La investigación sobre el asesinato de su madre que le permitirá resarcirse de su pasado
Creo que mi primera experiencia con Ellroy no es en un libro, sino en un cine. Sospecho que como la mayoría de nosotros. Y es que Ellroy es el autor del libro L.A. Confidential que llevó al cine Curtin Hanson protagonizada por Guy Pearce, Kevin Spacey y Russell Crowe como los detectives principales, Kim Basinger como una prostituta, James Cromwell como el jefe de detectives y Danny DeVito como el editor de una revista amarillista y de chismes. Yo vi antes la película. Seguro que vosotros también. Y sin embargo, muchos años después (la cinta es de 1997) leo mi primer Ellroy. Quizás empezando por el final, porque Mis rincones oscuros es un relato autobiográfico que permite entender algunos de los misterios y obsesiones que definen el universo creativo del autor.
En esta novela, Ellroy se desnuda delante de sus lectores. No guarda nada. Va a cara de perro y asume sus miserias y sus aciertos. Comenzando por las dificultades de haber nacido entre un padre y una madre que no se soportaban: “mis padres eran incapaces de hablar de manera civilizada. No se dirigían la palabra bajo ninguna circunstancia. Reservaban las manifestaciones de odio para cuando estaban conmigo (…) Yo creía en las de él y consideraba falsas las de ella. Era incapaz de darme cuenta de que las quejas de mi madre estaban más fundamentadas”. Esta decisión de creer más al padre que a la madre la arrastrará toda su vida hasta la muerte de ella y con este libro pretende resarcirse. Si su primera infancia fue dura, tras la muerte de su madre, James no mejora su situación cuando se va a vivir con su padre: “vivíamos en la pobreza (…) Nuestra dieta se basaba en grasas, azúcares y almidones. (…) Compartíamos un único dormitorio con nuestra apestosa perra. Nada de aquello me molestaba. Estaba bien alimentado y tenía un padre que me quería. Los libros me proporcionaban estímulo y un diálogo sublimado sobre la muerte de mi madre”.
El refugio de Ellroy fueron las novelas negras, “quise respuestas, pero no a costa de la presencia continua de mi madre. Dirigí mi curiosidad a novelas policiacas para niños (…) Era una fórmula literaria preestablecida directamente para mí. Me permitía recordar y olvidar en igual medida. Devoraba aquellos libros con avidez y era felizmente ajeno a la dinámica interna que los hacía tan seductores (…) Cada libro que leía era un retorcido homenaje a ella. Cada misterio resuelto era mi amor por ella en elipsis”. Los libros sobre asesinatos, polis corruptos y locales de mala muerte fueron el inicio de una adolescencia rebelde, “mis excentricidades buscaban escandalizar” que no mejorarán con la edad, “proseguí con mis prácticas cleptómanas y repetí undécimo grado con ánimo hosco, holgazán y nazificado”.
Ese refugio en forma de libro será su tabla de salvación. Si al principio fue leyendo, después fue escribiendo. Y aquí Ellroy da algunas de las claves sobre sus primeras novelas, en especial Clandestino (“era mi primera confrontación mano a mano con Jean Ellroy [su madre]. La retrataba como una borracha torturada con un pasado hiperbólicamente torturado en un pueblucho de Wisconsin. Le di un hijo de nueve años y un exmarido malvado que se parecía físicamente a mi padre (…) Había creído que podría retratar a mi madre con fríos detalles y de ese modo expulsarla de mi vida. Había pensado que podría confesar unos cuantos secretos de juventud y darme por satisfecho. Jean Ellroy no era mi víctima de crimen preferida. Era Elizabeth Short. Una vez más dejé a un lado a la pelirroja por la Dalia”) y, sobre todo, uno de sus buques insignias, La Dalia Negra (“me encerré durante un año y escribí La Dalia Negra. El año pasó volando. Viví con una mujer muerta y con una docena de hombres malos. Betty Short me guio (…). Cuando acabé la última página, lloré. Dediqué el libro a mi madre. (…) Financié mi propia gira de promoción. Hice público el vínculo. Convertí La Dalia Negra en un best seller nacional”) en la que encontraremos muchas revelaciones autobiográficas, por ejemplo, Ellroy reconoce que “La Dalia Negra fue mi libro crucial. Era pura pasión obsesiva y una elegía a mi tierra natal. Quería seguir en los años cuarenta y en los cincuenta. Quería escribir novelas más ambiciosas”. Tanto es así que no cesó en su empeño y “escribí tres secuelas de La Dalia Negra y denominé a esa obra colectiva “El cuarteto de Los Ángeles”. Mi reputación entre los críticos y mi imagen pública crecieron como una bola de nieve. Conocí a una mujer, me casé y me divorcié al cabo de tres años. Rara vez pensaba en mi madre”.
En 1994, después de publicar el último volumen del Cuarteto de Los Ángeles, Ellroy decidó descubrir la verdad sobre el crimen de su madre. Para ello contrató los servicios de un veterano y experimentado detective, Bill Stoner. La situación de partida era compleja, “había un asesino y una víctima. Había una mujer sin identificar. Había tres testigos femeninos y un testigo masculino borracho. Había un período temporal de siete horas y una serie de sucesos prosaicos localizados geográficamente que terminaban en un asesinato. Uno podía extrapolar los hechos establecidos e interpretar el preludio de infinitas maneras diferentes” … y las explorarán todas. Porque esta investigación se convirtió en una obsesión, en una forma de reconciliarse con la figura de su madre, “perseguía a mi madre como verdad. Ella me había enseñado algunas verdades en una alcoba a oscuras. Quería devolverle el gesto. Quería honrar en su nombre a todas las mujeres asesinadas. Aquello sonaba totalmente grandilocuente y egoísta (…) Tenía que conocer su vida igual que conocía su muerte”.
Con el libro terminado te das cuenta de que la exhaustividad en todas las pistas falsas estaba justificada. Ellroy quiere dejar claro que no dio nada por perdido, aunque nunca llegara a conocer la verdad. Y todos sus esfuerzos parecen en vano, pero nada más lejos de la realidad. Este libro es un homenaje a su madre, a los errores de su infancia y a las incoherencias y los desvaríos de su adolescencia y madurez. Ahora, a los 48 años, establece un diálogo con Jean Ellroy a la que le reconoce que “he saqueado tu tumba. Te he revelado. Te he mostrado en momentos vergonzosos. He aprendido cosas sobre ti. Todo lo que he aprendido ha hecho que te ame más profundamente”.
El libro está fenomenal. Dan ganas de seguir leyendo sus obras. Y eso que aquí solo habla de Clandestino y El Cuarteto de los Ángeles. Tras Mis rincones oscuros, Ellroy publicaría América (considera como la mejor novela de 1995 por la revista Time), Seis de los grandes en 2001 y Pérfida en 2014 con la que inicia un nuevo cuarteto volviendo a los escenarios del Cuarteto de Los Ángeles. Habrá que seguirle la pista cual sabueso de gabardina, sombrero fedora y Colt del 38, por nuestras librerías de referencia.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
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