Empezaba a perder la esperanza en que bookish.es trajera libros que realmente me cautivaran cuando aparece Invierno y me devuelve la fe en las cajas literarias. Si lleváis un tiempo paseando por este blog sabréis que me encanta la Naturaleza y todas sus temáticas afines. Sin ir más lejos, el año pasado leímos Las ocho montañas y tengo pendiente –desde hace mucho tiempo– Walden porque le tengo demasiado respeto. Si algo me queda de mi época scout es ese gusto por la montaña, el ejercicio físico al aire libre, el respeto por los animales y la inocencia en las noches estrelladas. Invierno es una oda a todo esto y en algunos aspectos llevado a su máxima expresión, la supervivencia.
Rick Bass escribe el diario de su llegada al valle del Yaak, en Montana, junto con Elizabeth, su pareja. Dos tejanos llegan al valle para escribir y pintar. En Yaak apenas viven treinta personas y nuestros protagonistas no las tienen todas consigo en lo que a integración se refiere, “un escritor en un valle de trabajadores Tal vez lo novedoso de la situación les permita tolerarme. Nadie pregunta si voy a pasar aquí el invierno; su forma de expresarlo es, más bien: “Entonces, ¿vas a intentar invernar aquí?” Y entonces, si aguanto toda la estación, ya seré un residente. Después de haber invernado, podré moverme por el valle más a gusto. Veré más cosas, oiré más cosas, me contarán más cosas”. No es un relato angustioso, ni mucho menos. Es un diario lleno de placer, disfrute, gozo y pasión por los entornos libres de contaminación, de comodidades y, casi lo más importante, de gente. Es un análisis certero y profundo de un invierno duro, “el invierno ralentiza las cosas, es un hecho: puede cubrir y proteger, además de congelar y hacer daño”. Pero el invierno en Yaak es lo que andaba buscando Rick, el contacto total con la naturaleza, la integración absoluta, desaparecer en el ambiente, mimetizarse, “el invierno ejerce una fuerza competitiva, no unificadora, sobre todo el bosque. Es dinámica, no estática. Ellos cazan ratones igual que yo recojo leña. Estamos todos cerca, todos enlazados”. La adaptación de Elizabeth y Rick al entorno es rápida lo que les demuestra que era eso lo que anhelaban: desaparecer de la civilización, “me estoy alejando de la raza humana. No quiero sonar grosero, pero me está gustando. Me asusta un poco darme cuenta de lo mucho que me gusta”. Junto con el análisis y la reflexión de su situación, Rick lanza proclamas en defensa de la naturaleza y de la vida en simbiosis con la Naturaleza, una comunión absoluta con animales, plantas y fenómenos atmosféricos, “podrían pasarse al propano, el combustible de la opulencia, dinero a cambio de calor, en lugar de trabajo a cambio de calor”.
El diario de Rick Bass termina siendo una historia perfectamente trazada. A veces puede parecer que abusa de las descripciones en torno a la madera y el trabajo de la misma, o de los tipos de nieve y cómo afectan a las rutinas del valle, pero no sobran. Sirven para situarte en su cabaña, en ese refugio en el que vive con su mujer y sus dos perros. Lo relata de tal manera que a mi me han dado ganas de irme allí con él, no a escribir ni a pintar, sino a leer y a pensar. Podría vivir en Yaak, en una cabaña cerca de Rick y Elizabeth, rodeado de libros y tiempo para leer y pensar. Quizás necesitase una pequeña antena para coger internet y subir las reseñas. También para dar mis clases. Hay cosas a las que todavía no puedo renunciar (como sí hicieron Rick y Elizabeth) para irme a vivir en plan ermitaño a la montaña. Pero me gustaría. Y este libro me anima a hacerlo. Estos son los libros que tenemos que leer. Los que animan a vivir, aprovechar las oportunidades y perseguir nuestros sueños.
¡Nos vemos en la próxima reseña!