Una obra maestra de la literatura latinoamericana
Cerré 2019 y empecé 2020 por todo lo alto con Vargas Llosa. Conversación en La Catedral es uno de esos libros que tenía pendientes desde hace tiempo. Antes de empezar con este blog también leía, y Vargas Llosa y yo ya hemos compartido otros momentos con La ciudad y los perros y La fiesta del Chivo. Ahora, aprovechando la reedición de Alfaguara, me he atrevido a acercarme a Conversación en La Catedral.
El libro está ambientado en la dictadura que sufrió Perú a manos del General Odría de 1948 a 1956. A través de la conversación que mantienen dos de los protagonistas (Zavalita y Ambrosio) años después en un bar de Lima, La Catedral, se va tejiendo una historia apasionante y atroz sobre los mecanismos de una dictadura y el sufrimiento de los peruanos. Sus personajes, las historias que éstos cuentan, los fragmentos que van encajando, conforman la descripción minuciosa de un envilecimiento colectivo, el repaso de todos los caminos que hacen desembocar a un pueblo entero en la frustración. La novela arranca con su archiconocida pregunta: Zavalita, ¿cuándo se jodió el Perú? Y la pregunta sirve como punto de partida a una reflexión profunda sobre el poder, la mentira, los engaños, los intereses o la corrupción: “yo sabía que si todos se dedicaran a ser inteligentes y a dudar, el Perú andaría siempre jodido. Y sabía que hacían falta dogmáticos”. La mirada que nos ofrece el autor (fundamentalmente a través de Zavalita) es pesimista. Los personajes de la novela son inolvidables. Es perfectamente posible sentir a través de ellos: el compromiso de Santiago Zavala (Zavalita), la inmundicia moral de Cayo Bermúdez (Cayo Mierda), la atracción lésbica entre Hortensia (La Musa) y la Queta, el miedo de Ambrosio, las inseguridades de Amalia o los malabarismos que debe realizar don Fermín (Bola de Oro) para mantener sus empresas a flote en la dictadura. La novela tiene algo de autobiográfica, y es que Zavalita es el alter ego de Vargas Llosa; igual que el autor, Zavalita trabaja como periodista en La Crónica (“hay que ser loco para entrar a un diario si uno tiene algún cariño por la literatura, Zavalita”). Pero hay algo que en su interior le atormenta. Ese negro secreto que guarda la novela, con el que el autor pretende mantener el interés en el relato, es la homosexualidad del padre de Zavalita, que sostiene encuentros sexuales con su chofer, el zambo Ambrosio. Hortensia (La Musa), una vividora ya en decadencia, se entera de ello y chantajea a Fermín. Ambrosio entonces mata a Hortensia, consternado al ver a su patrón en tal trance, aunque queda en el misterio si lo hace por propia cuenta o por orden de Fermín. Santiago sospecha todo ello; trata de no creer que su padre sea un asesino, un tormento que revivirá al encontrarse, años después, con el zambo Ambrosio en la perrera municipal, y con quien entabla el diálogo en el bar La Catedral, con el que principia la novela y que le da su título. Este suspense a través de una aparente depravación sexual la usará de nuevo Vargas Llosa años más tarde en La Fiesta del Chivo, donde el secreto del dictador Trujillo es su repentina impotencia sexual al momento de tratar de violar a la niña Urania.
El verdadero aporte de la novela, y su principal escollo en la lectura, es el estilo. Vargas Llosa se vino arriba y complicó la lectura a través de la simultaneidad de diálogos que tienen lugar en tiempos y espacios diferentes entre los mismos personajes. El propio autor explica este recurso a un colega en una carta de 1966, mientras escribía la novela: “una técnica o, más bien, un estilo capaz de entrar en la realidad por muchos niveles a la vez, sin que se note el traslado, capaz de pasar de la conciencia a los actos, del pasado al futuro, de los hechos a las sensaciones o a los mitos, sin que se produzca una ruptura”. El autor tenía claro que “esta será una novela muy distinta a las otras, mucho más densa y rigurosa”; se había embarcado en “la aventura más difícil: armar un mundo válido literariamente, cuya columna vertebral fuera la política”. Y la verdad es que la lectura es exigente. Hay que estar muy atento a los cambios en los diálogos, pero está muy logrado porque a través de esa superposición se va armando la historia.
Desde el principio las críticas fueron positivas, siempre con la referencia a la dificultad en la lectura. Su editor, Carlos Barral, tras leer el borrador que le envío el autor solo pudo rendirse a la evidencia: “creo sinceramente que es una de las grandes novelas de este siglo. Una novela con un umbral estrecho (…) y de una vastedad insospechada una vez traspuesto ese corredor tortuoso y liminar. (…) Es inútil que te hable del libro. No soy capaz de otra crítica que no sea la pura adjetivación”. Pero no solo el editor, autores como Carlos Fuentes (“creo que no solo es tu mejor libro, sino la única gran novela política que se ha escrito en castellano”) o Álvaro Mutis (“la terminé hace cinco días y no puedo leer nada (…) Hay en tu novela una eficacia total del instrumento “verbal e imaginativo”, no hay un solo momento vacío, ni una sola pausa, es compacta, total… y eso, mi viejo, es totalmente inusitado en nuestra parca tradición literaria (…). La lucidez, el oficio, la monstruosa madurez que supone haberlo escrito me dan mareos”) también la elogiaron a través de intercambios epistolares con Vargas Llosa. Este intercambio epistolar aparece en un anexo y se completa con cartas que mantiene el autor con García Márquez, Cortázar, Donoso o Balcells. Una guinda para coronar una novela impresionante.
Unas cuantas cervezas y un río de palabras en libertad para responder a la mordaza por de la dictadura. Una novela redonda, un auténtico goce, un disfrute inmenso, más de setecientas páginas de pura artesanía literaria, del brillo de la genialidad de un autor fundamental. El Nobel lo ganó por “su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, su rebelión y su derrota”, algo a lo que Conversación en La Catedral contribuyó destacadamente. Larga vida a la producción literaria de Vargas Llosa (previa al Nobel).
¡Nos vemos en la próxima reseña!
Estimado doctor, concuerdo contigo en la brillantez y magia de este libro. Conversaciones en la catedral junto con la Casa verde, son de la mejor literatura que he leído
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