Una novela negra de las que ya no se escriben. Una gozada. El libro teje una trama compleja y vertiginosa alrededor de algo tan sencillo como un horario de trenes. Y no te deja respirar. Piensa por ti. Te lleva de la mano. Es difícil salirse de los razonamientos del protagonista, pero para poder disfrutarla al máximo es importante intentar ir resolviendo el caso por ti mismo. Corrupción, infidelidades consentidas, cómplices inesperados, muertes trampantojadas (¿existe esta palabra? no creo), venenos, trenes, testigos engañados, mujeres celosas, empresarios sin escrúpulos… en apenas 200 páginas el libro surfea por todos estos temas de forma brillante.
No destaco ninguna cita porque tampoco hay frases brillantes, pero no las echas de menos. Se lee de dos ratos. Os lo recomiendo. Una lectura para este verano muy amena.