Un texto crudo y necesario sobre las verdades silenciadas de la maternidad
Hacía tiempo que conocía el título y la temática del libro, incluso había oído hablar de Jane Lazarre, pero no fue hasta el pasado septiembre cuando lo compré en la Feria de Libro de Madrid, en la caseta de Tipos Infames (¿cuál si no?), buscando libros sobre maternidad, paternidad y la experiencia de ser padre/madre. La obra se publicó en 1976 y, a pesar de algunos pequeños ajustes, las reflexiones de Lazarre siguen de absoluta vigencia, así que Las afueras vuelve a acertar en su selección de obras. Esta se mueve en unas afueras muy particulares pero muy presentes aun en la sociedad actual y es que hay asuntos que, lamentablemente, nunca serán centro del debate social y no por ello dejan de ser importante abordarlos.
En El nudo materno la autora nos cuenta su experiencia como madre. Al estilo de un diario, sin fechar los días, Lazarre va dibujando el mapa de sentimientos que le suceden durante su embarazo y maternidad. Con la crudeza y la sinceridad necesarias, Lazarre no esquiva ningún debate ni edulcora el lenguaje, “Me había convencido de que era la única madre del mundo que sentía odio hacia un niño al que amaba con una intensidad enorme, una madre que se arrepentía una y otra vez de lo que había hecho”. Reconoce sus contradicciones y ese nudo gordiano imposible de deshacer en el que se ha visto inmersa, “yo daría la vida por él, pero ha destrozado mi vida, y solo vivo pensando en cómo recuperarla”. Reflexiona sobre la fragilidad de sus principios, “Desde que había dado a luz, poco a poco me fui resignando a vivir en una confusión permanente. Pese a mi temperamento, pese a una infancia rica en figuras que representaban la independencia femenina (…) lo que realmente me sorprendía era haber caído víctima de los convencionalismos de la maternidad. Al fin y al cabo, ¿tanto poder tienen las convenciones?”, sobre su relación con su pareja, “solo cuando James y yo estábamos sin Benjamin, nuestro amor recobraba sentido y éramos capaces de reconocer nuestra mutua elección (…) y yo estaba segura de que lo amaba; entonces fui consciente de que, si me entregaba enteramente a la maternidad, tarde o temprano acabaría dejándolo”, o sobre esas madres a tiempo completo (que renuncian a su desarrollo profesional o no lo han tenido nunca), “las madres de los bancos (…) dudaba entre las que estaban claramente insatisfechas y enfadadas, y las pocas que parecían disfrutar de la vida (…) Su trabajo es muy duro y deberían ser remuneradas por ello (…) La sociedad les ha robado el amor propio por haberlas idolatrado y condenado a la vez, y, hace poco, se ha añadido el movimiento feminista. Me debatía constantemente: o las odiaba por su cobardía o las amaba por su resistencia”, sin caer en convencionalismos ni espacios comunes. El libro es un maná de ideas acertadas y silenciadas.
Como he dicho al principio de la reseña, Lazarre se mueve en las afueras, en la áspera realidad que conlleva la maternidad y de la que nunca se habla. Esto es algo que Cris y yo tenemos muy abordado: la maternidad es una de las grandes mentiras de la sociedad actual; todo te lo pintan maravilloso y no hay día, semana, mes o época en la que descubras una miseria que seguramente sea común: de la acidez de estómago, a las náuseas, las inseguridades, las limitaciones, el dolor del parto, la dureza de la lactancia y los abismales cambios hormonales, todo se esconde y todo se disfraza de magia, suerte y amor. Un amor que Lazarre también pone en duda, “con todo, el amor maternal conllevaba una carga. Confronté mis aversiones y mis miedos. Fantaseé con asesinatos a medianoche. Lo odié y lloré porque mi vida había dejado de existir. Y así, durante dos meses, descubrí en silencio que lo amaba. Antes, había comprendido que él era el vínculo más cercano a mi persona, que nunca podría abandonarlo, que ofrece todas mis caricias y alimentarlo con las mejores frutas y verduras era lo más importante para mí. Pero ¿amor? No lo había amado más de lo que siempre me amé a mí misma. En ambos casos, el amor había luchado por definirse, había crecido en un mar de confusión, miseria y necesidad”. Estas dudas, esta ambivalencia materna, este nudo atado socialmente a veces contra tu voluntad, son las que brillan en el texto. En el último capítulo, Lazarre crea un personaje dentro de un cuento y le brinda algunas reflexiones que me han encantado, me gustaría destacar una que tiene que ver con las renuncias a las que hacen frente las madres, “la maternidad destruye la seguridad. Tarde o temprano el niño os decepciona, incluso a veces aterroriza (…) Y esta constante muerte y resurrección de la confianza en vosotras que os acosa a diario acaba por paralizar a la orgullosa y brillante prima donna que lleváis dentro hasta que pierde la voz (…) Afróntalo. Cuando tienes hijos sacrificas todo tu potencial”. Casi nada.
El nudo materno es un texto necesario. Un canto a la maternidad desnuda. Como escribe Carolina del Olmo en el Prólogo de la edición, frente a las visiones simplistas, “nos enseña que ser madre es lo mejor del mundo y es también lo peor; que ser madre es tener un poder omnímodo sobre otro y es también ser esclava de ese otro; que ser madre es una identidad que te devora hasta el punto de no poder ser otra cosa y es también (dolorosamente) compatible con seguir siendo hija y otras muchas cosas más”. Un texto fundamental para todas las mujeres, sean madres o no, pero también (y me atrevería a decir que “sobre todo”) para los hombres, sean padres o no, porque nos permite acercarnos a una realidad que solo conocemos desde fuera y que no es nada fácil. Las madres (y por consiguiente las mujeres) son mejores que nosotros. La maternidad es la prueba de fuego que nosotros no podríamos asumir y que con cierta sorna y cinismo nos aventuramos a decir que “si yo pudiera tener el bebé” o “si yo pudiera darle el pecho” … pero en el fondo disfrutamos de esa ventaja biológica y la convertimos en una apisonadora social. Leamos este libro y seamos más empáticos y funcionales.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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