Plasticidad y fantasía en otra demostración monumental de genialidad y virtuosismo narrativo.
Hay escritores que tengo que dosificarme con la intención de estar toda la vida disfrutando de ellos. Cierto, tengo la posibilidad de las relecturas, pero me gusta saber que aun me quedan cosas por leer de Cortázar. Voy despacito. Empecé por la eterna Rayuela y ahora vengo con otro de sus libros más preciados: Historia de cronopios y de famas. Cortázar es un parque de atracciones, un juguete nuevo, colores y artificios… es diversión, sorpresa y erudición. Cortázar es el Dalí o el Tim Burton de la literatura. Para mí, Cortázar es el autor que más plasticidad ha alcanzado en el lenguaje junto con Borges (qué ganas de viajar a Argentina y empaparme de todo, hasta de Quilmes). Y este libro es una (otra) prueba irrefutable del genio del argentino. Hay quien se quedará en el surrealismo, pero creo que “plasticidad” y “fantasía” definen mejor las propiedades del autor.
Historia de cronopios y de famas es una recopilación de sesenta y cuatro relatos cortos repletos de sarcasmo e ironía escritos en un lenguaje sencillo y claro. Está dividido en cuatro partes con características propias. En Manual de instrucciones el escritor ofrece indicaciones para ejecutar acciones cotidianas y repetitivas, como puede ser el de dar cuerda a un reloj o el de llorar. Ocupaciones raras retrata la manera de ser y actuar de una extraña y amplia familia, así como sus delirantes aventuras. Estas dos no tienen nada especialmente destacable, salvo que sirven para zambullirte en el universo del autor y en el estilo que va a llevar el resto del libro. El tercer capítulo, Material plástico, reúne textos de diversos temas, siempre dentro del universo mágico de Cortázar. Estos relatos han sido todo un descubrimiento para mí, porque normalmente la gente se acuerda del cuarto capítulo que da título al libro, pero en Material plástico Cortázar se quita la mordaza y nos sorprende con relatos tan geniales como Maravillosas ocupaciones, Posibilidades de la abstracción, El diario a diario, Fin del mundo del fin (donde proyecta algunos recursos que utilizará un año más tarde en la publicación de Rayuela, “empieza a difundirse la costumbre de intercalar un texto en otro para aprovechar las entrelíneas”), Acefalía, Qué tal López, Progreso y retroceso, Camello declarado indeseable (seguro que lo leyó Eduardo Mendoza antes de dar vida a Gurb), Aplastamiento de las gotas o Cuento sin moraleja.
La última sección y más famosa es Historias de cronopios y de famas. En este apartado se describen algunas anécdotas de tres grupos protagonistas en los que representó a los convencionales, a los conformistas y a los soñadores. En una entrevista en 1977 para Televisión Española en el programa A fondo, Cortázar explica qué es un cronopio y qué una fama: “Vino así, el nombre y la imagen, y es por eso que al principio cuando se los define, se busca la definición en el mismo libro; empecé a escribir sin saber cómo eran y luego ya tomaron un aspecto humano… Relativamente humano, porque nunca son completamente seres humanos, con esas conductas especiales de los cronopios que son un poco la conducta del poeta, del asocial, del hombre que vive un poco al margen de las cosas; frente a los cuales se plantan los famas que son los grandes gerentes de los bancos, presidentes de las repúblicas, de la gente formal que defiende un orden”. Hay un tercer grupo de protagonistas, las esperanzas, que su creador las define así, “las esperanzas son personajes intermedios, que están un poco a mitad de camino, sometidas a la influencia de los famas o de los cronopios, según las circunstancias”. Pero, como siempre, Cortázar, da un giro final a su explicación y asume que “el problema conmigo, ya te lo cuentan, es que cuando me piden explicaciones es a pura perdida, porque a mí me cuesta mucho explicar cosas que no me las explico yo mismo”. Y me gusta la sensación de poder definir por mi mismo qué es un cronopio, una fama y una esperanza. Además, el propio autor te ayuda a darles forma en relatos como Viajes o Conservación de los recuerdos, el autor te presenta enfrentadas las posturas de cada uno de estos grupos de personajes frente a esas situaciones dadas. De esta parte, destaco los relatos La cucharada estrecha, La foto salió movida, Eugenesia (“pasa que los cronopios no quieren tener hijos, porque lo primero que hace un cronopio recién nacido es insultar groseramente a su padre, en quien oscuramente ve la acumulación de desdichas que un día serán suyas”) y Sus historias naturales, especialmente la de Tortugas y Cronopios que cierra el libro: “Ahora pasa que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural. Las esperanzas lo saben, y no se preocupan. Los famas lo saben, y se burlan. Los cronopios lo saben, y cada vez que encuentran una tortuga, sacan la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrina”. Así es Cortázar, un cronopio dibujando golondrinas en nuestra mente.
Leed a Cortázar siempre que tengáis ocasión o, haced como yo, dosificároslo para siempre tener algo pendiente de este genio suizo-argentino-parisino que tan bien ha hecho a la Literatura universal y a cada lector en particular. Un auténtico lujo para potenciar la imaginación y la creatividad. Una oportunidad única para divertirse de una forma desenfadada y estimulante con uno de los títulos esenciales de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
¡Nos vemos en la próxima reseña!