Me gustan las editoriales que recuperan literatura extranjera. Agradezco conocer nuevos autores. Nuevas biografías. Nuevos entornos literarios. Gracias, Fulgencio Pimentel, por vuestro trabajo (ya me ganasteis con Física de la tristeza). En las últimas reseñas vengo insistiendo en esta idea, y es que me parece maravilloso que existan editoriales que (por supervivencia o por compromiso) se dediquen a acercarnos autores y obras desconocidos para el lector medio. De la misma forma, me encantan las librerías que ofrecen oportunidades a estas editoriales, como mi reverenciada Tipos Infames, a los que nunca podré pagarles la formación literaria que me están dando.
La maleta de Serguéi Dovlátov está llena de objetos que le servirán al autor para narrarnos su pasado. Cada uno sirve para rememorar parte de su biografía, acontecimientos más o menos divertidos, trágicos, emotivos, profundos o insulsos, que fueron determinantes en su vida. El componente autobiográfico es el predominante en el libro, pero no le falta gancho en el análisis sociológico, político, antropológico y filosófico de la URSS. Si con El imperio de Kapuscinski me acerqué a las miserias y las riquezas de la Unión Soviética, con Jóvenes talentos de Grozni y Física de la tristeza de Gospodínov conocí las profundidades de la Bulgaria soviética, creo que con La maleta me adentro en una visión diferente de Rusia. Diferente y necesaria. Todos beben de los grandes, de Tolstoi, de Dostoievski, de Chejov, pero Dovlátov pertenece a una serie de escritores contemporáneos fundamentales para entender la sociedad soviética y satelital en esa transición del comunismo a la democracia. En esta generación también coloco a Limónov, a quien conocimos gracias a Emmanuele Carrère y su reconocida novela homónima (que aún tengo pendiente).
Como señala Marta Rebón en Babelia, a Dovlátov le estamparon en su pasaporte el sello de salida de la Unión Soviética en 1978, finalmente resignado a convertirse en un escritor en tierra ajena: en La maleta entonó un canto nostálgico a la patria perdida. Decidirse a coger el petate no le resultó fácil, pese a estar continuamente en el radar de la policía secreta —su expediente era “más pesado que el Fausto de Goethe”— y vetado para ejercer cualquier empleo, tras dos arrestos y problemas con “el eterno acompañante del escritor ruso: el alcohol. Estas inclinaciones inconformistas, resistentes a lo establecido, a favor de la libertad, de la literatura más pura, del periodismo comprometido, se perciben perfectamente en la novela.
El recurso de los objetos del petate es acertado. No sé si tiene precedentes en la Literatura, pero le da bastante juego. Creo que recordaré el libro por este recurso. Eso sí, hubiera agradecido un orden cronológico en los acontecimientos. No sé si lo leí con demasiados parones, puede ser, pero me ha parecido difícil reconstruir la vida de Dovlátov por los continuos saltos temporales.
Recomiendo la novela si te atraen las historias culturalmente alejadas, formativas por el tratamiento crítico e irónico de la historia, por la profundidad de los planteamientos, y la capacidad para presentar personajes en pocas palabras, entonces La maleta es el típico libro que debes llevarte de viaje porque, como dice el propio Dovlátov en el Epílogo, “existe una razón para que cada libro, incluso los no muy serios, tenga la forma de una maleta”.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
He leído poca literatura rusa en mi vida, y está reseña me ha abierto el apetito de intentarlo. Salir de la zona de confort a veces es necesario para llevarte alguna sorpresa agradable. 😊 Un saludo.
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Yo soy muy fan. Nadie ha desarrollado la psicología de los personajes como los grandes escritores rusos. Y no salgas tanto de la zona de confort, que los puedes leer traducidos 😜
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