Una propuesta literaria tan interesante como divertida
Esta semana es la semana chilena en el blog. Los dos libros son de autores chilenos. Pura casualidad, pero creo que muy edificante. Os traigo dos títulos muy interesantes. El primero es Facsímil de Alejandro Zambra, que llegó a España de la mano de Sexto Piso en 2014, y que ahora edita Anagrama. Tengo pendiente Poeta chileno, del que todo el mundo habla maravillas, pero he decidido empezar por esta obra. Creo que es por “deformación” profesional. Ahora os explicaré por qué.
Facsímil es la propuesta literaria de Alejandro Zambra para criticar la Prueba de Actitud Verbal, la “selectividad” chilena de finales del siglo XX. El libro se articula en los cinco apartados que tenía la prueba y, manteniendo su estructura, se teje una red de relatos y microrrelatos todos orientados a demostrar que este examen lejos de estar orientado a la mejora o a la selección de los mejores, fue un burdo ejemplo de las dinámicas capitalistas introducidas en la educación (algo de lo que Chile, lamentablemente a mi parecer, sabe mucho).
La primera pregunta del examen ya te da una idea del tono general, “marque la opción que corresponda a la palabra cuyo sentido no contenga relación ni con el enunciado ni con las demás palabras: Facsímil: a) copia, b) imitación, c) simulacro, d) ensayo, e) trampa”. ¿Trampa? No, trampa también tiene relación con facsímil, porque así se conocía coloquialmente al examen. Eso nos quiere decir el autor. Y ahí está. Ahora Zambra empezará a poner en evidencia el examen y el modelo de sociedad, porque la educación es política y ambas son el reflejo de la sociedad. Es un libro difícil de reseñar porque la combinación del modelo examen tipo test, con los tipos de preguntas, con el estilo del autor y su sentido del humor es lo que lo hacen distinto, y esto es difícil de transmitir. El juego con el uso de las palabras, con el orden de las frases, con el sentido de las preguntas, todo está bien combinado y resuelto para construir una inteligentísima crítica al modelo de evaluación, “no había que escribir, no había que opinar, no había que desarrollar nada, ninguna idea propia: solo teníamos que jugar al juego y adivinar la trampa”. En los institutos se dejó de lado la educación para centrarse en una competición insana, “no los educaron, los entrenaron”. Nadal Suau en El Cultural sostiene que “la lectura es breve y ágil, y su primera malicia está en plantear un juego a partir de algo fundamentalmente pesadillesco y homogéneo: una prueba académica. Si al estado se lo conoce por sus mecanismos burocráticos de control, por parte de Zambra resulta muy lúcido haber escogido precisamente este formulario académico, un test que descarta e iguala, para intensificar su propuesta minimalista, generacional e irónica. Un documento impermeable al que se dinamita desde dentro, convirtiéndolo en una exhibición de narrativa permeable”.
Tengo que reconocer que me costó pillar la forma y el tono. Tuve que empezarlo de nuevo. Estoy de acuerdo con Juan Marqués de Laslibreríasrecomiendan en que “las tres primeras partes del libro pueden llegar a impacientar a quien lo lea, pues el ingenio de Zambra, siendo inmenso, no es tan sobrehumano como para que todos entremos en el juego o nos sintamos cómplices de un modo de literatura que, por su dependencia de la forma del examen, adquiere más bien la forma de pasatiempo, de curiosidad divertida pero también insuficiente”. Ahora bien, una vez estuve conectado con el texto lo disfruté mucho. Una vez superados los primeros bloques de preguntas y respuestas (que algunas son realmente ingeniosas y burlonas), Zambra comienza a brillar. Y los bloques de preguntas cuatro y cinco son las mejores partes del libro, en las que el autor se libera del corsé de las preguntas cortas para explayarse en las de comprensión lectora, donde los relatos que propone Zambra son realmente buenos: relaciones familiares complicadas, amores imposibles o dañinos, miserias del sistema político y educativo, todo enfocado a demostrar que este tipo de examen no permite seleccionar a los mejores estudiantes, sino a los mejor preparados o a los que mejor se ajustan a los requerimientos del sistema, pero se deja fuera a los creativos, a los espontáneos, a los talentosos, a todos aquellos que se salen de la norma para brillar con luz propia.
La idea es brillante y la ejecución de Zambra, aunque al principio cuesta, es bastante solvente. Es un libro para cualquier lector, pero creo que especialmente aconsejable para maestros y profesores, para profesionales de la educación. Creo que se lo recomendaré a mis estudiantes y deberían leerlo todos esos compañeros y compañeras que liquidan sus asignaturas con exámenes tipo test.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
Curioso. Gracias por presentarnos a este grande. Alejandro Zambra. Saludos
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