He empezado con Ungar por el final, lo sé. No seguí los consejos de aquellos que me dijeron que leyera antes Tres ataúdes blancos. Pero no pasa nada. Me gusta el estilo de este colombiano (de la tierra del Gabo nada puede nacer que no merezca la pena). La novela cuenta la historia de un xenófobo francés que vive en un bloque de edificios de un barrio de inmigrantes, y se encapricha con unos nuevos inquilinos del bloque de enfrente a los que decide espiar de forma enfermiza a todas horas y a través de técnicas tipificadas en el código penal; todo esto le obsesiona por dos cuestiones: por una parte, sospecha de sus actividades y, por otra parte, se enamora de la chica que habita en esa casa. El libro está contado a través de un diario que escribe el protagonista a su hermana hacia la que siente un gran respeto y aprecio pero que falleció hace tiempo y a la que echa mucho de menos.
Mírame es una novela atípica contada con cierta maestría. Eso sí, la sombra de Hitchcock es muy alargada y contar una historia como esta sin estar permanentemente imaginándote a James Stewart con sus prismáticos espiando a sus vecinos, es tarea imposible. Nadie como Hitchcock para generar suspense y taquicardia. Sin embargo, aunque le persiga la sombra del genio del director inglés (¡combo cooltureta!), Ungar consigue algo importante y es profundizar más en el personaje del mirón. No he leído la última novela de Gay Talese (El motel del voyeur, Alfaguara 2016), así que no puedo hacer una afirmación categórica al respecto pero, creo que Ungar acierta en algo: centrarse en la psicología del protagonista y no en la del lector/espectador (que es donde residía la maestría de Hitchcock).
Nuestro protagonista es una persona solitaria, asocial, con unas férreas convicciones xenófobas, polimedicado, ansioso, autocomplaciente, con manía persecutoria y muy machista. Cualquiera de estos rasgos del carácter por si solo ya da para un libro, pero si los mezclamos todos y le metemos una obsesión femenina, el coctel es explosivo. Y aquí es donde florece el libro. Contado en primera persona, el protagonista se va autoconvenciendo, en una espiral de derrota absorbente. En un momento de la historia consigue contactar físicamente con ella, se encuentran por la calle y el protagonista escribe lo siguiente en su diario (que es el libro):
«Solo ha necesitado tres horas para convertirme en lo que, mientras sola veo alejarse, creo que soy. Un hombre a punto de consumirse en las llamadas del deseo por su cuerpo. Su violador platónico, dispuesto a usar el tiempo que le queda antes del descenso al infierno para matar por ella pero también para matarla a ella, si así me lo pide: el único hombre con la furia suficiente para destrozar sus huesos, para comerse su carne, para sorber esos ojos agradecidos hasta no dejar más que las cuencas vacías».
«Violador platónico», qué fuerza tiene esta expresión… El libro avanza y Ungar empieza a explicarte a qué se debe una personalidad tan destructiva y quizás puedas empatizar con el protagonista… En un momento de debilidad el protagonista apunta lo siguiente en su diario: «regresé por un instante apenas perceptible al patio del colegio, a las golpizas recibidas, a los niños de los que no pudiste salvarme por estar muesta y enterrada«. Recordemos que le escribe este diario a su hermana. Y más adelante dice de sí mismo, «soy uno que se avergüenza de las palabras «penetrar» y «coño«, uno que en lugar de enfurecerse cuando se ve acorralado, se encierra y pierde el deseo de vivir«. Y tendréis que leer el libro para ver cómo sigue y cómo acaba, pero quizás en algún punto de la historia ya dejes de verle como un ser deleznable y lo veas como una pobre víctima de sus circunstancias.
Mírame me ha gustado, y ahora más que mirarlo debes leerlo y disfrutarlo. Ungar en esta novela es ingenioso y tira bastante del sentido del humor. Eso sí, la historia es violenta y con un ritmo bastante ágil, así que tampoco te puedes recrear en los momentos dulces, porque es más bien una historia colérica y excesiva.
¡Nos vemos en la siguiente reseña!
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