Reseña de El mundo de ayer. Memorias de un europeo de Stefan Zweig

Un testimonio fundamental para entender el pasado, el presente y el futuro de Europa

Siempre es un placer leer a Zweig. No he leído nada que me haya decepcionado, nada especialmente sobrecargado, ni hiperbólico, ni escaso, ni sesgado. Zweig tiene la infrecuente capacidad de dotar a su obra de una precisa elegancia rica en recursos. No recuerdo qué fue lo primero que leí de él, pero siempre me ha cautivado. En el blog tenéis reseñas de algunas de sus obras y seguro que con el tiempo subiré más, porque tenemos la enorme suerte de Stefan Zweig fue un escritor prolífico. En esta ocasión os traigo El mundo de ayer. Memorias de un europeo, un libro que con mucho gusto incorporo a la iniciativa #librosporlaconcordia porque si algo nos enseña Zweig es que nos va mejor cuando cooperamos, cuando trabajamos juntos desde la tolerancia, el respeto, el humanismo y el sentido democrático.

El mundo de ayer es un ejercicio autobiográfico conmovedor y atractivo. Un testimonio imprescindible para entender el periodo entreguerras y todo lo que vino después, “es la época la que pone las imágenes, yo tan solo me limito a ponerle las palabras”, y asumiendo que “la memoria es una fuerza que ordena a sabiendas y excluye con juicio”. Su testimonio es importante porque Zweig ha disfrutado y sufrido los extremos, “he sido homenajeado y marginado, libre y privado de libertad, rico y pobre. Por mi vida han galopado todos los corceles amarillentos del Apocalipsis, la revolución y el hambre, la inflación y el terror, las epidemias y la emigración; he visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea”. Sin embargo, Zweig reconoce que no lo vio venir, que vivía en una ilusión, “Nunca he confiado tanto en la unidad de Europa, nunca he creído tanto en su futuro como en aquella época, en la que nos parecía vislumbrar una nueva aurora. Pero en realidad era ya el resplandor del incendio mundial que se acercaba”. Esto debe servirnos a nosotros como aprendizaje: los totalitarismos no se ven venir, se disfrazan de ingenuidad y brotan cuando ya han invadido el sistema. El libro es una advertencia continua a que aprendamos de los errores, “en aquella época, cuando la propaganda nunca se había utilizado en tiempos de paz, los pueblos creían a pies juntillas todo cuanto salía impreso” y este fanatismo llegó a la cultura, “Shakespeare fue proscrito de los escenarios alemanes; Mozar y Wagner, de las salas de conciertos franceses e ingleses; los profesores alemanes explicaban que Dante era germánico; los franceses, que Beethoven era belga (…) No bastaba con que todos los días miles de ciudadanos pacíficos de aquellos países se matasen mutuamente en el frente: en la retaguardia se insultaba y difamaba a los grandes muertos de los países enemigos que desde hacía siglos reposaban mudos en sus tumbas”.

Por eso Zweig escribe este libro, porque “la verdadera misión del escritor consiste en defender y proteger lo común y universal en el hombre”. Por eso este libro es un canto a la concordia, al entendimiento, a la paz, a la tolerancia y a la cultura. Un homenaje a Viena y a otras grandes ciudades europeas como Berlín, Zurich o Paris. Y es que Zweig fue un incesante viajero, primero por placer y después por supervivencia, conoció gran parte de los países europeos junto a los intelectuales de la época y esas amistades fueron fundamentales en sus posteriores huidas. En esta segunda parte, la emigración forzosa, el autor nos ofrece una mirada sosegada pero cargada de sentido de la responsabilidad con las generaciones venideras; Zweig alerta sobre los nacionalismos y la estrechez de sus miras, porque viajar da amplitud y sentido humano planetario: “a medida que cambia la distancia de la patria, también cambia la medida interior de las cosas. Muchas pequeñeces que antes me habían preocupado en exceso, a mi regreso las empecé a considerar como tales y dejé de tener a nuestra Europa como el eje eterno de nuestro universo”. Ante todas las calamidades que fueron aconteciendo en Europa, ante la propaganda, el despotismo, la falta de criterio, la mentira, el engaño, la violencia, la persecución social, política y cultural, Zweig se iba desesperando y terminó por coger la única salida posible, “solo había una salida: recogerse en sí mismo y callar mientras los demás delirasen y vociferasen. No era fácil, porque ni siquiera vivir en el exilio es tan malo como vivir solo en la patria”. Esta salida fue útil durante un tiempo, pero la llegada del nazismo le hizo tomar partido, “¡era preciso luchar contra la guerra! (…) Había reconocido al adversario contra el cual tenía que luchar: el falso heroísmo que prefiere enviar al sufrimiento y a la muerte primero a los demás; el optimismo barato de profetas sin conciencia, tanto político como militares que, prometiendo sin escrúpulos la victoria, prolongan la carnicería y, detrás de ellos, el coro que han alquilado, todos esos “charlatanes de la guerra”, como los estimagtizó Werfel en su bello poema (…) Era la pandilla de siempre que llamaba cobardes a los prudentes, débiles a los humanitarios, para luego no saber qué hacer, desconcertada, en la hora de la catástrofe que ella misma irreflexivamente había provocado”.

