Qué enfermo del mal de Montano está el autor y cuánto lo disfrutamos por ello
Este 2021 no os había traído ninguna obra de Enrique Vila – Matas. Desde que lo disfruté tanto en 2020 voy a procurar no alejarme mucho de sus libros. Una de sus principales obras todavía tenía pendiente era El mal de Montano, editado inicialmente por Anagrama en 2002, y que os traigo en la edición de Seix Barral de 2012. Con este libro Vila – Matas ganó el Premio Herralde de Novela de 2002 y el Premio Nacional de Crítica y el Médicis Etranger en 2003.
El mal de Montano, una de las obras fundamentales del autor, es la crónica de un hombre enfermo de literatura que vive “rodeado de citas de libros y autores” y una contrarréplica de la parálisis literaria comentada por Enrique Vila-Matas en Bartleby y compañía, su anterior obra. Este mal, un brillantísimo recurso para hablar de literatura (una vez más, es el leitmotiv de las obras del autor), está genialmente trazada a lo largo del libro. Incluso cuando el protagonista, que firma sus libros como Rosario Girondo, intenta no pensar en literatura, acaba pensando en literatura, “al resistirme a pensar en cualquier cosa que remitiera a la literatura, los días se me volvieron vacíos e incomprensibles y acabé pensando en la muerte, que es precisamente de lo que más habla la literatura”, el protagonista “habla en libro, que consiste en leer el mundo como si fuera la continuación de un interminable texto” y esto es así también entre los asiduos a este blog, supongo que este mal de Montano es la manifestación más común en los letraheridos; la menos común pero la más envidiable es el comportamiento quijotesco, al que por supuesto el protagonista no renuncia y se plantea enfrentarse heroicamente “contra los enemigos de lo no literario, por la buena salud de la república de las letras”. Y es que, este mal de Montano no es tan extraño, seguramente todos nos identifiquemos con él, pues nos pasa como al protagonista que nuestra personalidad “es una combinación de experiencias (mías y de otros) y de lecturas”. Hay un momento en la historia en la que el protagonista sostiene que “si tuviera que elegir entre la vida y los libros, me quedo con estos, que me ayudan a entenderla. La literatura me ha permitido siempre comprender la vida. Pero precisamente por eso me deja fuera de ella. Lo digo en serio: está bien así”. Seguramente yo me quedara con la vida (al fin y al cabo, no soy un personaje de una novela, intento “vivir mi historia, mi novela”), pero no entiendo mi vida sin libros. Es justo en este momento, en esta disyuntiva entre la vida y los libros donde Vila – Matas hace magia y dando una vuelta más a su propuesta, comienza un maravilloso recorrido por los diarios de escritores que le han marcado en su vida, pues “el gran tema del diario íntimo del siglo XX es la enfermedad (…), en este caso la enfermedad de la literatura, el mal de Montano”. Si al inicio de la novela, el protagonista busca liberarse de su enfermedad, al final termina aceptando su situación, “Me pregunto por qué seré tan estúpido y llevo tanto tiempo creyendo que debería erradicar mi mal de Montano cuando este es lo único valioso y realmente confortable que poseo. Me pregunto también por qué debo pedir disculpas por ser tan literario si a fin de cuentas la literatura es lo único que podría llegar a salvar el espíritu de una época tan deplorable como la nuestra. Mi vida debería ser, ya de una vez por todas, total y únicamente literatura”. Es más, esta evolución del personaje acaba por devenir en una filosofía a la que yo me sigo resistiendo, pero que no reniego totalmente de ella y es aquella que renuncia a arrastrar a las librerías a todo el mundo, “empiezo a no entender por qué debo hacer apostolado de la lectura. Que cada iletrado de este país haga lo que quiera, faltaría más (…) Me pregunto por qué razón debería echarles una mano y recomendarles que leyeran libros si solo les deseo el mal, si solo quiero que aumente su estupidez y se estrellen de una vez por todas viajando en el tren de la ignorancia que pagamos todos pero que algún día ellos pagarán muy caro yéndose al pozo sin fin del fracaso, con la música a otra parte, a una industria diferente”. Y quizás, Rosario Girondo, tenga razón.
Tengo la sensación de que Vila – Matas escribe novelas que funcionan como ensayos. Crea una historia, una trama, pero lo que tiene en mente es un concienzudo análisis sobre diferentes aspectos literarios; en este caso, sobre el mal de literatura que toma forma a través de diarios de escritores. ¿Es un genio o un escritor mediocre? ¿Puede ser aburrido? Quizá sea aburrido para quien espere una novela al uso, pero alguien que espere eso no lee a Vila – Matas, que para mí le están quitando el Nobel de Literatura cada año que ni siquiera sale nominado. Al menos en mi caso, todo lo que he leído está más cerca de un ensayo literario que de una novela, así lo considera también Senabre en El Cultural, “sea cual fuere el rótulo genérico bajo el que aparezcan las obras, el resultado estará lejos de cualquier esquema previsible. Lo único seguro es que la literatura será el motivo central del libro”.
Sea como fuera, El mal de Montano entra de lleno en el top 3 de sus libros (los otros dos, de momento, son Bartleby y Compañía y Esta bruma insensata) que yo haya leído y lo consolida como uno de mis escritores nacionales de referencia. Si aun no habéis leído nada de Vila – Matas id con cuidado y si ya lo conocéis entrad sin miedo en esta interesante propuesta del genio barcelonés.
¡Nos vemos en la próxima lectura!
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