«Y al final, la experiencia física de sus edificios, la experiencia de cada uno de los futuros moradores, sería terminal, aniquilante. La fenomenología, Lebenswelt, recordaba Emil, postulaba que las personas, los objetos y los edificios solamente se entendieran como un todo integrado en el mundo y formaran un contexto cotidiano. El contexto del barrio de Emil, su dibujo corrupto, sería (…): una rutina de muerte, un viaje hacia el desasosiego. Un hombre sublimado por purulentas llagas que no sentía nada, salvo el deseo contra natura, irracional, de liberarse».
Mola. Tiene una estructura rara, diferente, que toma sentido al final. A veces te pierdes en las descripciones y cuesta situar a los personajes. Pero el lenguaje es brutal, las expresiones son heridas abiertas, el ritmo es frenético. Es provocador, desquiciante, preciso, abrumador. Si te apetecen almas heridas es una buena opción.
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