Una somanta de hostias tan bien escrita que no puedes dejar de leerla
Te vas a ver dentro de una pelea sin quererlo y te la mereces porque te deseo lo mejor. En Revancha de Kiko Amat editado por Anagrama, aunque la portada y el título te adviertan de lo que viene, el primer golpe te pilla desprevenido y tardarás en darte cuenta de la cantidad de glebas literarias que te vas a llevar en las páginas de este libro. Pasarás la mitad del libro rodeado de sangre y sin saber todavía cuantos tíos te están dando de hostias, pero ninguna sobra y todas te harán pensar. Así es Revancha y así se ha convertido en uno de mis descubrimientos de 2021.
Con Revancha, Amat, en su versión más ortegassetiana (no existe esta palabra, ya lo sé, pero me habéis entendido), escribe una novela que desarrolla la máxima “yo soy yo y mis circunstancias”, o como lo explica uno de sus personajes, “eres de unos o eres de otros. Y a veces no puedes escoger, el mundo escoge por ti. Te guste o no”. Revancha reflexiona en torno a los condicionantes de las personas (la doctrina de la circunstancia de Ortega y Gasset), aquellos acontecimientos de su pasado que les definen en el presente. En muchas ocasiones estos acontecimientos no se eligen y los personajes son rehenes de su propia historia; esto ocurre con Amador, el neonazi gay que se dedica a dar palizas a inmigrantes y punkis por Barcelona en nombre del nazismo o del Barça. Amador es víctima de su pasado, de su familia desestructurada, de las circunstancias económicas de sus padres, de las idas y venidas de los servicios sociales y de un incendio, el incendio en el que muere uno de sus hermanos, “allí empezó todo, si alguien quiere saberlo de verdad, allí empezó lo que eres hoy, en lo que te convertiste, lo que veis ahora, lo que teméis, hijos de puta”. Porque, aunque no quisiera, Amador es así, neonazi y gay, y “a lo mejor no le apetecía ser así, joder, y se lo encontró dado, y pasó media vida haciendo lo que todos esperaban de él”. Esto me lleva a los personajes de Revancha, uno de sus puntos fuertes.
Los personajes de Amat son outsiders, están en los márgenes de la sociedad, pero nos identificamos con ellos, incluso con los de la peor calaña, los entiendes, los disculpas y sufres con ellos; dice Amat sobre sus personajes que “habitan en la orilla mala de la sociedad, aunque tengan alguna mínima cualidad. Mi intención no es pintarlos bajo una luz agradable. Mi intención es que los entiendas. Cuando ves su bagaje, de dónde salieron, las heridas, los daños que les infligieron, entonces empiezas a entender a un tipo y a comprender las tres dimensiones que tiene. No lo invitarías al cumpleaños de tu hija, pero a ese sujeto lo conoces al dedillo y eso hace que para ti sea real”. Como dice Paula Corroto en El Confidencial, quizá “sus protagonistas no sean los mejores compañeros de viaje para una tarde tranquila de lectura”, pero, añado yo, son los personajes necesarios para pasar una tarde tranquila de lectura: un grupo de neonazis culés entre los que se encuentra Amador y un sicario que ajusta cuentas de pederastas y borrachos al volante. La novela nace de estas dos historias que irán lentamente convergiendo hacia un final electrizante y violento sin que por ello deje de ser conmovedor y tierno. Otro acierto, la mezcla de ingredientes tan diferentes.
En la novela abunda la venganza, los ultras, las familias desestructuradas, el odio indiscriminado, pero también hay espacio para el amor fraternal y la ternura. Quizás por moverse en esos espacios antagónicos el libro funciona. Porque en un ambiente violento, antes de una pelea o con los jadeos al intentar recuperar el aliento tras un puñetazo en el estómago, Amat lleva al personaje a un recuerdo de infancia con su madre, “Miraste su mano hinchada, las uñas mordidas, los dedos amarillos. Olían a cigarrillos fríos. Te acordaste de cómo aquella mano te hacía caricias en la espalda, cuando eras un ñato. Sentiste deseos de arrojarte a su pecho y pedirle que no se volviese a marchar, que te cuidara, que te sacara de allí. Quisiste acariciarle la mejilla, pasarle un pañuelo mojado por la frente y pómulos, decirle mucho mejor así, mama”. Son esos cruces de violencia y ternura los que mantienen al lector pegado al libro. Otro recurso que le funciona a Amat es el uso de palabras desconocidas para el lector: clepsa, bachi, machino, cafis, nodos, jinchas, naka, ñatos, nursa o draga, algunas son catalanismos, otras directamente slang callejero, pero todas funcionan bien en boca de Amador.
Rosa Martí en Esquire entrevista al autor y define Revancha como una gilda picante, “¿Sabes cuándo te tomas una guindilla, que te pica todo, se te corta la respiración, te lloran los ojos, y en vez de dejarla en el plato le das otro bocado? Eso es lo que pasa con la última novela del incombustible Kiko Amat”. Y me parece un símil acertado. Hay otra idea en esta entrevista que me gustaría dejar por aquí escrita (si no os sirve a vosotros, yo quiero tenerla cerca porque es mi blog y punto), y es la reflexión que hace Amat sobre la lectura, los libros y su estilo, “ni mi inclinación, ni la furia, ni el deseo narrativo, ni el mundo que pinto, ni la energía que está en todo lo que hago vienen de los libros. Sé que es una rareza y por eso hago también un poco de proselitismo, no todo el mundo viene de los libros, pero eso sí, los libros me enseñaron a plasmar el mundo. No son mi motor, ni mi emulación, ni el camino que busco. Pero me gustaba mucho leer y vi que mi camino estaba en la palabra escrita, en mi ingenio y en el dominio del lenguaje y entonces tiré por ahí”. Guau, me encanta, los libros como aprendizaje para plasmar el mundo…mmm, esto me lleva a un tema que tenemos entre manos sobre la lectura y la identidad docente.
He conocido a Amat con este libro y ya quiero estar en su equipo. Un tipo que tiene entre sus referentes a trasgresores como Alan Moore, Cristina Morales, Irvine Welsh, Ignatius Farray o The Ramones, es un tipo que merece la pena conocer y tener cerca. Quizá sea solo marketing y esté aprovechando su pasado para crearse una imagen de chico malo que escribe libros, pero le funciona y no le pienso juzgar mientras escriba tan maravillosamente bien y lleve al papel ideas tan provocadoras como las que dejan sus lecturas. No tardaré en volver a Kiko Amat y espero que me sorprenda tanto como con Revancha; no me gustaría encontrarme otros libros con temáticas o recursos parecidos, de él ya espero que me sorprenda y que me lleve hostias como las que me he llevado en este libro y salga tan estúpidamente contento.
¡Nos vemos en la próxima reseña!