Reseña de El hombre que se enamoró de la luna de Tom Spanbauer

Una historia profunda y conmovedora de superación y redescubrimiento de la identidad personal

Aunque pudiera parecer lo contrario, el universo literario es infinito. Nunca dejo de aprender algo nuevo, de descubrir autores y obras increíbles. Eso me ha pasado recientemente con Tom Spanbauer y su segunda novela, El hombre que se enamoró de la luna, ahora editada por Penguin Random House, aunque se publicó originalmente en los años 90. Tom Spanbauer es un escritor estadounidense cuyo trabajo a menudo explora la sexualidad, la raza y los lazos que unen a personas dispares. Rodrigo Fresán dice en Babelia que Spanbauer [perdonadme lo extenso de la cita] “es una de esas contadas, felices e inspiradas anomalías dentro del paisaje de las letras norteamericanas. No puede decirse que Spanbauer encaje dentro de los parámetros de la literatura gay contemporánea más lírica o costumbrista o de aquella que se dedica a repasar con frialdad de documental caliente los estragos causados por la plaga del sida. Spanbauer es uno de esos escritores que parecen empezar y terminar en sí mismos y que no dejarán escuela no porque no se los admire sino porque se les sabe únicos y, por lo tanto, toda intención de emularlo degradaría en involuntaria parodia”.

La novela cuenta el camino que un joven huérfano recorre en busca de su propia identidad. El narrador de esta historia es el propio chaval, Cobertizo, un chico que se gana la vida en un hotel de la pequeña localidad de Excellent, en Idaho. El negocio está regentado por la autoritaria Ida Richelieu, prostituta y alcaldesa del pueblo. Cuando Cobertizo es violado a punta de pistola por el hombre que esa misma noche asesina a su madre india, Ida se hace cargo de su crianza. Mientras indaga en su identidad perdida, el chico pasa a formar parte de una excéntrica familia de inadaptados y marginados entre los que destacan la bella Alma Hatch y Dellwood Barker, un cowboy medio loco de ojos verdes y aires de filósofo.

El hombre que se enamoró de la luna, una historia de una educación y de una iniciación, es un clásico contemporáneo sobre la sexualidad, la raza y el amor. La obra más emblemática de Spanbauer es un cuento mítico, evocativo y carnal; una celebración de la sexualidad en todas sus formas y una reflexión profunda sobre la relación de los hombres con la naturaleza y el lenguaje. Pero para mí también ha sido una historia conmovedora y mágica de superación atemporal, porque encontrarse a uno mismo, querer saber quién eres realmente es una tarea que necesariamente te hace enfrentarte a situaciones inciertas e indeseadas. En este caso, el joven Cobertizo comienza una etapa sembrada de falsedades pero que no deja de lado porque su convicción es firme.

Junto con el descubrimiento del autor y de la obra, también he sabido de un nuevo  concepto de escritura acuñado por Spanbauer, la escritura peligrosa (dangerous writing). El propio autor es el coordinador de un taller de escritura de Portland, bautizada con el mismo nombre. El escritor más famoso surgido de ella es Chuck Palahniuk y en parte está basada en la filosofía minimalista de Gordon Lish, quien a su vez fue maestro de Spanbauer y descubridor de Carver (casi nadie al aparato). Según Javier Aparicio, la escritura peligrosa es “una fórmula narrativa que da rienda suelta a las emociones, adora la primera persona, simula la improvisación, como aquella técnica del sketching de Jack Kerouac, y lleva dosis de minimalismo carveriano y varios excipientes como la catarsis, la desinhibición, sucedáneos de escritura automática o predilección por temas tabú (homosexualidad, religiones coercitivas, sexo, drogas y rock and roll) y reconstrucciones de la más genuina vida cotidiana”, mientras que para Rodrigo Fresán este tipo de escritura consiste en “revelar, más o menos minimalísticamente, con la más confesional de las primeras personas, aquello que más te asuste o te avergüence o te arrepientas de haber hecho o pensado hacer o, simplemente, haber pensado. Hallar así lo que él ha bautizado como «el sitio que duele». Esto que para muchos sonará a maniobra ingenua o truco inofensivo consigue -según Spanbauer, sólo cuando se llega al fondo de todas las cosas- verdaderos desprendimientos del yo”. El propio autor en una entrevista en El País señala que “una de las principales propuestas de la escritura del riesgo es volver a estos lugares de dolor, volver a la pena y empezar a escuchar el secreto”.

Estoy muy agradecido a quien me recomendase este libro porque me ha descubierto una nueva zona del mapa de la literatura mundial que estaba totalmente ensombrecida para mí. Y también para esto leemos. Para descubrir y, por lo tanto, para aprender. Además, desde ya me declaro fan de Cobertizo y os pienso recomendar este libro tantas veces como tenga ocasión.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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