Un artefacto literario que incendia la cabeza y los nervios del lector
Los conflictos sociales y políticos siempre me han parecido literariamente atractivos. En este tipo de literatura, a mi parecer, sobresale Un puente sobre el Drina sobre el conflicto de Yugoslavia. Aquí hemos leído y reseñado otras obras de temática parecida como Patria sobre el conflicto vasco, la literatura de Kapuscinski o libros sobre la situación cubana. Tengo pendientes el reciente Barro más dulce que la miel sobre la Albania comunista y No digas nada, sobre el conflicto norirlandés. Ahora os traigo un libro sobre este último conflicto aún sin resolver: Los incendiarios de Jan Carson, el flamante Premio de Literatura de la Unión Europea 2019.
La novela acompaña a los dos personajes protagonistas, el doctor Jonathan Murray y Sammy Agnew, un antiguo paramilitar unionista, en su día a día del verano de 2018 (junio, julio y agosto). Jonathan es un personaje apocado, tibio, gris, que una noche conoce a una extraña mujer a la que dejará embarazada. Sammy es un antiguo activista unionista que a pesar de todas sus acciones violentas de juventud, ahora promueve un comportamiento más fraternal entre los dos bandos del conflicto.
El primer capítulo donde presenta Belfast, la tradición de las hogueras y los personajes es sublime. La celebración del 12 de julio en el Belfast protestante del Ulster es un acontecimiento nacional que tiene como colofón final la quema de hogueras en la calle. La tradición conmemora la victoria del rey Guillermo de Orange (protestante) sobre el rey James II (católico) en la Batalla de Boyne de 1690. La novela se ambienta en 2018 y se hace eco de la serie de altercados que ocurrieron en Belfast tras la limitación por parte de las autoridades a la altura de las hogueras, algo que enfadó a los unionistas: “en Belfast Este, a casi todo el mundo le parece que las restricciones son una idea pésima. Apenas están empezando a rozar la superficie de lo posible en lo que se refiere a la altura y el fuego, ¿por qué parar ahora? ¿Por qué no intentar llegar a los treinta metros, a los cincuenta? Lanzar un ardiente mensaje que pueda verse desde el espacio, o lo que es más importante, desde Dublín”. Sammy tiene un hijo adolescente con el que no mantiene una buena relación y sobre el que deposita el mal presentimiento de que sea, El Incendiario, el instigador a los actuales conflictos callejeros y mediáticos en Belfast. A través de Sammy, Carson recoge el sentir de la juventud unionista, “Los jóvenes de Belfast (…) están ciegos de ira: “Primero los Muros de la Paz, luego los recorridos de las marchas, después las banderas y ahora nuestras hogueras. Dentro de poco no nos va a quedar nada”. La novela aunque presenta la situación desde el bando unionista, mantiene una controlada equidistancia pacífica y a favor de la convivencia, “en el fondo les aterra que, una vez que les roben el último símbolo, no sepan diferenciarse a sí mismos de cualquier desconocido con el que se crucen por la calle”.
Por otra parte, el pusilánime doctor Jonathan Murray acude a una urgencia en una casa de Belfast Este y se encuentra con una sirena retozando zalamera en la bañera. De su fugaz encuentro nacerá Sophie, una preciosa niña al cuidado del médico tras la desaparición de la mujer mitológica. Buscando ayuda para afrontar su imprevista paternidad de una criatura supuestamente medio humana, Jonathan descubrirá a los Niños Desdichados, una asociación de familias de críos con capacidades inverosímiles, al más puro estilo academia de X-Men.
Como señala Iñigo Urrutia en el Diario Vasco, Carson “logra combinar ingredientes en apariencia incompatibles con un tono narrativo que salta con naturalidad de lo real a lo fantástico (…) Y la fórmula, pletórica de ingenio, funciona, no chirría porque en las dos historias paralelas subyace la angustia de unos padres, solo ellos, enfrentados a dilemas capitales sobre el futuro de sus hijos”. Y creo que aquí es donde acierta Urrutia, en esa lectura sobre la relación de los padres con sus respectivos hijos. Uno adolescente problemático, otra Desdichada incomprendida, que llevan a sus padres a plantearse su lealtad paternofilial por un supuesto bien común de mayor calado. Sammy discurre entre la traición a su hijo yendo a la policía (algo que en su pasado beligerante era impensable) mientras que Jonathan hace equilibrismos entre cuidar y proteger a su hija o matarla para que cuando se sea mayor no haga daño a nadie (un médico asesinando niños también tiene su contradicción). Sammy y Jonathan zozobran entre la culpa y el delirio y esas dudas mantienen al lector pegado a las páginas.
La parte fantástica de los Niños Desdichados, aunque en un principio sorprende, luego funciona muy bien. Otro acierto de Carson. Además, ¿alguien duda de que los niños tienen superpoderes? ¿Acaso no son todos pequeñas sirenas homéricas? Todos sucumbimos a sus encantos y dejamos nuestras apremiantes e importantes tareas por atenderles. Así lo reconoce el propio Murray al final del libro, “tendría que haberme tapado las orejas, pero ya es demasiado tarde. Ahora ya la he oído y nada podrá volver a ser sencillo nunca más. Ahora Sophie siempre tendrá la última palabra. No va a haber nada que no esté dispuesto a hacer por ella. Ningún límite razonable a lo que pueda pedirme (…) Sé que me va a destruir. No lo cambiaría por nada”.
En definitiva, Los incendiarios es un artefacto literario perfecto. Cargado de capacidad narrativa, escenarios frenéticos y dudas existenciales, Carson incendia nuestras mentes y dinamita nuestros nervios con un manejo de los tiempos y del tratamiento de los personajes que te alejará de tus obligaciones. Porque Los incendiarios es una sirena literaria, un artefacto que te embriagará en sus páginas y al que sucumbirás sin remedio.
¡Nos vemos en la próxima reseña!