No todo va a ser narrativa. Intento intercalar algunas notas de teatro o de poesía. Ahora le ha tocado a una obra que llevaba tiempo queriendo leer. Esperando a Godot de Samuel Beckett (Premio Nobel de Literatura en 1969) está considerada la obra más importante del teatro de lo absurdo. Además, es una de las 100 obras más influyentes de la Literatura del siglo XX según Le Monde (cuánto me queda por leer… de esa lista he leído 9/100 sin contar con otras que he visto la adaptación cinematográfica, pero sin leer el libro).
La obra presenta a dos personajes, Estragon y Vladimir, que han quedado con un tercero –Godot– al que esperan en un árbol en mitad de un camino. Beckett utiliza la interacción entre sus personajes para simbolizar el tedio y la carencia de significado de la vida moderna, ambos temas principales del existencialismo:
ESTRAGON: Puesto que estamos prevenidos
VLADIMIR: Podemos aguantar pacientemente
ESTRAGON: Ya sabemos a qué atenernos
VLADIMIR: No tenemos por qué inquietarnos
ESTRAGON: Sólo hay que esperar
VLADIMIR: Estamos acostumbrados
(…)
ESTRAGON: Mientras se espera, nada ocurre.
Mientras esperan, aparecen en el camino Pozzo y su siervo Lucky. Interactúan con ellos en unos diálogos que han tenido varias interpretaciones, a cada cual más surrealista. La obra retrata esta espera durante dos actos, a cada cual más tedioso:
ESTRAGON: ¿Y qué hacemos aquí?
VLADIMIR: No sé.
ESTRAGON: Vayámonos
VLADIMIR: No podemos.
ESTRAGON: ¿Por qué?
VLADIMIR: Esperamos a Godot.
ESTRAGON: Es cierto.
Y en medio de este sinsentido “una sola cosa está clara: estamos esperando a Godot”. Pero Godot nunca aparece (hay quien ha interpretado que Godot representa a Dios, pero el propio Beckett refutó esta hipótesis). A pesar de esa frialdad, la obra también presenta momentos de comedia, que recuerdan el hieratismo de Charlie Chaplin o Buster Keaton. De hecho, con el existencialismo de fondo, he entendido la obra como profundamente cómica; el propio Beckett la definió como «horriblemente cómica». De lo absurdo de la espera. De la profundidad de los diálogos (que existe). De lo disparatado de las escenas. Me he reído y mucho. Y diría que, si alguna vez la veo en el teatro, me reiré y disfrutaré. Tengo un buen recuerdo de esta lectura y creo que su poso permanecerá.
Leedlo si queréis apuntaros un MUST de la Literatura universal y pasar un rato divertido, entretenido, cómico y con cierta transcendencia filosófica. Una obra para una tarde tranquila de invierno en la que te apetezca reír y reflexionar sobre el devenir de un mundo a la deriva en el que sólo la acción se presume como útil. Una tarde, por lo tanto, en la que no tengas nada que hacer más que esperar, o –mejor dicho– disfrutar de un buen libro mientras el capitalismo arrasa con todo ahí fuera.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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