El Jardín de los Finzi – Contini es una de esas novelas de estilo clásico que embriagan con ese aroma suave y delicado de la aristocracia italiana de principios del siglo XX. Según el propio autor con esta novela pretendía «dar una visión profunda de un cierto tipo de sociedad desde un punto de vista histórico, sentimental, artístico e, incluso ideológico, ya que en cuanto narra determinadas circunstancias históricas es una toma de posición contra el fascismo».
A través de una llamativa construcción lenta y progresiva, tanto en los temas como en el tipo de lenguaje, de un mundo narrativo propio, Bassani da protagonismo a la aristocracia judía perseguida por el Fascio. Sin largas descripciones, sino pequeños incisos a lo largo de la historia, que la nutren, la mejoran y le dotan de una profundidad bastante interesante. Funciona muy bien. Y la verdad es que se disfruta mucho. Dibuja perfectamente la vida aristocrática judía de principios de siglo, la ligereza económica, el sistema de valores… y sin embargo, la despreocupación por el fascismo se va convirtiendo en amargura escondida tras caras largas pero manteniendo la consabida dignidad judía.
La novela, con tintes autobiográficos, comienza aludiendo al final de la familia Finzi – Contini quienes acaban en un campo de concentración alemán aniquilados por el nazismo. Bassani reflexiona sobre el sinsentido fascista en muchos momentos de la novela; yo me quedo con esta cita,
«Una de las formas más odiosas de antisemitismo era precisamente ésa: lamentar que los judíos no fuesen suficientemente como los demás, y luego, al contrario, una vez constatada su casi total asimilación al ambiente que los rodeaba, lamentar que fueran iguales que los demás, ni siquiera ligeramente distintos de lo que era la media común».
No sobrevive ninguno, y eso le da un carácter diferente a la novela, pues las continuas disputas que presenta se resuelven en el lector con cierto sentimentalismo.
Nunca sabremos el nombre del protagonista, pero se trata de un joven aristócrata ferrarés, inteligente y culto, de menor rango que los Finzi – Contini que es invitado por Micol, la bellísima hija estos. La relación de Micol y el narrador le sirve a Bassani para trazar magistralmente una novela profunda y tranquila en la que no escatima en detalles. Es una relación un tanto tormentosa, sobre todo para nuestro protagonista continuamente despreciado por Micol. En un momento de la conversación definitiva entre ambos dice Micol:
«El amor era cosa de gente decidida a superarse mutuamente, un deporte cruel, feroz, mucho más cruel y feroz que el tenis. A practicar sin excluir en golpes y sin preocuparse nunca, para mitigarlo, de la bondad de ánimo y la honestidad de los propósitos».
Pero esta la visión del amor no la comparte nuestro protagonista (ni yo). En otro momento de la novela, mientras charla con Marlene sobre la homosexualidad, dice:
«El amor justifica y santifica todo, hasta la homosexualidad. Más aun: que el amor, cuando es puro, es totalmente desinteresado y siempre anormal, asocial, etcétera. Como el arte -había añadido-, que cuando es puro, y por lo tanto inútil, disgusta a todos los curas de todas las religiones, incluida la socialista».
Y son estas dos formas de entender el amor, y otras diferencias sociales propias de la aristocracia judía de la época, las que impiden que Micol y el narrador lleguen a tener una relación de pareja. Algo que atormenta al protagonista durante prácticamente toda la historia.
Hacia el final de la novela, con el olor a Zyclon B entrando ya en las pituitarias de los lectores, aparece una conversación entre el protagonista y su padre que merece ser destacada al menos en un punto; el momento en el que reflexionan sobre el paso del tiempo, la importancia de vivir y de aprovechar la vida dotándola de sentido y de amor:
«En la vida, si uno quiere entender algo, entender realmente algo acerca de cómo son las cosas en este mundo, tiene que morir, al menos, una vez. Así que, dado que ésa es la norma, mejor morir joven, cuando uno tiene por delante tanto tiempo para levantarse y resucitar… Comprender las cosas cuando uno llega a viejo es espantoso, mucho más espantoso».
En definitiva, se trata de una novela conmovedora, muy entretenida, tradicional, sin grandes sobresaltos, sin saltos temporales, sin dobles sentidos ni recursos extraños. Muy bien escrita, con un estilo algo recargado pero que funciona estupendamente. Es agradable. Se lee muy bien. Espero que os guste.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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