La primera novela psicológica de la Historia trazada con maestría. Un auténtico lujo.
Entre lecturas contemporáneas, novedades editoriales y algunos clásicos de menor calado, intento leer algún clásico universal. Libros a los que cualquier lector que se precie debe acudir en algún momento. Sostengo que a estas lecturas se llega por propio interés y no por ninguna clase de imposición social. Por ejemplo, yo aun no he leído El Quijote, pero lo leeré en cuanto encuentre una edición que me convenza. Hoy os traigo una de esas novelas clásicas por antonomasia. Suele estar en el TOP 10 de novelas clásicas. Rojo y negro de Stendhal (en el francés original Le Rouge et le Noir: chronique de 1830) es una novela publicada a mediados de noviembre de 1830. Sobre el título hay controversia e interpretaciones, que en el prólogo de la traductora se presentan para que el lector (tras la lectura) decida por sí mismo. La obra se juzga como una de las mejores de la narrativa francesa, ejemplo de novela psicológica; influyó a muchos escritores del realismo, en particular a Tolstoi, Balzac o Zola quien proclamó a Stendhal como «el padre de todos nosotros». Así que, como siempre que reseño algún clásico, no voy a contaros nada nuevo; me voy a centrar en aquellos aspectos que a mi me han resultado especialmente interesantes.
Rojo y negro está protagonizada por Julien Sorel, hijo de un carpintero del pueblo ficticio de Verrières. Stendhal narra los esfuerzos de Julien por ascender de condición social pese a su juventud, diciendo a los demás lo que quieren oír y haciendo lo que desean verle hacer: «Solo un necio -se dijo- se enfada con los demás: una piedra cae porque pesa. ¿Seguiré siendo un niño? ¿Cuándo voy a contraer la buena costumbre de darles a estas personas solo la parte de mi alma que vale el dinero que me pagan? Si quiero que me tengan en estima y tenérmela yo tengo que hacerles ver que lo que está en venta para su riqueza es mi pobreza; pero que tengo el corazón a mil leguas de su insolencia y situado en una esfera demasiado elevada para que sus menudas señales de desdén o de favor lo alcancen«. Es este juego de estrategia el que mantiene la atención del lector. Una trama psicológica muy bien trazada y una profundidad de los personajes inusitada en las novelas hasta la aparición de Stendhal (más tarde Flaubert, Tolstoi y algunos otros, bebieron de estas fuentes).
Esos esfuerzos por ascender socialmente se encaminan en dos sentidos: el amor y el trabajo. En el amor, Julien se enamorará dos veces a lo largo de la novela. La primera es la que le sirve como entrenamiento de sus capacidades, «Tanto más tengo la obligación de conseguir a esta mujer -prosiguió la vanidad más íntima de Julien- cuanto que, si alguna vez hago fortuna y alguna me echa en cara ese empleo bajo de preceptor, podré dar a entender que fue el amor el que me forzó a este puesto«. A este primer amor, Louise, la señora de Renal, fue muy instructivo para Julien pues «llegó sin rodeos a ver la sociedad tal y como es hoy (…) Con increíble alegría vio cómo se le caía un velo de delante de los ojos y entendió por fin las cosas que sucedían en Verrières«. En el trabajo, Julien contaba con un gran talento para el latín (se sabe la Biblia en latín de memoria) y para la filosofía. A través de estas dos armas, Julien conquista primero el interés de un burgués de provincias y luego llegará a ser secretario de cámara de un influyente aristócrata parisino, el marqués de La Mole, que rápidamente nota la inteligencia de Julien. A estos dos trabajos llegará Julien gracias al apoyo de dos religiosos: primero el padre Chélan y después el abate Pirard. Ambos serán guías espirituales de Julien durante la novela. De hecho, el abate Pirard le da uno de los mejores consejos que recibirá nuestro protagonista, «tu carrera será penosa. Veo en ti algo que ofende al vulgo. Los celos y las calumnias te perseguirán. Te ponga donde te ponga la Providencia, tus compañeros no te verán nunca sino con odio; y si fingen que te quieren será para traicionarte mejor (…) Si te aferras a la verdad con un abrazo invencible, antes o después tus enemigos se verán confundidos«.
La profundidad psicológica del personaje de Julien es vastísima. Durante toda la novela Stendhal nos va dando algunas pinceladas muy interesantes que van formando la personalidad de nuestro protagonista, por ejemplo durante su feliz estancia en Paris, «en el palacete de La Mole nunca hería nadie el amor propio de Julien, pero, al final del día, tenía ganas de llorar» o cuando Julien tiene que buscar soluciones imaginativas a problemas realmente acuciantes, «uno de los rasgos del talento es no arrastrar el pensamiento por las rodadas que ha abierto el vulgo«. Stendhal es padre y cómplice de Julien, conoce mejor al personaje que el propio personaje se conoce a sí mismo, por ejemplo, un momento en el que Julien mide a sus adversarios, «‘Qué buen actor’ pensó Julien. Se equivocaba, como solía sucederle siempre, al suponerles a las personas demasiada inteligencia«. Pero sin duda, las partes más interesantes a este respecto son los pensamientos interiores del propio Julien, momentos en los que el protagonista muestra lo débil de su situación y las encrucijadas monumentales que tiene que atravesar, «le resultaba evidente que la señorita de La Mole estaba enamorada de alguno de esos oficiales jóvenes con quienes acababa de charlar tan alegremente. A él lo había querido, pero había caído en la cuenta de sus pocos méritos. ‘¡Y muy pocos tengo, desde luego! -se decía Julien, plenamente convencido-; soy, en resumidas cuentas, una persona muy chata, muy corriente, muy aburrida para los demás, muy insoportable para mí mismo’«. De hecho, la gran contribución de Stendhal a la técnica literaria fue la descripción de las psicologías (sentimientos, pensamientos y monólogos interiores) de los personajes. Como resultado, es considerado el creador de la novela psicológica.
Habrá quien diga que Rojo y negro es una novela de amor. A mi no me lo parece. Aquí el amor es un instrumento para el ascenso social, aunque al final de la novela sea tan relevante y acompañe el momento crítico y consiga un cierre tan espectacular. Pero en el fondo Stendhal nos está proponiendo un análisis social y político de la época. La novela está motivada por las tensiones entre la propia tendencia republicana de Julien Sorel -en particular, su lealtad nostálgica a Napoleón- y las conspiraciones de los aristócratas católicos legitimistas, en particular los marqueses de La Mole y sus partidarios jesuitas, que representan el extremo opuesto político; y sin embargo a cuyos intereses Julien acaba por servir. Al final de la novela, en el juicio a Julien, este realiza un último alegato que es de lo mejor que he leído en el último año, «El horror al desprecio, que creía que podría afrontar en el momento de la muerte, me mueve a tomar la palabra. Señores, no tengo el honor de pertenecer a su clase social: ven en mí a un campesino sublevado contra la bajeza de su suerte«… El alegato continúa, pero debéis leer el libro para disfrutarlo al máximo.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
PS. Gracias a Alba Editorial por seguir editando clásicos de forma tan cuidada y con traducciones tan fieles y respetadas. Enhorabuena por vuestro trabajo.
Interesante libro. Siempre quise leerlo, y se encuentra, como tú dices, en mi lista de clásicos universales.
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Dale la oportunidad, mola mucho
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