Un gesto infantil cargado de dolor y denuncia feminista
Ok, sí, voy tarde. Todas habéis leído este libro o al menos ya lo habéis comprado. Da igual, no me puedo callar. Llego a Cometierra de Dolores Reyes después de verlo destacado en todas las librerías y en todos vuestros perfiles de redes sociales y con las expectativas altas. Esto suele ser un hándicap si el libro no está a la altura, pero este libro sí lo está.
El libro es la historia de una niña huérfana que convive con los amigos de su hermano mayor y a la que apodan Cometierra. Este mote tiene su razón de ser en el poder de la niña de conectar con personas muertas (normalmente asesinadas) tras comer tierra, a poder ser un puñado de tierra de donde se le vió por última vez a esa persona, “al principio la tierra es fría, pero en la mano y después en la boca entra en calor. Separé un poco y lo levanté. Me lo llevé a la boca. Tragué. Cerré los ojos, sintiendo cómo la tierra se calentaba, cómo me quemaba adentro, y volví a comer un poco más. La tierra era el veneno necesario para viajar hasta el cuerpo de María y yo tenía que llegar. Me acosté en el suelo, sin abrir los ojos. Había aprendido que de esa oscuridad nacían formas”. Mujeres desaparecidas, violadas, agredidas y puteadas de todas las formas posibles son las protagonistas de las historias que Cometierra tiene que contar a los seres queridos de las desaparecidas. Y esto es duro, Cometierra intenta abandonar en algunos momentos, pero siempre vuelve. A través de este mecanismo es como la protagonista se entera de que su madre fue asesinada a manos de su padre. Un padre del que huirá siempre que sea posible, pero al que le tocará volver sin querer en otro momento de la novela. Comer tierra es muy gráfico, el gesto y el significado del acto en sí tiene tanto poder de atracción que es difícil olvidar el libro ya sea únicamente por eso. Un gesto tan infantil y con tanta carga simbólica (“polvo somos y en polvo nos convertiremos”). Un acierto de Dolores Reyes, sin duda.
Este libro brilla en la oscuridad, brilla en la miseria, en la ponzoña, brilla al narrar situaciones violentas, las reacciones de los seres queridos y de la protagonista. Hemos leído más libros así, sirvan como ejemplo La memoria del aire de Caroline Lamarche, Desgracia de Coetzee, La ternera de Aurora Freijo o Por qué volvías cada verano de Belén López Peiró. Quizás la literatura sea eso, quizás la literatura esté para dar voz a los oprimidos, para ilustrar situaciones dramáticas, quizás la literatura nos brinde la oportunidad de vivir esas vidas que no quisiéramos vivir. Dolores Reyes en Cometierra lo consigue a través un estilo directo, emocional, casi visceral, un lenguaje sencillo casi de argot callejero que le funciona muy bien. Si aun no habéis leído esta maravilla, os animo a que lo hagáis cuanto antes; quizás ya no lo encontréis entre los destacados de la librería, pero estará en el lugar donde perviven los buenos libros, las estanterías de las librerías, lejos de las miradas fugaces de quienes buscan novedades o bestsellers.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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