Delicadeza y contundencia en una obra capital de la narrativa contemporánea
Hay algo en la literatura norteamericana que me cautiva. Intento intercalar alguna novela norteamericana cada cierto tiempo entre todas mis lecturas. Me da rabia no leerlas en inglés, pero prefiero no perderme ningún detalle. El corazón es un cazador solitario es una novela publicada en 1940 por Carson McCullers (nacida en 1917, de hecho, la edición de Seix Barral conmemora el centenario). McCullers está considerada, junto con William Faulkner [en este pueblo somos muy devotos de Faulkner], una de las mejores representantes de la narrativa del sur de Estados Unidos. La novela tuvo una prescindible adaptación cinematográfica que pasó sin pena ni gloria al olvido del cine de los 70 en Estados Unidos (hoy mantiene un 7/10 en Filmaffinity con tan solo 160 votos).
El protagonista de la novela, John Singer, es un hombre sordo que perdió la capacidad de hablar, pero no de escuchar. Singer se convierte en una suerte de ángel en el que depositan toda su confianza unos seres deseosos de compartir su desesperación y sus anhelos. Singer, tras la separación que sufre de su mejor amigo (aunque nunca se le pone nombre a la naturaleza de la relación se intuye que es amor), se recluye en la casa del joyero Kelly cargado con un ajedrez y un cuaderno de notas con el que se comunica. Allí empezará a recibir a los personajes centrales de la novela, “era mejor estar con alguien que demasiado tiempo solo”. Al amparo de Singer acude Mick Kelly, una adolescente que quiere dedicarse a la música, se obsesiona con él, se sienta en su cuarto a escuchar la radio, a mirarlo, a contarle sus historias de chica lista, callejera y soñadora; Jake Blount, un obrero que nada en alcohol y suena con una revolución de la clase trabajadora; Briff Brannon, dueño de la taberna del pueblo, amigo generoso de los inadaptados, tranquilo, buen observador que carga con la pesadumbre de una vida infeliz; y el doctor Copeland, negro, idealista y atormentado por la postergación de los suyos, que clama contra la docilidad de los maltratados y planea marchas hacia Washington (adelantándose 20 años a la Historia). Todos son corazones solitarios que reclaman justicia, dejan constancia de su insatisfacción legítima al pobre Singer, que los escucha sin entender demasiado su ira, y todos a su vez son egoístas y crueles. Quizás Mick sea un personaje especialmente cuidado, McCullers debía sentir cierta ternura hacia ella. Mick es una joven soñadora, apasionada de la cultura, que verá truncados todos sus sueños por una tozuda realidad, “la tienda le arrebataba toda la energía y todo el tiempo. Woolworth’s no era lo mismo que la escuela. Cuando volvía a casa de la escuela se sentía bien y dispuesta a empezar a trabajar con la música. Pero ahora estaba siempre demasiado cansada. En casa no hacía más que cenar y dormir y luego tomar el desayuno y volver a salir hacia la tienda. Una canción que había iniciado en su libreta privada de notas dos meses antes estaba por terminar. Y deseaba permanecer en su cuarto interior, pero no sabía cómo. Era como si estuviera encerrada y en algún lugar apartada de ella. Algo muy difícil de entender (…) Era como si la hubieran engañado. Solo que nadie la había engañado. Así que no podía echarle las culpas a nadie. Sin embargo, no podía quitarse de encima esta impresión. Engañada”.
Como dice de ella Elvira Lindo en el prólogo, El corazón es un cazador solitario es “un concentrado explosivo de pasiones que nos sacude desde la primera línea”. La autora solo tenía 23 años cuando creó a estos personajes y describió con una prosa deslumbrante una historia de olvidados, de apartados, de perdedores, complejos y contradictorios, una historia de la violencia que genera la miseria, del amor que crece a pesar de todo como una hermosa flor en un lodazal. McCullers comprende y jamás juzga, golpea con firmeza la estabilidad del lector a través de giros de guion y callejones literarios sin salida a los que empuja a personajes con los que empiezas a encariñarte.
Me alegro de haber dado con este libro. No sé si me escogió él a mi o yo a él, pero aquí se ha forjado un vínculo que tardará en diluirse. Leer nos regala momentos irrepetibles y establece relaciones persona – libro de las que a veces te asombras. Leedlo si disfrutasteis con Haruf, Angelou, Faulkner, o McCarthy. O leedlo si no tenéis ninguna otra referencia. Leedlo porque merece la pena, porque es un libro absorbente, cargado de talento, sensibilidad y contundencia.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
¡bella entrada!
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Muchas gracias!!
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que mamon
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Einch?
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