Reseña de La ternera de Aurora Freijo Corbeira

Incomprensión, dolor y vergüenza en la mente de una niña de cinco años

Cuando empecé con el blog no me plantee que pudiera llegar a colaborar con editoriales. Monté esto como un cuaderno de notas sobre los libros que leía. Pero algunas editoriales se empezaban a poner en contacto conmigo y yo siempre me he mostrado encantado de colaborar con todas. Tampoco he tenido la caradura que otros han tenido de escribir a las editoriales para que me envíen libros. No es mi estilo. De todas las colaboraciones, me faltaba una de mis editoriales de cabecera. Y ahora ha llegado. Estoy muy feliz. Anagrama me ha enviado La ternera de Aurora Freijo Corbeira. Un libro incómodo de leer, pero lleno de sensibilidad y ternura.

La ternera cuenta la historia de una niña de cinco años que sufre abusos sexuales por parte de un vecino con el que sus padres la dejan por las tardes a merendar mientras ellos hacen otras cosas. Narrada desde la voz de la niña, la novela está cargada de dolor, de sufrimiento y de lecciones de vida impropias para una personita de esa edad. El título responde a la similitud que establece la niña de su cuerpo con una ternera en un matadero. Nuestra protagonista vive una experiencia muy sentida cuando asiste al nacimiento de una ternera a la que muy pronto separan de su madre para engordarla y después matarla. En ese episodio, nuestra protagonista se fija en la reacción de la madre vaca, “la madre vaca no dejaba de llamarla a voces de vaca con el corazón mamífero. Bajo la luz de penuria del establo su respiración humana de vaca la hacía más madre que muchas de las que ella conocía”. Esa sensación de separarla de su madre para obtener “carne de primera” es una de las más desagradables para el lector, porque sabemos que esa carne de primera se refiere al cuerpecito de niña abusado por el vecino.

Los abusos son constantes y tienen lugar en el baño de la casa del vecino donde ella va a merendar y el adulto la lleva al baño para tocarla, para pedirle que se siente sobre sus piernas, en fin, situaciones difíciles de narrar desde la mente de una niña y que Aurora Freijo lo hace con mucha sensibilidad pero también con mucho dolor. Estos abusos son vistos por la niña como algo sobre lo que no puede actuar, hay cosas que no tienen marcha atrás. Ella ya lo ha aprendido, y no solo por las arrugas imposibles” y que la cambiarán para siempre, “desordenadas las piezas ya no pueden volver a encajar. Las suyas tampoco podrán hacerlo. Despiezada, como pasado por el matadero, sus partes ya no serán el mismo todo que eran. Ella no entiende. Mejor callar”. Este silencio es el escudo que encuentra la pequeña de cinco años para sobrevivir, es el silencio como forma de resistencia. Un silencio que no solo es estratégico también es fruto de un suceso traumático con que no puedes explicar. Un grito ahogado, “por eso no puede hablar. Su boca, que apenas come, está ocupada en guardar el secreto. Todas las palabras de niña que antes correteaban por su lengua y sus dientes de leche se han paralizado, asustadas primero y endurecidas después. Han tenido que arrinconarse en el paladar de una boca que es ahora una cueva, guarida del cazador”. Tela.

Más allá de los abusos, que no es fácil dejarlos de lado, para mí lo más interesante de la novela y lo que creo que reivindica la autora, es que los adultos se mantengan ajenos al problema. Que no se enteren de nada. Que estén abusando de su hija y no sean conscientes de ello, “sentada de nuevo ante la merienda, nadie en aquella casa ve. Ahora vendrá mana a buscarla. Sabe dios dónde está. Nada debería ser más importante que cuidarla”. Son adultos con sus problemas de adultos (infidelidad de la madre con su médico) que no se dan cuenta del abuso sexual que sufre su hija de 5 años. Y la niña no entiende esa desinhibición de sus funciones como madre y padre. Ella les adora, por ejemplo, de su madre apasionada por la poesía dirá que “posee todas las palabras; se las ha dicho Rosalía de Castro” y de su padre destacará la cantidad de cuidados y mimos que le da, “papá la viste para taparla, para que no entre en ella ni una pena, ni un frío, ni un insulto, con las ganas de que sea un caparazón”. La niña no les tiene rencor por no ayudarla. Me parece una situación tan dolorosa y tan inocente por parte de la niña que es difícil no tener un nudo en el estómago cuando lo lees.

El relato es brutal. Y la fuerza literaria que muestra Aurora Freijo no es menor. Al inicio me parecía imposible que algo así pudiera ser real, que haya adultos que abusen de niñas de cinco años. Si sigues leyendo la novela adquiere tan verosimilitud que asusta. Al terminar el libro te queda una sensación de repulsa contra esa “carne de primera”, casi una necesidad de veganismo social, como le ocurre a la protagonista, “ella dice en casa que no quiere comer carne. Le repugna”. De la mano de Freijo entramos en la mente de una niña de cinco años, en sus sentimientos frente a un acontecimiento brutal y traumático como debe ser un abuso sexual, y entre toda esa ponzoña, Freijo brilla con un estilo cargado de belleza e intimidad y complicidad con la niña. Los capítulos cortos y el lenguaje directo, aderezado con algunas acertadas metáforas. Me gustan las descripciones, son minimalistas y están cargadas de imágenes potentes, por ejemplo, la descripción del baño del vecino: “baldosas grises. De oscura humildad. Camino de una res a su despiece, doce baldosas del salón al baño inútil (…) es un baño-cámara. No hay sonido. Sordo baño que ni oye ni habla. La puerta se cierra cuando él la lleva allí. El retrete es su asiento, no el suyo sino el asiento de él. El espejo una gruta. El lavabo un muro. Sus ojos llegan al borde de ese muro. En ese baño está la lavadora. Qué extraña manía tienen en esa casa de poner las cosas fuera de su sitio. Ella no debería estar allí de pie, ni la lavadora al terminar la bañera”.

En definitiva, una obra necesaria por lo incómoda y dolorosa que es y por lo bien escrita que está. Si leer es vivir dos veces también debemos aprovechar la literatura para situarnos en este tipo de experiencias indeseables, para empatizar con sus protagonistas y así poder defender mejor sus derechos y protegerlos de los indeseables que abusan de menores. Leer por compromiso social. Este libro es una reivindicación, Freijo nos grita a nosotros lo que la niña no puede expresar.  Y debemos responder. Empecemos por leer.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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