«Sus días transcurrían bajo la tutela de una mesurada emoción (…) en él les parecía advertir un modo exacto de estar en el mundo. (…) Tenía consigo la indestructible calma de los hombres que se sienten en su lugar».
Un libro perfecto. Seguramente haya libros mejores, ahora estoy leyendo Anna Karenina y es mejor (obviamente), pero este libro es perfecto porque es un libro equilibrado. Una historia bien contada, triste, lacónica, abnegada, apacible, sosegada. Escrita maravillosamente bien, mantiene la intriga sin renunciar a un ritmo tranquilo. Recuerda un poco al estereotipo de maestro oriental, mantiene la calma pero imprime continuamente mucha profundidad a las palabras. Incluso, narra de la misma forma los viajes, utiliza las mismas expresiones, las mismas palabras, los mismos párrafos en cada viaje, y no desequilibra la historia, es más, queda hasta bien.
Habrá quien diga que le faltan un par de páginas, pero es porque son unos tiquismiquis y sus «dieces» se cotizan muy alto (casi tanto como su conversación). No les hagáis mucho caso (aunque recomienden bien), jajajaja. Es un libro redondo a pesar de ser de tapa dura.
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