Reseña de No contar todo de Emiliano Monge

Una novela íntima y potente en el fondo y en la forma

La verdad es que no recuerdo cómo llegué a este libro. Quizás lo vi demasiadas veces en las mesas de “destacados” de diferentes librerías y terminé por animarme. No conocía al autor, ni su obra. No contar todo es el último título de Emiliano Monge, aunque su obra más reconocida es Las tierras arrasadas (que ya leeré y reseñaré en 2020).

En No contar todo, Emiliano Monge realiza un viaje a su historia familiar, desde su abuelo a la actualidad. A través de diferentes protagonistas y recurriendo a diferentes estilos, Monge nos cuenta una historia familiar en la que no faltan traiciones, amores, ausencias, engaños, promesas incumplidas y muy poca autocrítica. Monge propone una mirada distinta de la historia, “estos son solo los acontecimientos. Y los acontecimientos nunca son la historia. Ni siquiera los hechos son la historia. La historia es la corriente invisible que mueve todo en el fondo. La historia es por qué mi abuelo intuía, como lo haría un animal, que tenía que marcharse. Igual que mi padre tuvo, muchos años después, que hacer lo mismo. Y como yo hice llegado mi momento”. Y tras contar la historia de sus predecesores, reiterará su visión de la historia, “aquí la historia es aquello que se esconde en las acciones, el animal que acecha el carácter antes que los actos de los hombres. La historia es esa voz que en mi familia emerge entre otras voces, ese latido que se impone siempre entre los Monge. La historia, ya lo dije, es un presentimiento. Aquel que más temprano o que más tarde susurra en el oído de mi estirpe, haciéndonos romper con el pasado”. Y es que la historia de los Monge está llena de rupturas, quizás la más exagerada es la que abre la obra en la que su abuelo finge su propia muerte para poder escapar de su mísera realidad, “no puedes marcharte sin haber quemado cada nave”. Y cuando alguien provoca una ruptura tan tosca y le pillan… la situación estalla. Si, además, nadie se preocupa por recomponer el puzle y juntar las piezas, se vuelve insostenible, y ese fue el problema de los Monge que ahora Emiliano pretende resolver, “ése era nuestro abismo, no compartir con nadie más la parte que a cada uno le tocaba. Y ese fue nuestro problema: no juntar jamás las piezas. Hay cosas que no se hablan, pero no porque uno no quiera hablarlas, sino porque no quiere habitarlas nuevamente”. Ese ejercicio de recomponer exigía apertura, y en los Monge solo había silencio “sentir que cada uno de nosotros era un pedazo de silencio, el silencio que él [el abuelo] abrió entre nosotros y que nosotros, después, no dejamos de hacer más y más amplio. El silencio este que está entre nosotros y desde entonces y que no ha dejado de alejarnos, de separarnos hasta habernos convertido finalmente en extraños”. Un silencio este que respondía al miedo a hacer frente a los problemas familiares, “nosotros, con nuestro miedo, chingada mierda, hicimos que todo eso fuera para siempre. Nosotros decidimos ser desconocidos”.

Tras las charlas con su padre, el diario de su abuelo, la investigación que llevó a cabo Emiliano le deja una moraleja familiar, “entre nosotros, entre los Monge, para ser, hay que haberse antes marchado, hay que haberse ido de uno, hay que haber dejado todo”. La historia de la familia Monge es la historia de México. Es la historia de un país que ha vivido entre la revolución y el narcotráfico, entre el amor y la miseria, entre el sueño de algodón y la realidad de polvo y arena.

Acercaos a la familia Monge para descubrir que su historia no está tan lejos de la de muchas familias en todo el mundo. No es mala idea esa de irse para encontrarse a uno mismo, de dejarlo todo para saber realmente la pasta de la que estamos hechos. Pero tenemos que saber que en cada huida, dejamos algo y alguien atrás, y esos que se quedan no serán los mismos cuando decidas volver. Porque sí, todos volvemos. Y ya nos lo advirtió Sabina cantando sobre Macondo o Comala, “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, pero a la familia tarde o temprano se vuelve. Como debemos volver a Monge. En momentos no es fácil leerlo (las partes del diálogo con el padre son jodidas de pillarle el truco y los tiempos verbales, las construcciones sintéticas y la jerga mexicana dificultan la lectura), pero su estilo atrapa y no afloja. Un libro muy recomendable. Algo diferente y, por lo tanto, atractivo.

¡Nos vemos en la próxima reseña!

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