Una crónica para reflexionar sobre las migraciones desde el sosiego y el compromiso social
Acostumbrado a reseñar libros de autores que no conozco personalmente, esta reseña se me hace especialmente complicada. Aun así, intentaré compartir con vosotros las sensaciones que me ha dejado La perla se convirtió en muro de Kike Gómez editado por Libros.com.
La perla se convirtió en muro es la crónica del viaje que Kike Gómez realizó por la frontera sur de México durante el verano de 2019 para conocer de cerca las migraciones hacia EEUU y Canadá. Una crónica cargada de sensibilidad y compromiso social, que brilla gracias a algunas de las virtudes del autor como son la conversación tranquila, la paciencia y ciertas dosis de terquedad para no irse de un sitio sin haberlo exprimido antes. Si preguntamos a cualquiera sobre los procesos migratorios de personas a través de México seguramente nos sitúe la acción en el norte, Tijuana, El Paso, el Río Bravo o el río Colorado, serían algunos de los paisajes más referidos. Sin embargo, Kike Gómez viaja al sur, a Tapachula, y nos descubre uno de los puntos calientes más importantes en la actualidad. Tapachula es la mayor estación migratoria del sur de México y seguramente de América Latina; recibe migrantes de medio mundo y los acoge durante estancias que suelen alargarse más de lo debido. En Tapachula, como dicen los propios protagonistas, “comienza la frontera de los EEUU”, que es tanto como decir que Tapachula es la entrada al Infierno moderno de Dante. Hay un momento de la crónica en la que el autor se refiere al tiempo y al espacio en esta ciudad, “El espacio y el tiempo en Tapachula tienden a juntarse en una línea recta que se transforma en un único problema: el de la miseria y la pobreza. Las distancias, como el tiempo, se alargan indefinidamente, afectando al mismo órgano que sostiene las vidas de estas familias: el bolsillo. Los kilómetros que han de recorrer diariamente desangran, ya sean en dinero o en salud, a los migrantes que caminan bajo el sol abrasador o las lluvias torrenciales…”. El título del libro seguramente esté influenciado por La línea se convierte en río, la crónica de Francisco Cantú (editado por Debate) y su visión sobre la violencia estructural que permanece en la frontera norte de México. Kike Gómez cita este libro en un momento de sus reflexiones y creo que también le ha inspirado el título.
La perla recoge testimonios de personas con perfiles muy diferentes. Migrantes por razones políticas, sociales, económicas (¿alguna vez van desagregadas?), étnicas y de otra índole, y se sirve de ellas para ilustrarnos sus realidades, pero también para reflexionar sobre cuestiones de fondo como las creencias, los sueños y las aspiraciones, el apego al terruño o el progreso. Uno de los aciertos del libro es que su interés no es sentar cátedra sobre ninguno de estos temas, no es un ensayo sobre los flujos migratorios, no hace un análisis profundo sobre ellos, pero sí es capaz de mover la conciencia del lector y obligarnos a pensar sobre la cantidad de condicionantes (de nuevo políticos, sociales y económicos) que acompañan el drama de la migración (tanto en origen como en destino). Puedes no estar de acuerdo con él en el planteamiento (yo no lo estoy, por ejemplo, en sus reflexiones sobre el progreso), pero es indudable su valor como planteamiento inicial del debate (si eres de los que debates con los libros).
Otra de las virtudes del libro es que el autor pone el foco en las sombras, en los extrarradios de un sistema corrupto y altivo que no muestra interés, preocupación ni siquiera humanidad por las personas que están detrás de los papeles. La luz que arroja Kike Gómez está en las personas que llenan el libro con sus historias, y que él no ha dejado escapar en sus paseos por Tapachula. La perla se convirtió en muro tiene un valor incalculable, el de cada una de las vidas que Kike recoge a lo largo de su viaje. Vidas que ejemplifican situaciones que se repiten diariamente en las calles de Tapachula y que, a través de lo micro, nos facilitan la comprensión de lo macro. Si hoy todos tenemos en la cabeza la foto de Alan Kurdi, el niño kurdo ahogado en la playa turca que dio la vuelta al mundo hace unos años, a través del libro nos quedaremos con la historia de Gary Paul o de Kata. El mundo occidental, acomodado y sordo a estos dramas, necesita personificar los conflictos y los problemas.
Creo que el libro de Kike Gómez está a una altura superior a lo que su editorial refleja (mis perdones a libros.com por adelantado). Creo que es un libro que podría estar editado, por ejemplo, en La Caja Books o en Libros del KO. Tiene nivel para estar entre los cronistas más reputados de la actualidad. No creo que a la altura de los grandes como Caparrós (su reciente Ñamérica y su maravilloso El hambre maridan estupendamente con “la perla”) o entre los clásicos como Kapúscinski o Barley, pero desde luego sí que está al nivel de Guillermo Abril (qué bien me lo pasé con Los irrelevantes), Emilio Sánchez Mediavilla (último premio Sergio González de Anagrama) o Noemí Sabugal (guardo buenos recuerdos de Hijos del carbón). Aun manteniendo mi defensa de la crónica, y por buscar algún pero al libro, como amante de la novela creo que Kike Gómez podría haberle sacado mucho partido a Tapachula, a los migrantes y a sus reflexiones, creando personajes y haciéndonos vivir a través de ellos el drama de la migración. Un viaje como ese no se puede quedar en una única crónica. Kike ya lo hizo antes con El ruido de la luz y creo que podría haber insistido en el género, pero desde luego esta opción también le dará buenos frutos. Es cierto que sobre este tema y ambientadas en México ya tenemos algunas novelas muy notables como Ni siquiera los muertos de Juan Gómez Bárcena o Las tierras arrasadas de Emiliano Monge y las comparaciones podrían ser odiosas.
En definitiva, os recomiendo este libro si os gustan las crónicas, si creéis que a través de los libros se puede conocer a fondo aquello que nos queda lejano y si buscáis una mirada sosegada y comprometida con los procesos migratorios (que muchas veces se trata desde las vísceras y las trincheras que no aportan nada ni al diagnóstico ni a la resolución del conflicto, ni a la reducción de las desigualdades que se generan a su alrededor). Gómez aporta la tranquilidad y la lucidez necesarias para no dejarse nada ni a nadie fuera de su análisis. Lo disfrutaréis.
¡Nos vemos en la próxima reseña!