí impartidas, Cercas ha escrito un libro que posee la coherencia estructural y la voluntad estilística de una novela. En él desarrolla la idea de las novelas del punto ciego. Las novelas del punto ciego son [permitidme tanta literalidad] “aquellas en cuyo centro hay siempre un punto ciego, un punto a través del cual no es posible ver nada. Ahora bien, es precisamente a través de ese punto ciego a través del cual, en la práctica, estas novelas ven (…) al principio de todas ellas, o en su corazón, hay siempre una pregunta, y toda la novela consiste en una búsqueda de respuesta a esa pregunta central; al terminar esa búsqueda, sin embargo, la respuesta es que no hay respuesta, es decir, la respuesta es la propia búsqueda de una respuesta, la propia pregunta, el propio libro. En otras palabras, al final no hay una respuesta clara, unívoca, taxativa; solo una respuesta ambigua, equívoca, contradictoria, esencialmente irónica, que ni siquiera parece una respuesta y que solo el lector puede dar”. A partir de esta idea, Cercas propone un apasionante recorrido literario por obras y autores que le ayudan a conceptualizar las novelas del punto ciego. Yo me llevo algunas ideas interesantes y me surge una ausencia importante. La primera idea de todas es que la mejor literatura es la que no lo parece, “la mejor literatura no es la que suena a literatura, sino la que no suena a literatura; es decir: la que suena a verdad. Toda literatura genuina es antiliteratura”, esta idea de la fluidez y la ausencia del artefacto para que funcione por sí mismo; quitar a Gepetto para que Pinocho parezca real. La segunda es que la novela no es un género menor de puro entretenimiento, al contrario, “la novela no es un entretenimiento (o no solo es eso); es, sobre todo, una herramienta de investigación existencial, un utensilio de conocimiento de lo humano (…) sirven, de entrada, para hacer vivir el tiempo, para volverlo más intenso y menos trivial, pero sobre todo sirven para cambiar la forma de percepción del mundo del lector; es decir: sirven para cambiar el mundo” y las novelas del punto de ciego dan un pasito más, porque plantean preguntas sin respuestas y, sobre todo, subliman la duda, “las novelas del punto ciego irritan y desconciertan a los dogmáticos, los sublevan porque sienten o intuyen con razón que representan una ofensiva en toda regla contra las certidumbres sin fisuras y las verdades eternas con las que se sostienen”. La tercera idea que rescato de estas magníficas conferencias de Cercas es la del buen escritor como aquel que “afronta un problema complejo y que, en vez de resolverlo, lo vuelve más complejo todavía (y un escritor genial es aquel que crea un problema donde antes de él no existía ninguno) (…) los malos escritores nos simplifican la vida y los buenos nos la complican (y complicándola nos la enriquecen) (…) como decía Faulkner, las novelas encienden una cerilla en medio de la impenetrable oscuridad que nos rodea” y con ella, en lugar de no ver nada “vemos la oscuridad”. La ausencia que me ha surgido tiene que ver con la literatura rusa del siglo XIX. Cuando Cercas delimita la novela moderna y destaca a Balzac, Proust, Flaubert, Joyce, Kafka, Mann, Broch o Musil, a mi me faltan, al menos, Dostoievski y Tolstoi, que para mí son la cima de la novela moderna. Pero yo no soy un entendido y sospecho que Cercas no se ha olvidado de ellos; si los ha dejado fuera, tendrá una razón y no sé si algún día sabré cuál es (pero me encantaría).
Junto con estas tres grandes ideas, y muchas otras que no destaco para no hacer eterna la reseña, me llevo una lista de lecturas, que sin ser nuevas incorporaciones a la lista de “pendientes” ahora pasan a posiciones más preferentes, como Moby Dick de Melville o las novelas de Vargas Llosa La ciudad y los perros y La guerra del fin del mundo. Y, por último, arrimando el ascua a mi sardina, utilizaré esta idea de que las novelas plantean preguntas sin pretensión de respuestas para profundizar en la importancia de que los docentes sean lectores fuertes, porque leer novelas de ficción les servirá para interpretar y dialogar con las preguntas y las posibles respuestas. Si, como ha escrito recientemente Chris Higgins, “la educación es la conversación en curso que tiene lugar en el espacio abierto por la pregunta de qué es aquello que más y mejor favorece el crecimiento humano”, seguramente las novelas de ficción nos ayuden a enriquecer las posibles respuestas.
¡Nos vemos en la próxima reseña!