Reseña de La vida juega conmigo de David Grossman

Un autor al que volver, una historia para aprender a perdonar

Empieza a hacer mella la paternidad en el ritmo lector. He estado más de una semana con el mismo libro y eso no pasaba desde hace muchos meses, incluso años, a excepción de las lecturas de verano (el agosto pasado me lo pasé con El Quijote). Espero que sepáis perdonarme vosotros, el algoritmo de Instagram no lo hará, pero la prioridad es un ser de algo menos de sesenta centímetros absorbente como un agujero negro. Hoy os traigo La vida juega conmigo de David Grossman editado por Lumen. Grossman es un reconocido autor israelí, dice la editorial que candidato al Nobel, al que aun no había leído. Volveré sobre él porque tiene una forma de contar las historias y de abordar las relaciones entre los personajes muy adictiva.

La vida juega conmigo cuenta la historia de la familia de Guili, la narradora. El punto de partida es el regreso de Nina, su madre, a casa para celebrar el cumpleaños de Vera, su abuela. A través de estas tres mujeres (Guili, Nina y Vera), Grossman traza una historia que combina el dolor, la resiliencia y el amor incondicional, ambientado en la Croacia actual pero que mantiene una línea directa con el pasado familiar en la época de la Yugoslavia de Tito. Como explica Grossman en una nota al final del libro, el personaje de Vera está basado en Eva Panic Nahir, “una mujer conocida y admirada en Yugoslavia”. Grossman recoge la historia de Eva, una mujer judía, nacida en Croacia, recluida en Goli Otok (una isla que hacía las veces de un campo de trabajo para los contrarios al régimen de Tito) obligada a tomar una terrible decisión en una disyuntiva imposible:  denunciar a su marido acusado de espionaje, lo que le supondría una muerte segura, o abandonar a su hija de seis años. Eligió lo segundo. Pasó mil penalidades y acabó en Israel, donde un día leyó al escritor y le llamó por teléfono. En una entrevista Grossman explica que “nunca había conocido a una personalidad como la suya. Era alguien sin filtros, rigurosa y casi una fanática pero al mismo tiempo cálida y cariñosa. Era una época en la que los valores eran más importantes que las personas. Espero que los lectores no la juzguen negativamente de forma categórica. Creo que para eso sirve la literatura, es como un tribunal de primera instancia al que se puede apelar”. Grossman conoció también a la hija, en la novela bajo el personaje de Guili, que muchos años después tuvo que aprender a perdonar a su madre y esta a sí misma. Sobre este perdón trata la novela. Un perdón que solo llegará a través del reconocimiento del dolor, del vómito de toda la bilis acumulada en años de ausencias, silencios, rencores y falsas expectativas. Y para mí, aquí está el valor del libro, en cómo Grossman traza esos mapas de las profundidades del alma humana.

Creo que pronto volveré a Grossman, tiene una forma de contar las historias que me ha atrapado. Supongo que será un rasgo de los buenos escritores, que no solo escogen bien las historias que quieren contar sino que saben enfocarlas y desarrollarlas a través de personajes complejos con los que nos identificamos si no en las historias sí en las disyuntivas, las dudas, los amores, los odios, los rencores, las esperanzas y las luchas internas. Últimamente me ha pasado también con Javier Cercas. No sé si Grossman y Cercas están cerca o lejos en la literatura, pero como somos lo que leemos, yo los tengo recientes y, por ende, cercanos en mis experiencias lectoras. Ojalá encontréis a esos autores y autoras con los que conectéis en fondos y formas. Es muy gratificante.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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