Una persona pierde la memoria, y un anuncio en el periódico puesto por los psicólogos invita a sus amigos y familiares a escribir cartas contando experiencias que compartieron con él. A tal ofrecimiento contestan su mejor amigo de la infancia, su padrastro y su primer amor. De momento apetece leerlo, ¿verdad? Estamos ante una anti – autobiografía. Lo contrario a unas memorias. Lo opuesto a un solipsismo. Los testimonios «cercan» la historia sin dibujarla. El dibujo es en negativo. Se dibuja todo menos al protagonista, que queda asimismo retratado por ser el único hueco del cuadro que se mantiene en blanco. Mola. Es un recurso diferente. Humildemente creo que no está muy explotado en la Literatura.
La novela combina estas correspondencias con momentos de la actualidad de los personajes. Esto nos permite ver cómo era la infancia de David, el protagonista, pero también como es la vida de sus seres cercanos en la actualidad. Este doble hilo temporal funciona bien, y mejora a medida que avanzas en la correspondencia y en la tela de araña que se va tejiendo entre los tres personajes sin que el resto lo sepa. Resulta que a medida que vamos conociendo la juventud de David a través de estos tres narradores, descubrimos incoherencias, verdades a medias, versiones contradictorias de algunos momentos compartidos… parece que cada uno quiere hacer florecer en David su versión de la historia. Da la sensación de que escribir a David es tan solo una excusa para reflexionar sobre su pasado, justificar decisiones, dejar testimonio de cómo lo han vivido. David deja de ser importante en la novela a pesar de ser el centro de la misma.
Empezamos pensando que la historia de Jon, su mejor amigo, será la más fidedigna. Arvid, su padrastro, claramente intenta arrimar el ascua a su sardina. Y Silje, su primer amor, es la que introduce los elementos más interesantes de toda la novela. Pone orden en el resto de testimonios, algunos los desmonta, a otros les da coherencia y es la única capaz de empalizar con David, es la que nos muestra al David que parece más real.
A través de las cartas, se reflexiona sobre cuestiones tan relevantes como la amistad, la familia, los valores juveniles, los sueños adolescentes y las contradicciones adultas… a mi ha habido momentos en los que el libro me ha conmovido. Especialmente tres.
El momento en el que David se da cuenta de que su madre se ha dejado la piel por acercarse a él, por entenderlo y por compartir sus gustos. Escribe Jon:
«tuviste una breve pero emotiva explosión de sentimientos y, con voz temblorosa, nos confesaste que tenías remordimientos por el modo en que habías tratado a Berit [su madre]. Te reprochabas haber sido tan frío y tan duro con ella, y no podías perdonarte haberla ridiculizado cuando te hablaba de los libros que leía o te enseñaba los cuadros que había comprado. Creías además que su repentino interés por el arte y la cultural había sido, en el fondo, una especie de intento de acercarse a ti, y eso lo empeoraba todo muchísimo. Las novelas, los libros de poesía, la sala de exposiciones y las representaciones del Teatro Nacional (…) se debían sencillamente a que había intentado llegar a ti interesándose por cosas que sabía que significaban mucho para ti y averiguando más sobre ellas. <<Y la rechacé, a pesar de que me di cuenta de eso desde el primer momento>>, nos dijiste».
El momento en el que Arvid le recrimina su comportamiento. Quizás me conmocione porque en esto me identifico perfectamente con David:
«Tu problema es que, ni poniendo todo tu empeño, eres capaz de entender que puedas gustarle a alguien, que alguien pueda quererte. Intentas dártelas de relajado, de cool, como si te tomaras las cosas con calma, pero en el fondo eres… la persona más insegura que conozco. Finges que te da igual lo que dice la gente, pero en realidad no conozco a nadie más frágil que tú. Nunca bajas la guardia, como si estuvieras esperando la prueba de que no le gustas a la gente. Por bien que te traten, por cálido que sea el recibimiento que te den, siempre piensas que en el fondo no les gustas (…). No te cabe en la cabeza que le gustes a alguien, que haya gente que te quiera y se preocupe por ti (…). Prefieres tener una visión negativa de las cosas y las personas desde el principio, así luego no te llevas una decepción, ¿no?»
El tercer momento es en el que Arvid nos explicita algo a lo que todos tenemos miedo, «el olvido que seremos» de Borges:
«cuando ya no hay nadie que pueda documentar nuestra vida cuando ya no hay nadie capaz de contar anécdotas sobre nuestra cabezonería o sobre nuestro mal humor mañanero, cuando ya no hay nadie que nos ría las gracias o se enfade con nuestro mal humor, cuando ya no hay nadie que nos recuerde quién somos y nos anime a ser quien podemos ser, nos derrumbamos y desaparecemos».
Esto último sirve también como reflexión sobre el propio leitmotiv del libro. Y podría ser totalmente cierto si no fuera porque al final del libro se confirma una sospecha que se tiene desde el inicio. Y es Silje, su primer amor, quien nos pone sobre la pista:
«He de admitir que desde el primer momento he sospechado que tu pérdida de memoria era una especie de proyecto artístico, y si no lo he mencionado hasta ahora, que estoy a punto de terminar mi carta, se debe en parte a que me ha producido placer creer que me lo tragaba, y en parte a que no estaba ni estoy del todo segura de que mi sospecha sea cierta»
Y es maravilloso terminar el libro con la sensación de que tal vez todo sea una excentricidad, una travesura, una picardía del propio David, quien en plenitud de sus facultades decide iniciar este proyecto sobre su pasado. Pero solo tiene al sentido que nos lo planteen al final del libro porque ya conocemos al protagonista, al principio no hubiera tenido tanta fuerza como al final. El recurso está muy bien utilizado. Deja un sabor de boca final muy agradable.
Pasaréis buenos ratos con este libro. A mi me lo recomendó Gonzalo (un Tipo brillantemente Infame) y acertó. Yo me fié de él y acerté. Fiaos vosotros de mi y acertaréis.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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