Reseña de El vientre de la ballena de Javier Cercas

La transformación del personaje de destino al de carácter contado por un escritor brillante

Los parroquianos de este blog conocéis mi especial predilección por las novelas de campus. No hay muchas, pero poco a poco juntando una muestra significativa. Hoy os traigo El vientre de la ballena de Javier Cercas, editada por Penguin Random House. Sin ser una novela de campus pura, sí que recoge el ambiente universitario y algunas problemáticas afines al precario docente universitario y los tejemanejes de los departamentos. Digamos que en este caso sin ser el centro de la novela, sí es una parte importante. La edición que he leído es de 2014 y se trata de una revisión que el propio autor hizo de su obra publicada en 1997, “durante años pensé que debía reescribir El vientre de la ballena porque sentía que era una novela mediocre en la que había enterrada una novela digna. Ahora he intentado desenterrarla”. No leí la edición extendida, pero desde luego ha conseguido una novela más que digna. A mí me ha encantado.

El vientre de la ballena narra la historia de Tomás, un profesor universitario de literatura en una inestable posición laboral (algo parecido a la figura de asociado), que engaña a su esposa Luisa con Claudia, un antiguo amor de su adolescencia. Este hecho genera un giro (in)esperado en su vida, que deriva en numerosos sucesos tragicómicos que afectan su vida personal y su trabajo, construyéndose una suerte de pesadilla, de la que Tomás va extrayendo diversas reflexiones y pocos aprendizajes; como reza la sinopsis de la contraportada, “una irónica novela de aprendizaje en la que nadie aprende nada salvo que no hay nada que aprender”. A caballo entre la novela de campus y la de aprendizaje, Cercas recorre el intenso viaje de su protagonista del impulso y la celeridad a la pausa y la reflexión. Quien se mueve rápido vive en una continua angustia, en la necesidad permanente de vivir experiencias extraordinarias sin disfrutar de la tranquilidad, el sosiego y la calma propias de una vida estable y sin grandes aspiraciones. Cuenta Cercas que la idea de la novela surgió a partir de las charlas que el escritor Rafael Sánchez Ferlosio dio en la Universidad de Gerona en el verano de 1994. Allí Sánchez Ferlosio habló acerca de las diferencias entre un personaje de destino y un personaje de carácter. Es precisamente este viaje del personaje de destino al de carácter el que narra Cercas en su libro y que se muestra nítidamente hacia el final de la novela cuando Tomás reconoce que  “la angustia se disolvió en cuanto aprendí sin querer a vivir distraídamente, apartándome de la carrera y sentándome a un lado de la pista a ver pasar por ella el frenesí de pronto insensato de los que seguían corriendo, mientras casi sin asombro comprendí que la única forma de alcanzar el preciado, remoto e indefinible galardón es precisamente no buscarlo, renunciar a ser un personaje trágico o épico [de destino] y aceptar el gozo natural de ser solo un personaje cómico [de carácter]”.

No diré nada nuevo si destaco lo bien que escribe Cercas, pero es mi segundo libro suyo que leo y la verdad es que sigo encantado (Soldados de Salamina no me gustó tanto como este). Me han gustado especialmente el manejo excepcional de la tensión y las situaciones absurdas y gestión brillante de las dosis de humor y tragedia. Además, he disfrutado mucho de la profundidad sobre las reflexiones literarias, que cobran especial interés en las conversaciones entre Tomás y Marcelo (el catedrático del área y su valedor en el departamento). Un ejemplo, en un momento de estas conversaciones, Tomás resume el posicionamiento de Marcelo recordando unas palabras de Cesare Pavese: “Cesare Pavese decía que la literatura es una defensa contra las ofensas de la vida. Tal vez por ello, también, la experiencia de la lectura consiste para Marcelo en un doble y contradictorio movimiento de afirmación y negación del mundo y de la propia identidad que convierte al lector en un viajero inmóvil que huye de la realidad y de sí mismo para entenderla y entenderse mejor”. Y, otro ejemplo, la reflexión que realiza el propio Marcelo sobre los escritores, “acuérdate de lo que decía Hemingway sobre Dostoievski: no escribe como un artista, pero todo lo que escribe está vivo. A Martínez Ruiz le pasa lo contrario: escribe como un artista, pero casi todo lo que escribe está muerto. Encontrar un buen artesano es muy difícil”.

En definitiva, leer a Cercas es garantía de buena literatura. Aunque ahora le acompañe la polémica por su último libro, creo que volveré a él más pronto que tarde. De momento me llevo el que quizás sea el mejor libro de estos últimos meses del año y una reconfortante sensación de que me queda mucha literatura muy buena por leer.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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