Reseña de Los días de Jesús en la escuela de JM Coetzee

Una novela enigmática y cargada de interpretaciones

Sigo adentrándome en el universo de Coetzee con la segunda parte de la trilogía de Jesús. Hace unos meses os hablé de La infancia de Jesús y ahora os traigo Los días de Jesús en la escuela, publicada en 2017 en español y cargada de interpretaciones y críticas dispares. Veamos.

Si habéis echado un vistazo a La infancia de Jesús, ahora, en la secuela, los protagonistas, Inés y Simón, padres adoptivos de David, se han trasladado al paraje igualmente abstracto de otra ciudad, que en esta ocasión se llama Estrella. Unas generosas hermanas solteronas le pagan la matrícula en una academia de danza en la que hace amistad con Dimitri, un guarda de seguridad melodramáticamente enamorado de la belleza glacial de Ana Magdalena. Los días de Jesús en la escuela podría servir de réplica a la acusación frecuente de que Coetzee da a la ficción un trato cerebral y que su prosa es árida, ya que Dimitri es la antítesis del imperturbable Simón. David, un bailarín de talento hasta entonces insospechado, hace progresos bajo la dirección de Ana Magdalena y está fascinado por el efusivo Dimitri, pero la novela arrastra al niño a asistir a un horrible crimen pasional que le marcará. En cuanto a Simón, ha salvado a su hijo una vez más, y quizá se haya ganado un nuevo respeto y una cierta amistad por parte de Inés. Si bien las dudas de Simón con respecto a la educación de David no terminan, “Él, Simón, se considera a sí mismo una persona cuerda y racional que ofrece al niño explicaciones cuerdas y racionales de por qué las cosas son como son. Pero ¿qué satisface mejor las necesidades de un alma infantil: sus pequeñas y áridas homilías o bien los manjares fantásticos que le ofrecen en la Academia?”. La influencia de Dimitri es problemática para Simón y, a pesar de todo, reconoce que “para mí, conocer a Dimitri (que no me gusta nada, y al que, de hecho, desprecio desde un punto de vista moral) ha sido una experiencia educativa”. Dos modelos enfrentados con David en medio. Ya nos pasó en el primer libro y ahora, parece que, vuelve a ganar Simón. Veremos cómo acaba.

El esquematismo de la narración se concreta en diálogos de corte socrático en los que se indaga acerca de los orígenes de casi todo: el lenguaje, la vida, la naturaleza del sexo y del deseo, la génesis biológica de los seres humanos, el pacto social, el carácter que debe tener la educación del hombre. Coetzee aborda estas y otras cuestiones a través de las preguntas que formula el pequeño David de seis años a las que los adultos responden con elemental naturalidad. La directora de la Escuela de Danza, Ana Magdalena, es una mujer cuya gélida belleza, pese a encarnar un ideal de perfección, es incapaz de despertar el deseo carnal en quien la contempla. Coetzee la describe como “una estatua de alabastro”. Estas son, exactamente, las cualidades de la prosa que se utiliza en la novela.

Hay algunos elementos que se mantienen con respecto a la novela anterior. Quizás el más importante de ellos sea Don Quijote, libro con el que David aprendió a leer en Novilla, que vuelve a desempeñar un papel importante en Estrella. El interés de Coetzee por la lengua de Cervantes constituye uno de los numerosos viajes de regreso a los orígenes que tienen lugar a lo largo de la narración. En el caso del Quijote se trata de volver al texto fundacional de la novela moderna, entendida como matriz que encierra en sí la capacidad de generar todas las historias. Además, casi todos los nombres propios o geográficos son españoles, incluso Simón, en un momento de la novela, se pone a estudiar español.  Pero las referencias cruzadas no terminan con la obra cervantina. Según Eduardo Lago en El País: “hay muchos tropismos semejantes en Los días de Jesús en la escuela y el objetivo común a todos ellos es llegar a la raíz de las formas esenciales, en lo que constituye una búsqueda de signo inequívocamente platónico. Además de las de Cervantes y Platón, sobre el texto se proyectan de distinta manera las sombras de Bach, Von Kleist, Kafka, Beckett (por la desnudez radical de la expresión) y, de manera particularmente señalada, Dostoievski”.Ni siquiera terminan en la literatura. Por ejemplo, el señor Arroyo se llama Juan Sebastián, y que “arroyo” en alemán se dice “Bach”.

