Hay títulos que llaman la atención y ediciones que repelen mi interés (tapa dura y páginas ásperas). En este caso se cumplen los dos supuestos. Me acabé decidiendo porque mis libreros de guardia me lo recomendaron vivamente. Y Gueorgui Gospodínov y su Física de la tristeza me han cautivado. Tiene retazos de Cortázar, pinceladas de Aira y un regustillo a Trueba, pero es diferente a todo lo que haya leído hasta ahora.
El leitmotiv de la novela es el Minotauro y su laberinto. Pero solo son una excusa para trazar otros miles de laberintos en los que se cruzan sus experiencias personales y la Historia de Bulgaria. El libro es una moleskine infinita llena de anotaciones muy bien conjugadas con el hilo conductor. El propio autor llama a su libro “albergue de palabras” o “cápsula del tiempo”. A través del Laberinto del Minotauro, visto por el Minotauro, Gospodínov dota al libro de un profundo sentido de melancolía (“ahora, al hojear [dos o tres cuadernos con unos vagos apuntes de viajes] distraído para matar el tiempo, me doy cuenta de algo: la melancolía invade el mundo lentamente… Algo que ha entrado en bucle en el tiempo y el otoño no quiere desplazarse, todas las estaciones son otoño. El otoño universal… El viaje tampoco cura la tristeza”) y de tristeza (“la física de la tristeza fue el objeto de mis ocupaciones durante unos cuantos años. La tristeza, al igual que los gases y los vapores, no tiene volumen y una forma propios, sino que adopta la forma y el volumen del recipiente o el espacio que habita (…) es una especie de gas camaleónico que cambia todos los colores y olores del mundo, y a la que también todos los colores y olores pueden activar con facilidad (…) alrededor de nosotros circulan frentes, ciclones y anticiclones de tristezas invisibles”). Pero también hay espacio para el humor, sírvanos como ejemplo la relación entre su adolescencia y la política comunista de los ochenta: “Toda mi adolescencia puede describirse brevemente mediante la complicada situación política de los años ochenta. Primer beso con una chica. Muere Brézhnev. Segundo beso (con otra chica). Muere Chernenko. Tercer beso… Muere Andrópov. ¿Me los estoy cargando yo? Primer sexo torpe en el parque. Chernóbil”.
Hay cientos de recursos puestos en juego, es un libro muy rico en anécdotas, giros, enumeraciones, ejemplificaciones, con recurrentes referencias a la política, antropología, filosofía, física y medicina. Por supuesto hay muchas referencias literarias en el libro. Me quedo con los capítulos de Sócrates en el tren, Sherezade y el minotauro (“el hilo de la historia es lo único que la guía a través del laberinto de su condena”), o los tres que forman Descripción de una fobia, y citas que recuperaré en algún momento como “los huesos de las consonantes”, “Gracias al ojo de cada recién nacido –una rata, una mosca o una pequeña tortuga- el mundo se crea de nuevo”, “a Berlín no se viene por las risas”, “solo el olvido es aséptico”, o “un grupo de chicas de los últimos cursos, riéndose, guapas, lolitas sin haber leído Lolita”. Y otros más.
Es una buena elección para estas navidades que además se lee muy fácil porque tiene muchas subdivisiones dentro de los capítulos que permite parar cada pocas páginas. Te animo a leerlo si te apetece algo diferente, fresco, combativo desde la melancolía y la tristeza, crítico desde un refinado sentido del humor y con cierta profundidad filosófica y literaria.
¡Nos vemos en la próxima reseña!