Una delicia japonesa para estas Navidades

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Llego a mi librería de referencia, Tipos Infames, y tras saludos, risas y un primer vistazo a las novedades, les interpelo: «Perdona, te voy a pedir algo difícil, ‘novelas sobre Japón’, me voy de viaje en unos días y quisiera empaparme de cultura, valores y experiencias japonesas, ¿qué me recomiendas?». Sin dudarlo, se dirige a la estantería correspondiente a la letra D y me saca dos novelas de Osamu Dazai, «buenísimas» me dicen. «No ha sido tan difícil, yo pensaba que os iba a costar más», digo entre risas decepcionantes. Luego dimos más vueltas y me llevo algo de Oé, que próximamente leeré. Pero empecé por las de Dazai porque ellos no dudaron y yo me fio de «mis tipos infames».

Indigno de ser humano es una gozada de novela. Cuenta la historia de un joven repudiado por su familia tras un intento de suicidio e incapaz de vivir en armonía con sus hipócritas semejantes. Sus aventuras amorosas y desventuras vitales nos van enseñando a un personaje tan coherente como autodestructivo:

«Las personas se engañan unas a otras del modo más natural y, sorprendentemente, sin resultar lastimadas (…) a nadie parece preocuparle este intercambio de falsedades. (…) Me cuesta entender que el ser humano viva o quiera vivir con pureza, claridad y felicidad en medio de toda esta mentira mutua».

Y con esta declaración de intenciones, va entrando en una espiral de oportunidades desaprovechadas que le van a haciendo un ser sombrío y lúgubre (como el museo). Decide fingir para ser social, convertirse en un absurdo bufón, «Quizás en su simplicidad creían que yo era tan simple como ellos (…) les estaba engañando«. Se considera un marginado de nacimiento,

«Existe la palabra «marginados», que denota a los infelices, a los fracasados y a los descarriados de la sociedad humana; pero yo creo que lo soy desde el momento en que nací. Por eso, cuando me cruzo con alguien calificado de «marginado», de inmediato siento afecto por él. Un afecto que llena todo mi cuerpo de un arrobamiento de ternura».

Se casa dos veces, se separa, juega con las mujeres que le tratan bien, sin pretender hacerles el mal, su cabeza le aleja de todas ellas. Las ilusiones le duran un suspiro, y rápidamente vuelve a decaer en un abatimiento y un desánimo brutal que lo lleva a ser autodestructivo y a tomar siempre la decisión equivocada. Pero es que no quiere saber nada del ser humano, sus falsedades y sus intereses particulares, «el mundo continuaba siendo para mí un lugar de horror insondable. No se trataba de un lugar fácil en el que todo se decidiera simplemente entre ganar o perder«.

Y así transcurre su vida, apática, indolente, desidiosa, abúlica, triste y tremendamente descuidada por las drogas. Al final del libro, sentencia…

«En mi existencia ya no existe la felicidad o el sufrimiento. Todo pasa. Esa es la única verdad en toda mi vida, transcurrida en el interminable infierno de la sociedad humana. Todo pasa. Este año cumpliré veintisiete. Tengo ya tantas canas que aparento haber pasado los cuarenta».

Os lo recomiendo vivamente. Una novelita de 140 páginas de un gusto exquisito en el que se dibuja la sociedad japonesa tras la II Guerra Mundial. Una delicia para estas Navidades.

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