En otro orden de cosas, me gustaría destacar aquí su reflexión en torno a la educación. Zweig tiene una visión descreída: “toda mi época escolar no fue sino un aburrimiento constante y agotador que aumentaba de año en año debido a mi impaciencia por librarme de aquel fastidio rutinario”, exculpa a los docentes “nuestros maestros tampoco tenían la culpa del desolador ambiente que reinaba en aquella casa (…) se sentían tan felices como nosotros cuando, al mediodía, sonaba la campana que nos liberaba a todos”, y es que Zweig donde realmente se sentía cómodo era rodeado de los intelectuales de la época: “la mejor academia, el lugar donde mejor se informaba uno de todas las novedades, era el café”. Fue un alumno brillante a pesar de la poca importancia que le daba a lo que allí acontecía; cultivaba su mente y su espíritu mientras descuidaba su cuerpo, “lo que uno ha descuidado en lo referente a sus músculos aún puede recuperarlo algún día, mientras que el impulso espiritual, la capacidad de captar del espíritu, tan solo se adquiere en los decisivos años de formación y solo aquel que ha aprendido a expandir su alma a los cuatro vientos a tiempo, es capaz más tarde de abarcar el mundo entero”. [Esto voy a utilizarlo en una investigación que tenemos en marcha]. La importancia que otorga Zweig a la educación no es desdeñable y todo el libro está repleto de referencias a la formación, el sistema educativo, los docentes o la importancia de la Literatura. Por deformación profesional voy a destacar aquí su visión sobre la formación universitaria. Para Zweig, los buenos libros podían sustituir a la mejor universidad, “por muy útil y provechosa que pueda ser la actividad académica para los talentos medianos, yo la encuentro superflua para los espíritus creadores, en los que puede incluso tener un efecto contraproducente (…) la universidad acabó dándome lo único que quería de ella: unos cuantos años de total libertad para vivir a mi antojo y consagrarme al arte: universitas vitae”.

Estamos ante una obra magnífica, fundamental para entender hoy Europa, los nacionalismos, el uso partidista de los medios de comunicación, cómo funcionan los totalitarismos o qué papel tiene que jugar la cultura y los intelectuales. El libro tiene algo que me ha parecido maravilloso y es que Zweig sitúa por encima de los políticos y de las naciones a los poetas, los dramaturgos, los literatos, los compositores o los pintores. Personalidades como Joyce, Rolland, Kafka, Shakespeare, Goethe, Erasmo, Freud, Lorca o Dalí, son quienes crean, contribuyen y refuerzan la idea de Europa. Es la cultura el motor de Europa, no la economía, ni la política. Europa se construye desde la cultura, desde el debate y el intercambio de ideas, desde la reflexión conjunta, sosegada, rigurosa e intelectual. Me gusta pensar que este es el libro que no pudo escribir Unamuno sobre este mismo periodo en España, pero que nos hubiese hecho mucha falta. Leamos a Zweig para aprender del pasado y de su testimonio, de su visión del mundo y de los acontecimientos. Su pluma es un bisturí quirúrgico, preciso e incisivo, unas gafas con cristales intelectuales que nos aportan claridad y virtuosismo, si la cortesía del maestro es la claridad, Zweig es un hombre clave para analizar el pasado, el presente y el futuro de Europa. Más solidaridad y cooperación. Más internacionalismo y menos fanatismo nacionalista. Más Zweig y menos Brexit, VOX, Orban, Le Pen o Lech Walesa. Leamos a Zweig para aprender del mundo de ayer y construir un mundo mejor.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

10 comentarios sobre “Reseña de El mundo de ayer. Memorias de un europeo de Stefan Zweig

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  1. Un libro excelente, de esos que se pueden denominar en términos culinarios como «una delicia», como «La invención de la naturaleza» de Andrea Wulf o «El país donde florece el limonero» de Helena Attlee. Aunque el momento cuando Zweig ve su casa en Salzburgo desde el tren que lo lleva al exilio es de las más emotivas que he leído jamás. Lo que no me cuadra en tu reseña es lo de «menos de Lech Walesa». ¿Qué tienes en contra de él? Por muy cátolico que sea, sigue del lado luminoso de la fuerza. Zagajewski diría lo mismo.😉

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      1. ¿Con cuestiones políticas? Después de leer tus reseñas de Andrzejewski y Zagajewski, pensaba que no comulgabas con el comunismo à la URSS en contra del cual luchó Walesa. Quizás te hayas equivocado de persona porque poner a Walesa y Orban juntos me parece una aberración. De todas formas, él ya no pinta nada en la política y funciona más bien como un símbolo de lucha pasada contra el sistema comunista. No pienses que estoy troleándote ni nada parecido. Me gusta mucho tu blog, uno de muy pocos realmente interesantes en España por la selección de libros que reseñas. Lo único que pretendo es aclarar este asunto.

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  2. Muy interesante la reseña. Soy un gran admirador de Zweig y este libro lo tengo pendiente de leer. Se encuentra en mi estantería, pero estoy esperando a leer todo lo que me queda pendiente de él porque creo que va a ser interesante su lectura una vez conocida sus otras obras, al objeto de entender un poco mejor su carácter y personalidad.

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  3. Pingback: Europeos

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