Reseña de Tres maestros de Stefan Zweig

Zweig es un punto cardinal literario, el norte ante la zozobra de las novedades editoriales

Quizás os habréis dado cuenta de que aparezco menos por este blog. He reducido las reseñas a los sábados y mi ritmo lector ha disminuido. Aún me quedan muchas estanterías por leer y muchas novedades a las que acercarme, pero estoy en un momento de bajona lectora. No encuentro grandes motivaciones entre las novedades editoriales ni entre mis pendientes ni en el fondo de mis librerías de referencia. Es cosa mía, seguro que se siguen escribiendo libros buenísimos, pero no estamos coincidiendo. En estos momentos de zozobra, hay que volver a los referentes. Y para mí hay un lugar seguro en la literatura que se llama Stefan Zweig. Y he encontrado el libro que me saque de mi deriva lectora, un ensayo de Zweig sobre sus referentes literarios, ¡toma ya! La cuadratura del círculo se titula Tres maestros y lo edita, as usual, Acantilado.

Tres maestros son tres ensayos biográficos que escribe el autor austriaco sobre Balzac, Dickens y Dostoievski, “los únicos grandes novelistas del siglo XIX”. Diferencia entre autor de una novela y novelista, pues novelas buenas en el siglo XIX las hubo y quizás mejores que las de estos tres maestros, pero sus autores no son mejores novelistas que nuestros protagonistas. Dice Zweig, “novelista, en el sentido más elevado de la palabra, solo lo es el genio enciclopédico, el artista universal que -aquí extensión de la obra y la plétora de personajes se convierten en argumento- construye todo un cosmos, que junto al mundo terrenal crea el suyo propio con sus propios modelos, sus propias leyes de gravitación y su propio firmamento”. A Balzac le otorga el genio primigenio, “con él empieza -y casi se podría decir que termina, si no hubiera aparecido Dostoievski- el concepto de novela como enciclopedia del mundo interior”. A Dickens le concede la identificación de su obra “con los gustos de la Inglaterra de entonces, su obra es la materialización de la tradición inglesa: Dickens es el humor, la observación, la moral, la estética, el contenido intelectual y artístico, el sentimiento de la vida de sesenta millones de personas más allá del canal de la Mancha”; lo compara con Shakespeare de forma que “si Shakespeare es el arrojo de la Inglaterra ambiciosa, Dickens es la prudencia de la Inglaterra satisfecha” y esta prudencia es la que le impide llegar a la tragedia, “sus esfuerzos por llegar a la tragedia son realmente admirables (…) Y, sin embargo, no se produce nunca el escalofrío sublime, invariablemente reducido a un simple espasmo, que es el reflejo corporal del miedo, no el terror del alma (…) a Dickens le falta brutalidad, valentía, para ser un verdadero trágico. No es heroico, sino sentimental”. Y así llega a la sublimación de la literatura, al genio entre los genios, a Dostoievski, “Dickens amontona peligro sobre peligro, pero nadie los teme. En Dostoievski a veces se abren de repente abismos, el lector jadea falto de aliento cuando siente en su propio pecho cómo se resquebraja esa oscuridad y se abre ese abismo sin nombre; nota que el suelo desaparace bajo sus pies, siente un repentino vértigo, un vértigo abrasador, pero dulce, quisiera arrojarse abajo, pero a la vez tiembla ante ese pensamiento en el que placer y dolor se funden a una temperatura tan alta que es imposible separarlos”. Qué bien escribe Zweig, qué maravilla. Zweig dedica más de la mitad del libro a Dostoievski, y las mejores páginas las dedica a su maestro. La biografía de Dostoievski es la materia prima de su obra y Zweig lo resume a la perfección, “volcánico él mismo, volcánicos tenían que ser sus héroes”, y en ellos se detendrá muchas páginas y, entre otras cosas, dirá que “sus moldes todavía no se han enfriado, son eternamente incompletos y, por tanto, están doblemente vivos (…) como hace el árbol con los frutos, Dostoievski sacude a los personajes acabados, maduros. Ama a sus personajes solo mientras sufren, mientras poseen la forma sublimada y discrepante de su propio destino, mientras son un caos que quiere convertirse en Destino”, más adelante da una idea muy acertada de cómo son estos personajes, dice Zweig “todos son un Cortés, a sus espaldas, las naves quemadas; delante, lo desconocido”. Los lectores del ruso estamos expuestos a su voluntad, quizás más que con cualquier otro escritor, “en un frenesí de contrastes el escritor coloca lo sublime al lado de lo banal, frente a frente, y lanza los sentimientos excitados de un desasosiego a otro. Por esta razón el lector de las novelas de Dostoievski nunca encuentra descanso, el autor no le permite respirar tranquilamente (…) Mientras permanecemos bajo su influencia poética, nos parecemos a él. Como en él mismo, el eterno dualista, el hombre en la encrucijada de los contrastes, y como en sus personajes, Dostoievski rompe también en el lector la unidad del sentimiento”. Y una última idea que quisiera rescatar en esta reseña es una idea con la que suelo coincidir y destacar en las obras que he leído de él, defiende Zweig que “Dostoievski es el psicólogo de los psicólogos (…) su verdadero mundo es el inconsciente, el subconsciente, lo insondable (…) nos habla del mundo subterráneo del alma”. El temita del alma rusa ha sido muy exprimido al referirnos a Dostoievski. El respeto que siente Zweig por estos tres autores se respira en cada página. La admiración que siente por Dostoievski sobresale sobre las demás. Por cierto, a Dostoievski ya lo encumbró en su reconocida obra Momentos estelares de la humanidad, cuando Zweig destacó como uno de esos momentos el indulto que le llegó al ruso instantes antes de su ejecución; o sé qué obra fue antes, pero Zweig tiene muy presente a Dostoievski.  

Fulgencio Argüelles, en una de sus columnas para El Comercio, se refirió a Tres maestros como un “ensayo ya clásico e imprescindible” y destacó que “Zweig salta con pericia, emoción y originalidad de la vida a la obra de los tres genios, y recorre, como si de una grande y nueva metanovela se tratara, tanto las vicisitudes biográficas o las psicologías de la creación, como los caracteres, fundamentos e intenciones de los personajes creados, hurgando en los cimientos de unos y de otros con el afán de encontrar las conexiones más esenciales o determinantes entre la vida de los autores y los efectos de su creación genial. Un estudio emocionante, útil y preciso”. Y yo no podría resumirlo mejor. Más que un ensayo es un panegírico a los tres novelistas del siglo XIX. Una oportunidad para deleitarse con el estilo de Zweig, pero también para conocer la obra de estas tres bestias de la literatura universal desde la perspectiva de otro genio, en este caso del siglo XX. Escritores hablando de otros escritores es un género literario del que el lector común, el lector llano, puede extraer muchos aprendizajes y sentir que se revelan nítidamente ideas que estaban pululando por nuestra cabeza sin que fuésemos capaces de darle forma. A mí este libro me ha sacado de mi zozobra lectora y nunca le estaré suficientemente agradecido a Zweig por su labor para mantenerme a flote vital y lector.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

5 comentarios sobre “Reseña de Tres maestros de Stefan Zweig

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  1. A veces así pasa. Yo tuve tres años de bajón lector y me costó mucho volver a motivarme. Coincido en que volver a los referentes, los clásicos y los autores que no nos defraudan son buenas ideas para salir del bache. Tengo a este autor en mi lista de autores que leer y me agrada ver que tiene mucho donde escoger.

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