En esta novela, Coetzee introduce nuevos elementos narrativos. Le vemos disfrutar explorando los límites de su mundo, improvisando, dejándose llevar. La historia de un crimen pasional amenaza con apoderarse de la novela, pero Coetzee retoma las riendas y nos conduce de nuevo al tema que le interesa, que es el de la educación del joven David. ¿Un Nuevo Nuevo Testamento, como aquel que proponía Jaco Van Dormael en una película brillante? Porque si David, el niño, es en realidad Jesús, entonces ya saben ustedes quién es su padrastro, Simón. Y ¿qué vendrá a continuación? David, un niño con rasgos geniales y autistas, odioso hasta la desesperación (¿era necesario hacerlo tan horriblemente odioso?), parece encontrar por fin algo que le gusta: la música y la danza. Como recuerda Andrés Ibáñez en el ABC, “en las «Actas de Juan», uno de los evangelios no canónicos, Cristo baila con sus discípulos en círculo al final de la Última Cena… ¿Qué irá a contarnos Coetzee?

¿Está de verdad escribiendo un Nuevo Nuevo Testamento que se basa en Cervantes, es decir, en la literatura, en Bach y en la danza? Esto nos lleva a otro de los quebraderos de cabeza del libro, su título. En La infancia de Jesús, puesto que el Jesús del título no es el nombre de ningún personaje, suponemos que se trata de una alegoría. Suponemos que David, un personaje rebelde, tan radical que debe escapar, tan avanzado que debe asistir a una escuela mística, es una versión de Jesús. Los padres informalmente adoptivos de David podrían leerse como sus padres espirituales, como sus discípulos y también como María y José [algo que ya os rescaté en la primera reseña a través de la hipótesis que mantenían algunas críticas del libro]. En Los días de Jesús en la escuela, nos enteramos de que, quizá, nos hemos equivocado, que la naturaleza de David no es redentora sino profética, nos preguntamos si acaso David sólo anuncia el personaje mesiánico de Jesús, y, entonces, quizá la esencia de Jesús está más bien en Simón, quien sacrifica su propio camino por ser el guía amoroso del niño a través del mundo cochambroso de los adultos. (A veces Coetzee se refiere a Simón con “Él”, con mayúscula.) Es Simón quien hace las veces de incomprendido y de líder, quien distingue entre el bien y el mal, quien no tiene sexo, no tiene ego y es compasivo hasta con Dimitri, su propia antítesis, pecador, víctima de las pasiones carnales. La alegoría cristiana es interesante y se encuentra en otros momentos como en la posible reencarnación de Ana Magdalena, “en la próxima vida, Ana Magdalena, tendrá un corazón nuevo. Y no solo tendrá una vida nueva y un corazón nuevo; tampoco recordará nada de todo este horror. No se acordará de la Academia y no se acordará de Dimitri, lo cual será una gran suerte. Podrá empezar de nuevo, como hicimos tú y yo, liberada del pasado y sin malos recursos que la agobien”. Sin embargo, me resisto a pensar que eso es todo lo que la novela es. Ése no es el contrato simbólico que firmamos cuando leemos a Coetzee. ¿Qué fue de la utopía? ¿Qué fue de la humanidad sometida a una vida sin recuerdos?

Tendré que seguir esperando para responder a todas mis preguntas al desenlace de la trilogía con La muerte de Jesús que ya tengo en pendientes y que no tardaré en hincarle el diente. La lectura de Los días de Jesús en la escuela es una experiencia extraña y desoladora. La novela es árida, el estilo es frugal y la intensidad es alta. El despojamiento de la prosa se traduce en un despego emocional que deja al lector sin asideros. Lo mejor es dejarse arrastrar por el misterio. La recompensa es altamente gratificante tanto estética como intelectualmente. No os estoy recomendando una novela sencilla, pero creo que os estoy recomendando una buena novela.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

Un comentario sobre “Reseña de Los días de Jesús en la escuela de JM Coetzee

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  1. Coetzee es el mejor escritor vivo, dijo nada menos que Mario Vargas Llosa. Yo lo he leído mucho. Para mí su mejor obra es Desgracia, una novela impresionante. La infancia de Jesús me gustó mucho y considero básicamente que se trata de una metáfora sobre la familia, con esta reseña me han dado ganas de leer la segunda.

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