Reseña de Canción dulce de Leila Slimani

Slimani se desinfla a medida que avanza la novela

Este libro cae en mis manos después de disfrutar En el jardín del ogro, la primera novela de Leila Slimani. Desde luego, fue una carta de presentación estupenda y Canción dulce llega con ese espacio ganado en el público. El Premio Goncourt de 2016 fue la guinda al pastel de esta Canción dulce. Cabaret Voltaire seguirá editando a Slimani y yo necesitaré un tercer libro para decidir si me gusta o no.

Slimani recrea la historia de la familia Massé, una pareja joven en pleno desarrollo profesional que decide contratar a una niñera para que se encargue de los pequeños Mila y Adam. Así aparece Louise en la vida de los Massé, como una Mary Poppins moderna que se va haciendo poco a poco con el control de la casa y los niños, “Por la noche, el matrimonio, con la sensación de frescor de las sábanas limpias, ríe, incrédulo de su nueva vida. Como si hubieran encontrado un mirlo blanco o les huieran echado una bendición. Evidentemente, el salario de Louise pesa en el presupuesto familiar, pero Paul ha dejado de quejarse. En pocas semanas, la presencia de la niñera se ha vuelto indispensable”. Esta situación libera a Myriam y a Paul, de sus tareas domésticas, “cada vez se desentiende de más tareas, se las encomienda a una Louise agradecida (…) Louise se mueve entre bambalinas, discreta y poderosa. Maneja los hilos sin los que la magina no existe. (…) Es la loba a cuyos pechos ellos acuden a beber, la fuente infalible de la felicidad del hogar”. Pero, poco a poco, Paul irá abriendo los ojos ante la ocupación del espacio intrafamiliar que está llevando a cabo Louise y empieza a renegar de ella: “él sabe lo necesaria que es Louise para ellos, pero ya no la soporta”. Por su parte, Louise, con una vida dura a sus espaldas y una situación familiar complicada, tiene que ir gestionando la dependencia física y psicológica a los Massé que empieza a evidenciar en sí misma: “atormentada por la impresión de haber visto y oído demasiado de la intimidad de los demás, de una intimidad a la que ella nunca tuvo derecho. Nunca tuvo un dormitorio propio”. Esto último del dormitorio propio, podría ser un guiño de Slimani al ensayo de Woolf.

La novela tiene algunos aciertos y otros errores. El mayor acierto creo que es empezar con el desastre, y es que abrir con la tragedia y después viajar a unos meses antes, le permite regodearse en la felicidad anterior a la tragedia. Sin embargo, la novela se va desinflando a medida que avanza. Si el comienzo es vertiginoso, el desarrollo es hipnotizante y el final es decepcionante. El control del ritmo que demostró Slimani en En el jardín del ogro lo pierde en esta segunda novela. No me explico el Goncourt de 2016, me parece una falta de respeto a Proust, Houllebecq, Duras, Maalouf o tantos otros dignos ganadores de este prestigioso premio. Y más incomprensible es que no lo ganara nunca George Perec, pero esto lo dejamos para otro día.

En definitiva, estamos ante una versión mejorada de La mano que mece la cuna o las películas de Antena 3 en la sobremesa de los fines de semana. A mí me quedó una sensación agridulce, porque el camino que nos marca Slimani es agradable de recorrer a pesar de conocer el drama que asolará a la familia, porque está bien tratado, porque el proceso de dependencia entre Louise y los Massé está muy bien tejido. Pero el final es cutre y además creo que tiene un fallo gordo en la cronología que ya comentaremos cuando lo leáis (si no he interpretado mal la novela, que todo puede ser). Si os gustó En el jardín del ogro esta novela tiene algunos ecos interesantes de aquella. A mi parecer Slimani pierde fuelle y el Goncourt es inmerecido, pero desde luego la lectura es amena, ágil y seduce hasta el desenlace donde se desinfla. Ojalá pronto una tercera novela de Slimani para tener más elementos de juicio y decidir si merece la pena seguirle la pista.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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