Un ejemplo más del genio austriaco cargado de humor y resentimiento
De lo que fue la gran generación de genios del Imperio Austrohúngaro, en todos los campos en estos últimos años, han prevalecido y se han reeditado sin cesar títulos de Stefan Zweig y de su fiel amigo, el muy vulnerable e inigualable poeta de la caída de los Habsburgo, Joseph Roth. En este foro ya hemos hecho referencia a dos de sus novelas, Hotel Savoy y, más recientemente, La leyenda del Santo Bebedor. Ahora Acantilado está reeditando muchas de estas novelitas del genio austriaco; algunas de ellas las traeré al blog y empiezo por esta pequeña joya que es El triunfo de la belleza publicado en 1934.
En esta novelita (no llega a las cien páginas) el narrador ejemplifica, a través del caso de un amigo que “murió joven y lentamente. De la más grave y más común de todas las enfermedades. Murió por una mujer. Precisamente la suya…”, la naturaleza de la mujer de cierta posición de principios de siglo XX, con una visión tan parcial y superflua como la superficialidad que de la misma mujer se quiere transmitir, “las mujeres que en otro tiempo fueron hermosas se precipitan en sus tumbas como si fueran una especie de figuras de yeso retocadas. En cambio, los hombres que han sido lo bastante prudentes como para no morir por ellas, son recompensados por la naturaleza. Revestidos con la dignidad de la plata y con la que confieren los achaques, que en absoluto es menor, se funden en el seno de Dios”. De aquí la venganza que encierra el título del libro en esa misoginia: la belleza de la mujer, que momentáneamente parece que triunfa, pronto desaparece. Es pasajera. En cambio “aquellos hombres que han conseguido sobrevivir” a los engaños femeninos, a sus espejismos, “son recompensados por la naturaleza” ya que su belleza, menos llamativa, perdura en el tiempo. Esos espejismos el narrador es capaz de identificarlos con audacia, “he adquirido experiencia en el trato respetuoso con las mujeres, aunque también me he vuelto cada vez más desconsiderado a la hora de juzgar al sexo débil, con cuyas fuerzas jamás podremos competir”.
El relato está cargado de prejuicios y clichés, no sólo en la figura central de la mujer, sino también en otras áreas del pensamiento, como por ejemplo la ambición, considerada una característica del hombre de baja posición social, ya que el hombre verdaderamente noble es anónimo; O ese querer clasificar a las personas según elijan a Mozart o a Wagner, donde la mujer sería de Wagner y el hombre de Mozart. En una lectura actual de la novela esos clichés funcionan como recursos cómicos (por salvajes, irónicos o desfasados), pero no tengo claro que en la época también lo fueran; de ser así, de tratarse de un humor no entendido en la época, puede que le generase al autor algún problema por considerarlo machista o misógino. El cierre del libro es un bufido de rencor hacia la mujer que no puede más que dejar claro que el narrador es un pobrecito amargado y resentido con esas mujeres superficiales preocupadas por su apariencia, “la vejez se os aproxima a toda velocidad. Un añito más o dos, y ningún cirujano del mundo podrá ayudaros, ningún fabricante de pelucas. Deformes, resentidas, amargadas, no tardaréis en iros a la tumba. Y más abajo aún, al infierno. Sonreíd. ¡Sonreíd!”. Sin perder el tono ni la intención, la novela destila algunas ideas interesantes como, por ejemplo, el juicio que hace Roth sobre la locura, “la locura en este mundo es mucho más poderosa que la razón de los hombres que están en su sano juicio. Y el mal, más poderoso que la bondad”.
No dejéis de sostenerlo entre las manos en una librería, echadle un vistazo y si necesitáis algo fresco, ágil y divertido, esta novelita de Roth es estupenda. Además, encontraréis ejemplos de hombres y mujeres (ahora el cliché es aplicable a todos y todas) que son perfectamente identificables con el objeto de comicidad en la obra.
¡Nos vemos en la próxima reseña!