Segunda decepción con uno de mis tertulianos culturales de referencia
Sabéis que a veces me dejo mecer por la industria literaria y atraco en puertos que por mí mismo hubiese evitado. Alrededor de un escritor con buenos contactos hay una serie de sirenas homéricas que intentan embaucarte en lecturas que terminan siendo pérdidas de tiempo. Ya me pasó con La memoria de los peces y ha vuelto a pasarme con La piel. No he leído La España vacía, que quizás sea su único logro. Y es que Sergio del Molino es un excelente tertuliano cultural, un lector voraz que sabe contar libros y chascarrillos de escritores o anécdotas de la industria, pero es un escritor aburrido. Hale, ya lo he dicho.
La piel es un viaje raro a través del tiempo y de los recuerdos del propio autor, que trata de descubrir si su psoriaris le había condicionado o no en su manera de ser y estar en el mundo, trasladando la visión actual sobre su enfermedad a la relación que tiene con su hijo. Mientras nos revela sus pensamientos, nos cuenta la vida de personajes ilustres con los que comparte enfermedad como Cindy Lauper, Stalin o Nabokov.
El relato es ideologizante, aburrido y sin trama. Su intención es buena, pero la ejecución es normalita. Se rescatan algunas ideas que le dan juego, pero las termina desperdiciando. Por ejemplo, merecen la pena las reflexiones en torno a los cuentos de Roald Dahl (“Dahl sintoniza con las frecuencias más perversas de la personalidad infantil”) o la enfermedad (“la enfermedad es una forma bastarda de identidad, una condición acuosa en la que el enfermo no sabe nunca qué pensar de sí mismo” en la que “la metáfora bélica es una forma torpe de consuelo”). También son destacables las anécdotas sobre esos ilustres psoriásicos como Stalin, Escobar, Nabokov o Isabel II.
Sin embargo, el libro se queda a medio camino del ensayo, el relato o el anecdotario, dando la sensación de que ha pasado a limpio los apuntes de su Moleskine y Alfaguara se lo ha editado. Una faja con una alabanza de Iñaki Gabilondo y una sobrecubierta trasera con una palmadita de Muñoz Molina y, si no sabes cómo funciona ese mundillo (Penguin – Alfaguara – Santillana – Prisa), les darás credibilidad.
Si el libro deja algún poso interesante lo encontraréis en la idea de que un monstruo nunca lo es en sí mismo sino en la mirada, cargada de temor, de los demás. Si has leído otras cosas del autor y te han gustado, si no tienes nada más interesante entre manos, si tienes la psoriasis cerca y te apetece profundizar un poco en el tema desde una perspectiva alternativa a la médica, quizás pases buenos ratos con La piel. A mí me ha resbalado bastante.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
Gracias por tu sinceridad, se agradece en estos mundos políticamente correctos. Del autor leí primero La España vacía, que me encantó, La memoria de los peces, que me aburrió y La hora violeta que me pareció duro pero desigual. Para mí tres oportunidades son suficientes, seguramente leeré sus columnas pero intentare no caer con sus libros.
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Esta vez no coincidimos. A mí sí me gusta. Es más este año me voy leyendo casi todo lo que ha escrito. Y me gusta. Su España vacía me gustó mucho, y La hora violeta también. Pero es verdad que si un autor no te dice nada, o lo que te dice te aburre, es mejor no perder más tiempo con él, hay mucho por leer. Un saludo
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