Libro de Marta Sanz que veo, libro que acabo leyendo. Es irresistible. No sé si es deseo, pasión, devoción, admiración u obsesión. Quizás de todo un poco. Su estilo me cautiva. Me encanta su forma de contar historias, de cuidar las palabras, de elegirlas con mimo y cautela. El libro que ahora os traigo es de 2004 pero yo lo he descubierto gracias a la reedición de Anagrama.
Amor fou cuenta historias caóticas y enfermizas de amores imposibles. Gira sobre la misma trama pero las relaciones entre los personajes están mezcladas con buen gusto y atino. La autora, en una entrevista, explicita parte de su estilo y reconoce que Amor fou «reformula y lleva al extremo recursos que ya había empleado y a la vez anticipa otros que tendrán un tratamiento más exhaustivo en otras novelas. Es importante, por ejemplo, la idea del relato como depravación. Y su simétrico opuesto: si el relato deprava, también puede construir, ayudar a ver, iluminar: por eso, creo que para mí son tan importantes los cuentos infantiles como metáfora y en mis novelas casi siempre aparecen las aulas, estudiantes, alumnos…«. En Amour Fou se utiliza un contrapunto de voces y miradas, pero también un contrapunto de géneros distintos dentro de la misma novela: Lala piensa y Raymond escribe un diario. Ambos se expresan desde puntos diferentes del tiempo y la entrega del diario de Raymond a Lala, no el diario en sí, es una forma de expiación. Sanz desarrolla un escenario violento y contraproducente para los protagonistas con mucha maestría:
«Con la mirada fija en el plano del agua del inodoro, llego a la conclusión de que son absolutamente felices. Pero no felices con esa felicidad tonta de olvidar lo que queda fuera de la cáscara. La guerra. Las malformaciones. El miedo. No. Ellos conocen el significado de cada una de esas palabras y, desde una felicidad que también está hecha de ellas, las combaten. No es que traten de obviarlas o de resistirse a sus tentáculos. Es que las combaten y, en consecuencia, su felicidad es una felicidad de memoria. Tampoco se han puesto de acuerdo para no hablar nunca de ciertos temas, para pasar por alto imágenes agrias que, si se revisaran un día tras otro, no se perdonarían. No es una felicidad nacida entre las pelusas que ruedan sobre el parqué de su piso, una felicidad de dentro de las pelusas, surgida del olor espeso que emana desde el interior de las cajoneras para los zapatos. Tampoco es una felicidad pueril, ni una felicidad neurótica de «Soy feliz, soy feliz, muy feliz, completamente feliz, no me preguntes más, ¿no ves que intento convencerme a mí mismo de lo feliz que soy? Soy enormemente feliz». Me cago en la puta».
Cambiando de tercio pero sin dejar de referirme al estilo, me siguen encantando las enumeraciones de Marta Sanz. Ya me ha pasado en otras novelas suyas que he leído como Clavícula, Farándula o La lección de anatomía, y es que sus enumeraciones no son casuales, sino que funcionan a la perfección y te lleva de la mano a esos ambientes que busca. Por ejemplo, la enumeración casi al final del libro sobre el viaje a Marruecos; en ella, Sanz te traslada a Jamaa el Fna, Agadir, Chaouen, a Fez… es una pasada. Una sensación parecida tuve con el inolvidable inicio de Farándula cuando la protagonista pasea por la Puerta del Sol y Sanz nos regala una descripción única de esta plaza.
Como dice la contraportada del libro «la ponzoña es la metáfora que nutre una escritura de profundidad espeleológica«. La propia autora explica que escribe esta novela como «una distopía a corto plazo«, en la que recoge sus peores expectativas sobre la mala calidad de la democracia española, pero que desde su gestación hasta la actualidad se ha convertido en una novela realista. Seguramente las mejores ficciones sean aquellas que tienen visos de realidad.
El amor del que habla el libro es ese amor tranquilo, no es un amor publicitario, ni comercial, ni espectacular, es un amor que te permite ser solidario con los otros, mirar hacia fuera. Lejos del amor romántico. Pero frente a esta visión del amor es un texto donde cuaja muy bien la violencia, la que impide que ese amor pueda salir adelante. Violencia que se manifiesta en posesión, en relaciones de poder. Esto lo vemos perfectamente en un personaje como Raymond, un personaje culturalista, que utiliza su opción sexual como una forma de manipular a los demás. En Amor fou se ejemplifica esa consigna de que lo personal es político, donde a través de las historias íntimas se intenta reflexionar sobre las cosas que nos pasan a todos a lo grande. De esta forma, el texto nos obliga a intervenir en él, tenemos que interpretar, mojarnos, posicionarnos, tomar decisiones. No al estilo de Rayuela, sino algo mucho más visceral, político, social, comprometido.
Animaos con Amor fou y enamoraos de Marta Sanz, no os defraudará.
¡Nos vemos en la próxima reseña!
Me lo voy a comprar seguro! Gracias
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A mi me pasa algo extraño con esta escritora,por momentos me saca de las casillas, no la sigo, me pierdo…y por otro no puedo dejar de leerla.Sus enumeraciones como me dices me apasionan, cuando describe el olor de las personas…, me encanta!!. Volveré a caer seguro con ella,un abrazo-
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